martes, 26 de diciembre de 2017

Epidemiología paranoica

Hace unos años, dando una charla sobre gestión del delirio sin fármacos, tuve la oportunidad de tener una interesante y breve charla, en público, con un psiquiatra allí presente. Me situaba en el territorio de la excepción, para variar. Comentó algo, de forma genérica, sobre la capacidad que tenían algunas paranoias, debido a su fuerza, para ser contagiosas. Sobre eso me apetece reflexionar.

En otra ocasión, uno de mis mejores amigos, preocupado en aquella época por mis periodos de viajes mentales, y al mismo tiempo consciente de mi capacidad para "dirigir", en cierta forma, el contenido de estos, me sugirió: ¿Y no pueden ser paranoias buenas? Era prematuro, en aquella época, sobreestimar mi verdadera capacidad para dirigir hasta tal punto los argumentos de mis paranoias, pero aquella sugerencia se quedó dentro de mí, y tanto que se quedó.

Como otros tantos argumentos que surgieron dentro de mi cabeza, algunos tenían la posibilidad de desarrollarse a posteriori, una vez remitido el estado intenso del delirio, o como lo queramos llamar. Uno de los que recuerdo con más nitidez, en ese aspecto, era la posibilidad de las redes sociales, que surgían en aquel momento, para impulsar movimientos sociales. Pienso en el movimiento de lxs locxs, y también en el feminismo, que efectivamente tuvieron un repunte gracias al buen uso de las redes sociales.

Más cerca, había un territorio, el de las relaciones humanas de andar por casa, donde era muy necesario creer en y promover "paranoias buenas". Una de mis preferidas es la idea de que las personas somos interminables, aunque esa tiene ya muchos siglos. Si algo nos enseñó Shakespeare es que dentro de cada persona viven todas las personas. Sucede que a veces algunas personalidades monopolizan a las demás, en tiempo e intensidad variable. En estos tiempos de engaño y desencanto, las personalidades más difíciles lo tienen más fácil para la labor depredadora. Y esto no sucede solamente entre las diferentes personalidades que nos habitan, sino que son también transpersonales, van de unas personas a otras. La personalidad depredadora de alguien puede monopolizar al conjunto  de las personalidades del que está a su lado. En esos casos, las personalidades amables, pacientes y alegres, tienden a replegarse, en parte por superviviencia, en parte por no agotarse sabiendo que serán sudores sin fruto.

En realidad, y es algo que sabe casi todo el mundo, a la larga las personalidades alegres son infinitamente más fuertes. A la larga, estar cerca de alguien alegre termina por sentar bien, aunque la resistencia inicial sea considerable, o incluso aparatosa. Las personalidades alegres atesoran recursos casi infinitos para dar golpes de timón hacia el rumbo más deseable. Si fuésemos capaces de unir la fuerza de la alegría y su confianza en el manejo del timón, con la capacidad de la paranoia para ser contagiosa, tendríamos una sanísima epidemia: el deseo de mi amigo como síntoma, y el comentario del psiquiatra como metodología de contagio. Claro que, para pensar estas cosas, hace falta estar un poco loca, y no todo el mundo tiene esa suerte.

domingo, 17 de diciembre de 2017

La paradoja de la paranoia

Algunas veces se lleva demasiado lejos la epistemología paranoica. Alguna vez hablé de este concepto: consiste en dar cierta validez al argumento paranoico, para construir conocimiento hipotético a partir de él. Claro que para esto hace falta reconocer cierto porcentaje de paranoia en el argumento en sí. Hace falta reconocer la posibilidad de que sea paranoia, aunque no se tenga la certeza.

Esta habilidad para el reconocimiento no abunda, seamos sinceras. En estas tierras hispanas donde el biologicismo campa a sus anchas en el abordaje de este fenómeno perceptivo, se dan con mucha frecuencia tres situaciones:

1.- Que a las personas que acuden (o "las acuden") a los servicios de salud mental no se les faciliten mecanismos psicológicos para trabajar sobre el relato de sus paranoias, tal y como sucede en otros abordajes no biologicistas (El Diálogo Abierto finlandés, por ejemplo). Que no se aborde, en la terapia (si la hubiera o hubiese, más allá de las pastillas), la posibilidad de partir del relato paranoico como hipótesis a partir de la cual iniciar una investigación sobre la relación entre ficción psicológica y realidad  (más o menos) compartida con la mayoría.

