viernes, 4 de febrero de 2011

Terapia política

http://blogs.publico.es/fueradelugar/238/la-sensibilidad-es-hoy-el-campo-de-batalla-politico


Bueno, este enlace arriba expuesto, entrevista a un filósofo y activista italiano, resalta una idea que me resulta cuando menos sugerente, además de útil. Se trata de la consideración del activismo en su dimensión terapéutica. Cuando un sistema causa tanto sufrimiento psíquico (estrés laboral, desarraigo, incapacidad horaria para mantener vínculos o establecerlos, angustia ante la precariedad, suicidios por pérdidas de empleo, fomento de la competitividad salvaje frente a la solidaridad...y un largo etcétera), rebelarse colectivamente contra él tiene un efecto catártico, o, cuando menos terapéutico en mayor o menor escala.

Si tus delirios consisten en adelantarte al otro mundo posible que deseas para ti y para los otros, es difícil establecer donde acaba la realidad y empieza la ficción, o dónde pones la línea de locura en medio de la tan poco saludable cordura que nos rodea, si por cordura entendemos ser como la mayoría, igual de calladitos y resignaditos ante la idea de normalidad que propone el sistema capitalista-consumista-neoliberal: achantar y hacerse a la idea de que todo puede ir a peor, agarrarte a tu clavo ardiendo y conservar lo poco que queda del estado de bienestar y de la democracia, hasta la siguiente sacudida.

Evidentemente, si eres optimista estás como una cabra. Si te enfrentas cada día a versiones oficiales cada día más cínicas y tramposas, y lo haces apoyándote no en lo que había, sino en lo que parece que empieza a haber, acabarás por no saber quién es el loco, si tú por idealista o los demás por suicidas. Todo se complica, en una crisis general que va mucho más allá de lo financiero o lo político. Si por crisis entendemos cambio, este es de los gordos. Quien se mantenga como un palo rígido, puede romper de forma irremediable, quien se doble del todo puede tener problemas para levantarse. Y quien decida ser junco y dejarse bambolear, para ganar tiempo, será tachado de inestable, de dividido, de bipolar, de esquizofrénico.

De momento está muy mal visto vivir a caballo entre la realidad y la ficción, pese a que nuestros gobernantes lo fomentan a diario para su propio interés. Diariamente confunden el lenguaje para que ya nadie hable de lo mismo aunque use las mismas palabras en la misma lengua. Entre una conciencia que sobrevive a la brava, y a la mala, y otra que quiere vivir mejor que nunca, o al menos mejor que siempre,es difícil no bambolearse, no dudar, no dejarse llevar por crisis internas de credibilidad, confianza, creatividad. Es difícil no entrar en conflicto con las conciencias circundantes, en la misma o parecida encrucijada.

Las conciencias "esquizo" podrían jugar con ventaja, una vez inmunizadas contra la psicosis, que no es sino el triunfo dictatorial de una pequeña parte de todo lo que somos capaces de pensar e imaginar. El bienestar psíquico que sobreviene a una crisis bien gestionada es, también, un triunfo político. Siendo capaces de cambiarnos a nosotros mismos para mejor, de perdernos el miedo, estaremos en mejores condiciones de comprender e incluso intervenir en el afuera, como metáfora de nosotros mismos, no en vano las fantasías de autorreferencialidad no son sino gran metáfora de la forma en que el mundo nos afecta y nos acepta, y esta autorreferencialidad puede sobrevenir de múltiples formas, persecutoria y/o culpable, pero también empática y/o esperanzadora. En cualquier caso, pensar sobre ella sin dejarse llevar por ella constituye un material filosófico de primer orden sobre la condición humana, tan humana.

Estos días pienso mucho en las personas que en Egipto se manifiestan cada día desde hace diez. No es fácil concebir una autorreferencialidad colectiva tan enorme como esta a la que voluntariamente se han lanzado, la presión de estar, literalmente, en el centro del mundo, en la encrucijada de todos los intereses, y no solo geopolíticos, también se están jugando las ideas, las perspectivas de modelos nuevos, las esperanzas de otros tantos millones de personas en otras partes del mundo. Todos miramos a Egipto, a los egipcios, con esperanza, temor por su suerte incierta, desconcierto, admiración, otros con fastidio, o más temor, o quién sabe.

Terapia política, también.

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