2.- Que las personas no acudan a los servicios de salud mental, precisamente porque la paranoia no deja ningún resquicio para la duda, porque se viste de certeza absoluta, y se vive con una intensidad emocional que se experimenta más como verdad revelada que como hipótesis entre muchas otras posibles. Y en absoluto se percibe como "alteración" que podría necesitar ayuda para rebajar esa intensidad emocional, esa sensación abrumadora de misticismo.

3.- Que las personas, aún siendo conscientes mínimamente de que aquello que piensan podría ser paranoia (y no realidad constatada), se nieguen a pedir ayuda profesional (aún necesitándo algún tipo de ayuda), por ser muy conscientes del tratamiento que les espera. (véase apartado 1)

Más allá de los apartados anteriores, quiero retomar la idea de la paradoja. La paranoia puede construir realidad, más allá de ser una determinada "interpretación" de la realidad. Teniendo en cuenta que tendemos a valorar la realidad según nuestros valores y creencias, y por lo tanto a actuar en consecuencia de tales valoraciones, actuar en base a la interpretación paranoica puede convertirse en un acto que provoque aquella realidad que en principio solo era paranoia.

Un ejemplo sencillo y cotidiano son los celos. Imaginemos a una persona que, aún sin ser objetivamente cierto, tiene la paranoia de que su pareja le es infiel, de la forma que sea. Esta persona, entonces, se comporta de forma totalmente coherente con ese pensamiento, y a partir de ahí sospecha de cualquier detalle, la controla, le reprocha cualquier conducta, empieza a demostrar que no confía, a ser menos cariñosa, menos paciente...no sé, digamos que agobia de tal manera a su pareja, que esta termina por, efectivamente, serle infiel. Para su pareja, el argumento definitivo para la infidelidad, además del hecho de que se ha deteriorado la relación, por resultar insoportable vivir con esa desconfianza y ese control, podría ser: " Ya que estás absolutamente convencido de que no te soy fiel, y ya que yo no puedo demostrarte que sí lo soy, y da igual por tanto que lo sea o no, entonces no habría gran diferencia entre no serlo y serlo. Puesto que la fidelidad estaba conectada con la calidad de nuestra relación, y esta ha desaparecido, no me siento tan vinculada a ti como para serte fiel" Imaginemos que, efectivamente, esta otra persona termina por ser infiel.

La cuestión es: Al construir una realidad alternativa emocional mediante la paranoia, y al dejar que esta realidad alternativa no constatada guíe nuestra relación con el otro, puede suceder que la paranoia "se haga realidad". Una vez sucedido esto, y habiéndose encontrado pruebas: ¿Puede decirse que la persona paranoica está "curada"? ¿Demuestra esto que la paranoia supone efectivamente conocimiento intuitivo de la realidad, o más bien que la paranoia "crea" o "provoca" la realidad? Desde fuera podría parecer claro, al menos en este ejemplo. Pero, ¿qué sucede desde dentro? ¿Y si este esquema de paranoia creadora de realidad se repitiese a menudo, en diferentes contextos emocionales? ¿Pensaría esa persona que tiene una intuición afinadísima? ¿Sufriría menos? (El término "sufrir" se usa aquí en el contexto emocional, se intenta proponer la reflexión sobre cómo la desconfianza sistemática puede generar en los demás conductas que pueden leerse como confirmación de la paranoia. La desconfianza puede llevar a tratar a los otrxs de forma poco comprensible, de manera que estxs respondan, a su vez, de una forma también poco comprensible).

Quizá si tuviéramos en cuenta que vivmos en una época que promueve todo tipo de paranoias emocionales (en forma de envidia, competitividad, desigualdades, soledad, individualismo, etc...), podríamos leer muchas interacciones humanas conflictivas en clave de "paradoja de paranoia" Si dejasemos de pensar que las paranoias emocionales afectan solamente a las personas diagnosticadas de esquizofrenia, bipolaridad, etc, y empezásemos a verlo como un continuum muchísimo más generalizado de lo que en principio pudiera parecer, quizás entonces podríamos constatar la necesidad imperiosa de que los mecanismos de reconocimiento del relato paranoico estuviesen al alcance de cualquiera, y no solo de un puñado de activistas y profesionales críticos. La desconfianza sistemática entre las personas genera todo tipo de realidades desagradables, muchas de ellas peligrosas, que van desde la ruptura de parejas o amistades hasta el paro, el acoso en cualquiera de sus formas, la violencia psicológica o física, la pérdida de salud mental, o el fascismo.

Lo emocional también es político. Los que mandan lo saben, por eso son expertos en generar paranoias para servir a sus oscuros intereses. La cuestión sería minimizar sus efectos, dotar al mayor número posible de personas de conocimientos emocionales que les permitiesen desactivar paranoias propias y/o ajenas, para así, quizás, convertir la reconstrucción de la confianza en una realidad consensuada que valiese la pena habitar. El mayor obstáculo es que esto solo puede hacerse desde el reconocimiento intrínseco de la vulnerabilidad humana. En un sistema patriarcal que asocia lo vulnerable y lo sospechoso a lo femenino, y lo femenino con lo secundario o prescindible, el obstáculo es aún mayor de lo que parece. Menos mal que vamos aprendido a resignificar aquello que nos arrojan como arma para destruirnos, convirtiéndolo en fortaleza. 

viernes, 15 de diciembre de 2017

Lo interminable

Ahora es un murmullo un poco místico, que avanza como desde lejos, poco a poco lo atraviesa cierta complejidad, pero era una falsa alarma. De nuevo místico y previsible, con fondo de chapoteo hecho en casa, con latas o restos de plásticos. Lo ambiental permanece tratando de inspirar calma, y enseguida se echa de menos que algo lo rompa todo, y se convierta en ...a ver? Hay que esperar hasta lo que parece una campana de un solo toque, que casi al instante se transforma en timbre, tecla, y armonía como de jazz. Pues sí, tenían el jazz escondido, mezclado con crujido de puerta y estruendo de botarate. Jazz con plastiquitos, parece que se enfada al leerme el pensamiento y se quiere poner chulo. Pues se hizo de rogar la complejidad, pero llegó. ¿Un pitido? ¡Un despertador!

Un coro bluesero me cuenta no sé qué con palos de lluvia, si no estuviera tan cansada...es como una selva experimental, la que llevamos dentro. Batería, momento rockero quejica, a ver si cambia pronto, no hay quien lo aguante. ¿Kenny G al volante? ¡¡socorro!! Me estoy divirtiendo muchísimo, que venga alguien a reprocharme lo que sea, esto es demasiado bueno para ser verdad. En esta como danza de trópicos y lamentos nada parece tomarse en serio, por eso se transforma en tintineo que  anuncia viaje, y ahora merece por tanto una escucha más exigente: una voz femenina en una lengua inventada. Me dice que tenga cuidado con los hombres caprichosos, justo antes de desaparecer entre algo que no identifico. Unas guitarras progresivas salen al encuentro de un sitar elegante y burlón, y ahí están, de cháchara. Que si te dije, que si me dijiste. Bah, una pelea de hombres enamorados.

Es de noche y hay cantos de cigarras, sonata de tubitos de bambú soñando en alto, y un dijeridoo entrando en fase rem. Dejemos a los amantes soñar su libertad, tal vez dormir.



jueves, 14 de diciembre de 2017

Electrónica

Bailar durante horas, sin más preocupación que la consciencia completa de mi propio cuerpo hablando con la música. Mejor si es electrónica, compuesta y mezclada exactamente con esta finalidad. Imaginativa y viajera, abstracta, repetitiva solo en su punto justo. Quiero celebrar la tregua navideña a unos meses de muchísimo trabajo. En esas horas me reinvento y cierro heridas, me canso con gusto, me reinicio y me acompaño sin asomo de angustia. Me cuido por dentro y por fuera, me recuerdo como era antes de tantas tristezas, vuelvo hacia atrás en el tiempo, y voy también hacia adelante, me proyecto en las mejores versiones de mí, si las hubiera. Juego, juego muchísimo, salto, me desplazo hacia atrás, camino por todos los mapas, pero sobre todo me hago territorio, me hago consciente de límites y de fuerzas. Y ejerzo mi libertad de movimiento, que en ese trance es todo menos una frase hecha. Seguro que al día siguiente tendré la claridad mental perfecta para resolverlo casi todo, al menos en mi pequeño mundo, que no es poco.

Arroz de fado

O arroz se pode fazer de mil maneiras. Eu adoro aquel que tem aire de rissotto, com tres partes de auga e sempre a remover, a fogo médio, por vinte minutos. Os ingredientes, boms e simples: cogumelos, presunto, tomate natural, um bocado de tomilho, sua cebolinha e ja vai. Aqui está a receita para un arroz independente, como o coraçao de Amalia Rodrigues.

por ter pasado
mesmo ao meu lado
certo fadista
de ollar troçista

Tudo isto existe
tudo isto é triste
tudo isto é fado

cinzas e lume


Máis se o arroz quer ser partilhado, será. Para ja, a minha alma fadista fica a espera de mudar de estilo. A tristeza intensa e complexa do fado tem aqui data de validade. Mais olha que a sua catarse era até certo ponto necessária.

lunes, 11 de diciembre de 2017

domingo, 10 de diciembre de 2017

Romanticismo

Fantasías decadentes de almas que se tocan, así es el consuelo residual al que se puede aspirar en tiempos de lluvia sucia y tristezas cada vez más absurdas. Una pequeña droga de andar por dentro, una estrella estereotipada que nos señala como fugaces desde su altura burlona y milenaria.

La dulce boca que a gustar convida
Un humor entre perlas distilado,
Y a no invidiar aquel licor sagrado
Que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

Amantes, no toquéis, si queréis vida;
Porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
Cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que a la Aurora
Diréis que, aljofaradas y olorosas
Se le cayeron del purpúreo seno;

Manzanas son de Tántalo, y no rosas,
Que pronto huyen del que incitan hora
Y sólo del Amor queda el veneno.


Así seguimos siglos después, sin que la amistad termine de ser digna sustituta de semejantes gilipolleces. No está el problema en la boca, ni en los labios, ni en las rosas. Está la oscuridad en los corazones cerrados como puños a la emoción desnuda en el frío del invierno. Hay que pararse y contemplarnos como un paisaje que, lejos de reflejar los sentimientos, se interpone como distancia. Un horizonte expandido donde solo se escucha una voz más quebrada que alegre, más inquieta que fuerte, y sin embargo valiente a su manera. No hay nada en la vulnerabilidad de lo que haya que avergonzarse, la cuenta pendiente con ella es reconocerla y mimarla, hacerla brillar más que las cenizas que la ahogan. O hacerle sitio, y punto. Las rosas siempre vuelven, está en su naturaleza cíclica florecer una y otra vez.


 

 

sábado, 9 de diciembre de 2017

Fuegos

Yo me quedo a la orilla de ríos metafísicos, ella los nada. Incalculables paisajes humanos se acomodaron a esta frase de Rayuela con la naturalidad furiosa de la literatura. No había nada en el mundo más feminista que estas palabras, nada mejor que hacer que inventar el tiempo cada noche. Si hubiera una multiplicación más importante que las otras, serían todas las noches de todas las ciudades en las que viví en los años noventa. Gracias al veneno psicotrópico de lo interminable sucedieron viajes más allá de cualquier mapa. El vértigo iniciático no acababa de ayudar a comprenderlos, tuvieron que pasar años y pinceladas para acompasar mi caótica respiración a la sencillez de la curiosidad, a la naturalización de la inconsciencia como fuente de conocimiento. Los frutos, como las frutas, a salvo en una cesta. Para abrazar el tiempo que aún no te pertenece, espero en calma a que me duelan las nubes. De las nubes ya solo se espera que den agua, y quien dejó de doler, finalmente, fui yo misma, a salvo de quedarme contigo.

Desde la calma y mi querida soledad, los viajes son otros. Se hacen con pasitos cortos y palabras amistosas, con cuidados y solidaridades que, ahora sí, atraviesan océanos de tiempo sin que nadie resulte vampirizado. Los ríos metafísicos se recorren con poemas, ritmos, silencios y noches de hospital. El barroco ya no le interesa a nadie, y por eso es fascinante sumergirse en su contemporánea marginalidad para acabar de construirse un cuarto propio que sea al mismo tiempo refugio y espejo.
No te quiero como piensas que te quiero, te quiero mucho mejor. Te quiero tanto que prefiero la distancia para que puedas impulsarte en lo imposible, y desde ahí reconocerte en cada viaje que no hiciste. No me haces falta, me haces brillante en cada tutibeo, en cada beso pendiente, en cada miedo inconfesable. Me haces crecer y creer que tu ilusión es infinita, que así tiene que ser para que no te acabes nunca, ni te aburras ni te engañes más allá de lo cotidiano. Estoy lejos y te encanta, por eso nunca me llamas, ni me prendes ni me apagas.

Si hubiera algo de mí que te resulta fascinante, guárdalo como un tesoro, para encender fuegos artificiales en las fiestas. Acarícialo en tu memoria de pez, porque te va a hacer compañía en todos los intervalos. Y mientras vivas, brilla.

Somos tan complicados, nosotros, tan llenos de misteriosos resortes, de resonancias secretas, de alianzas y hostilidades, de encuentros y desencuentros...jugamos un ajedrez casi demoníaco y maravilloso  (Cortázar, claro)


 

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Notas a pie

por la memoria del cuerpo pasea un silencio entre poemas y arrebatos,
quería, en la próxima nota, volverme radiante y encender gotas imperceptibles 
desde las penas hasta los gatos, sin darse demasiada importancia
honrarme y respetarme como una oración para los años venideros
recolectando mimos y orgullos en una cesta bajo el brazo
llueva o truene 
a cualquier hora
si hubiera un plan mejor
hacédmelo saber antes de que mi plan se vuelva consistente y contagioso
lleno de puntos de sutura y aún así vibrante como un látigo de nubes

por la oscuridad de las pesadillas ajenas
venía agonizando la alegre cocinera que vive dentro de mí
por suerte o por las gracias a la vida
anidó una luciérnaga a la hora exacta de los reconocimientos
y la nota decía: "soy silencio y no me importa"

 

domingo, 3 de diciembre de 2017

Estudio y salud mental

Estudiar siempre ha sido, para mí, estímulo y evasión. Sobre todo cuando soy capaz de emocionarme estudiando, de disfrutar tanto de la dificultad de comprender o recordar, como del placer de redactar o de establecer asociaciones nuevas entre diferentes ideas o conceptos. Entonces sé que estoy protegida de la inestabilidad. En diferentes momentos de mi vida, zambullirme en algún proyecto a largo plazo relacionado con el estudio (oposiciones, máster, ahora de nuevo oposiciones) me rescató de profecías psiquiátricas, de duelos por desamor, o de preocupaciones exageradas por asuntos o personas que tampoco lo merecían tanto.

Estudiar algo tan humano y artístico como es la literatura permite una mezcla de concentración y vuelo. Concentración porque hay que leer, resumir, esquematizar, relacionar, redactar. El vuelo viene de la fascinación de conectar con escritorxs de diferentes épocas, intentar empatizar con su particular relación entre vida, contexto y escritura, leer en sus obras claves humanas, emocionales, históricas, sociales, económicas, políticas. Viajar con ellxs a sus conflictos, a sus valores, a sus contradicciones y genialidades.

Mientras me evado hacia otras épocas, desconecto de decepciones muy contemporáneas, de esfuerzos inútiles por comprender a personas que no desean ser comprendidas, sino solo que estés ahí a merced de sus caprichos. Eso, y poco más, he llegado a comprender por ese lado. No es bonito, no permite crecer. Era tan fácil como estudiar. Lo bueno de estudiar es que es interminable. Entre estudio y trabajo, el tesoro de la amistad. No se qué más se puede pedir.

(El amor romántico se ve ahora como una pesadilla borrosa del pasado)

domingo, 12 de noviembre de 2017

Madrigales

El madrigal, como género cancioneril (antes lo había sido poético) aparece en la década de 1520 en Italia como una respuesta a la necesidad de musicar los versos del poeta del siglo XIV Petrarca y de sus imitadores, como Tasso, Ariosto o Miguel Ángel, entre otros.

La inmensa popularidad de adquirió el Cancionero de este poeta en la primera mitad del siglo XVI obligó a los músicos a inventar un estilo de canción que pudiese transmitir la profunda pasión amorosa que emana de dicha obra. El resultado fue el madrigal, una forma musical compuesta para ser cantada por varias voces – entre tres y siete -, en principio sin acompañamiento, aunque en caso de faltar alguna de las voces ésta podía ser sustituida por un laúd. Así, el madrigal está relacionado con el nacimiento de la polifonía.
(Fuente: músicaantigua.com)

La cantante y compositora italiana Barbara Strozzi (1619-1677) es una de las figuras más interesantes de la música del siglo XVII italiano. Nace en Venecia el 6 de agosto de 1619. Strozzi contribuirá, en su calidad de libretista, al desarrollo de la ópera veneciana y sus textos serán musicados, entre otros, por Monteverdi, Sacrati o Manelli.

El canon de la música clásica occidental es parco en mujeres. Cuando estas aparecen, sin embargo, su obra lleva el sello inconfundible de las adelantadas a su tiempo. Adelantadas no solo como mujeres que se dedican profesionalmente a la música (entre otras actividades), sino como compositoras que introducen novedades estilísticas y que, en palabras de un amigo, suenan sorprendentemente actuales. Supongo que esa actualidad emana de la mirada personalísima con que aquellas precursoras se enfrentaron a sus contemporáneos, al tener que relacionarse en ambientes donde su presencia resultaba algo extraordinario, y me atrevo a suponer no que no era siempre bienvenida.

Por otra parte, al calificarlas de "actuales", quizá se estuviera refiriendo al hecho de que la obra de estas mujeres trasciende el tono preceptivo de las modas de la época, para situarse ya en claves románticas o postrománticas. Quiere esto decir que viajan en el tiempo más allá de las convenciones que les fueron contemporáneas en lo que a expresión de sentimientos se refiere. Dicho de otra manera, consiguieron hacer de la expresión de sentimientos algo propio, con un toque significativamente distinto al de sus compañeros hombres. Me pregunto, por ejemplo, cómo se relaciona una, siendo mujer, con los tópicos literarios del amor cortés. Qué sucede, a nivel artístico, cuando se está del otro lado de la donna angelicatta, de la amante fría y distante que maneja a su antojo el corazón del poeta, o del otro lado del reproche permanente que se le dirige a quien, por otra parte, se le considera poco más que un bello objeto al servicio de las fantasías del poeta correspondiente.

Esto, más o menos, es lo que puede suceder:





miércoles, 8 de noviembre de 2017

Rilke, la que liaste.

¿Cómo habré de retener mi alma
 para que no toque la tuya?
 ¿Quién querría hacerle eso?
¿Nació acaso la libertad para vetársela a las almas?
¿Son los otros la frontera de mi alma? ¿Desde cuándo?
¿Cómo habré de encaminarla
por encima de ti hacia otras cosas?
Que ella misma se encamine, mientras vuela
Ah, bien preferiría someterla a algo lejano,
¿como una cárcel de amor?
perdido en la tiniebla, en un paraje extraño, sosegado,
¿como un taxi a las seis de la mañana?
que no se estremeciese cuando tus entrañas se estremecen.
Pues va a tener razón Platón, que a un alma una diarrea tampoco le quita el sueño
Sin embargo, todo lo que nos toca a ti y a mí,
excepto la lotería
nos une como un arco de violín
o de flechas
que de dos cuerdas saca una única voz
(con lo que embriaga la polifonía)
¿En qué instrumento los dos estamos tensos?
¿Qué músico nos tiene entre sus manos?
¿Si la música es un alma inaprensible?


¡Oh, dulcísimo sueño!
 Holderlin, amigo, no nos quieren.













sábado, 4 de noviembre de 2017

calma

agua de rosas cualquier mañana
cara limpia y alma clara
mantas de lana
sabana al alba
lágrimas blancas
sarabanda lenta
luna llena
planta alta
calma llana
tela bordada
canción de cuna
soledad sana

auto de duda

¿ y si nunca estuviste?

¿y si te soñé solamente en una noche de cuatro años?


entre la realidad y yo siempre hay espacios en blanco
una se acostumbra a cualquier sombra
pudiendo ejercer la delicadeza
como espolvorear magia en la sopa

entre el amor y nosotros solía haber delirio
no sé hacerlo de otra forma
es demasiado importante
para apretarlo con corduras

es demasiado inconstante
para tomármelo en serio
demasiado tonto
para merecer tantos esfuerzos
me duele todo
el auto de duda

lo radical es cuidarnos
leña verde é todo fume





sabana

contra la miopía,
horizontes

contra el miedo,
poemas

contra el futuro,
alegría

gato con bata

cántame bajito
como si supieras
quiébrate la voz
y tócame toda

llévame las fantasías de paseo
suéltame otra vez el pelo
despiértame pronto

dime que no me quieres
recuerda mi nombre
olvídame entera
dame treguas
de siete leguas

viajes al anterior

encontré un alma
en el suelo

sin tiempo
ni argumentos
allí sola

pidiendo 
llorar a la carta
las ausencias
de ella misma

¿qué más quieres?
¿quieres más?











MAD PRIDE

Cuando a una persona le han pasado las cosas que me han pasado a mí, y en lugar de hundirse ha renombrado y resignificado la vulnerabilidad como fuerza, las sospechas que despierta son interminables. Que sospechen de mí es una anécdota comparado con todo lo demás, con todo lo que me ha tocado soportar precisamente por no sospechar de cómo se las gastaban ciertas personas o instituciones.  

Locofóbicos del mundo, que corra el aire, que no tengo el coño para farolillos.

Me da igual lo que se diga de mí, yo sé quien soy y las personas queridas lo saben también. Lo demás son expresiones del aburrimiento existencial que ahoga a los que no tienen ni puñetera idea de lo que es el cariño, que no lo reconocen ni aunque se lo sirvan en la mesa con vino caro y arroz de rebañar. Pues que coman sopa de sobre, o que no coman, o que se asfixien con sus propios pedos.

La primera en llamarme loca soy yo, y a mucha honra. Gracias a la locura he conocido a personas indescriptiblemente maravillosas, que siguen siendo amigas después de años, y mira que soy poco de fiar, qué cosas. Gracias a la locura agarré mi locura por los cuernos hasta dejar de mentirme a mí misma, lo cual constituye tal herramienta para la vida que no puede sino generar envidia a cualquier narcisita despistado, o despistada, y mira que hay de eso (No tenemos paz). Gracias a la locura pude adentrarme en locuras ajenas sin morir en el intento, y mira que algunas enseñaban los dientes, colaborando en la reducción del sufrimiento, en cierta medida, y siempre y cuando hubiese la mínima cooperación del otro lado. Gracias a la locura me he perdonado, he reconstruido mi dignidad, ha aumentado mi sentido del humor, me he vuelto perspicaz, lúcidamente consciente de mí, más cariñosa, más paciente, y me temo que mejor persona. Gracias a la locura he desalojado de mi persona uno de los miedos más grandes del ser humano, que es el miedo a volverse loco. Tantas bondades tiene la locura, que sinceramente compadezco a los sanos, porque sus miedos no son de este mundo.

La última locura de ida y vuelta fue el amor romántico.

Hola vida.

Buenas tardes de radio, en breve empezamos otro pedazo de programa de Radio Prometea, en la emisora resistente Cuac.fm. Contaremos con compañerxs de lucha del COPG
 (Colexio de Psicoloxía de Galicia), con quienes charlaremos sobre las próximas jornadas del 18 de noviembre. Esas de tanlindo título: "Mal de moitos, tarefa de todos".

"Psicotic calzaslargas"

                                               Así me llama. Me encanta.


"Estoy algo atascada en una relación adictiva y poco más, y por lo tanto muy dañina, desde hace varios años. Que no consigo salir, que da igual el veneno que reciba o que envíe de vuelta. Es agotador y destructivo. Y no consigo salir. A veces es el deseo, otras la compasión, otras la rabia, siempre hay disculpas para recaer. En ocasiones me siento fuerte y de buen humor, y creo tenerlo todo bajo control. Es mentira. No controlo. Es más fuerte que yo".

Así empezaba la entrada que iba a publicar, como un reconocimiento del problema que, dicen, es el primer paso para salir de él. Pero como va por días, y esta relación es tan cíclica como sus participantes, hoy no me importa demasiado.

No es para tanto. Hoy no.

Porque la vida sigue, y porque la exposición de Lita Cabellut me ha conmovido. La ONU insta a abandonar el modelo biologicista en salud mental, y algunas asociaciones de profesionales empiezan a sumarse. He conseguido, por fin, apuntarme a una academia para preparar en serio las oposiciones. Mis días están más llenos de amistad y proyectos que de malas sensaciones. Cada vez me siento más a gusto en el trabajo, y lo disfruto. De vez en cuando pinto algo, y aunque apenas tengo tiempo para eso, ni para seguir con la percusión, son actividades que reservo con ilusión para cuando llegue su momento.

Me cansa y me aburre la rabia contra mí de una persona a la que quiero mucho, sentimiento ligeramente raro. Pero su rabia no es de este mundo, y yo tampoco soy la culpable por sacudirme la parte que me toca a golpe de escritura. (Bueno, un poco quizás sí, pero sin exagerar). Cualquiera que me lea desde hace tiempo sabe que lo quiero más de lo que sería justo dado el panorama, que si escribo en clave de parodia punkfeminista es solo para poner límites y reencontrarme cuando esa rabia me salpica. Casi parece que me ofrezco de frontón para su pelotera, hasta ese punto le tengo cariño. No suelo ir de víctima tampoco, asumo mi parte y apechugo con las consecuencias. El precio de la libertad siempre fue alto, más para las mujeres, más aún para las mujeres feministas. Y ya no digamos feministas locas (conceptos que han llegado a ser sinónimos):

No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente, Virginia Woolf

Lo personal es político, Kate Miller

La culpa es la mejor arma de tortura contra las mujeres, Elena Poniatowska

Pero las feministas ya no creemos en la culpa, ni en la reputación. El precio de la libertad es alto, pero su sabor lo es más aún. Si es que vamos provocando...


miércoles, 1 de noviembre de 2017

Rajmáninov y la lluvia

Bajo la lluvia pero a salvo dentro de casa, observo a través de la ventana el lento desplazamiento de nubarrones grises sobre un cielo color blanco sucio, pero también brillante. Se mueven de derecha a izquierda, arrastrándose sobre hileras de pinos oscuros, dándole a la tarde un toque gótico estupendo para estrenar noviembre.

(Rajmaninov, pretérito imperfecto)

Supongo que cuidarme también es enfrentarme a mis recuerdos hasta que dejen de hacerme daño. Ser consciente de que la ternura se termina donde empieza la censura y el desplante. De que todo el genio musical del mundo es nada comparado con una vida libre de violencia psicológica. Sin falsas expectativas, sin montañas rusas emocionales, sin reproches en ninguna dirección, sin ilusiones ni decepciones, sin silencios hirientes, sin rabia propia ni ajena, sin insomnio, sin fantasías. Sin locofobia ni misoginia. Bienvenido aburrimiento si es por ausencia de dolor.

Por mí que se queden solos los que no quieren estar con nadie. Por mí que se les llenen las noches de telarañas y silencios espectrales. Por mí que teman el devenir del mundo que más se parezca a lo que han sembrado. Por mí que lleguen a tiempo para desandar todos sus caminos y tenderse la mano a sí mismos, si acaso descubren a tiempo que no somos nada si no hay nadie con quien compartir lo que somos.






domingo, 29 de octubre de 2017

En los cuentos de hadas, las princesas nunca tienen amigas

Con todo lo que me queda por disfrutar, la menor de mis preocupaciones debería ser que una relación tóxica me haya hecho estancarme alguna que otra vez. Puesto que resulta enormemente difícil encontrar personas hombres que se comprometan con el cuidado de los otros como base ética, y puesto que esa falta de cuidados saca lo peor de mí, quizás ahora toca mucho mucho pero mucho autocuidado.

A partir de ahora, vendrán una serie de entradas en las que profundizaré sobre ese tema. Me desperté esta mañana con un artículo de Coral Herrera a propósito del difícil arte de querernos a nosotras mismas dentro de una sociedad que no nos quiere, y que por lo tanto nos aboca a consumir para estar "guapas", a rivalizar entre nosotras y a dejarnos atrapar en relaciones de dependencia que poco consuelo pueden ofrecer, precisamente porque es la solución propuesta por el mismo sistema que nos odia sistemáticamente (se llama pariarcado, y nos tiene hartas).

Afortunadamente, existe el feminismo. En los últimos tiempos bálsamo, consuelo y refugio, y también fuerza, creatividad, alegría y valor. El feminismo siempre está ahí, encarnado en los abrazos   de mis amigas, en su escucha generosa, en los cuidados como principio y en la lucidez de llamar a las cosas por su nombre. Porque no solo duelen los golpes, y porque no solo duele el daño recibido. También duele mucho, y agota, el desgaste de defenderse una y otra vez, de comprobar cómo, ante una relación que es como una serpiente oscura y pegajosa, yo también me vuelvo serpiente, y enveneno. Es un precio muy alto para el ridículo tamaño de las migajas de lo que sale bien.

                                                
                                                                     .....

(Es la primera vez que hago esto, pero he decidido eliminar el último párrafo, y sustituirlo por este, por respeto a una persona que vale mucho la pena aunque no sea perfecta. Que vale mucho la pena precisamente por eso. A la que siempre le he deseado lo mejor, aunque no coincidiese con lo que deseaba yo)

sábado, 28 de octubre de 2017

Las niñas prodigio

Ante la duda y la zozobra, la biblioteca. Las mujeres que leen son peligrosas, y yo necesito armas por si se declara una guerra. Encuentro, o el libro me encuentra a mí, "Las niñas prodigio", de Sabina Urraca (ante la duda y la zozobra, en vena y sin anestesia).

Sabina Urraca me abraza con su escritura feminista autoparódica, y mientras cuenta cómo se sintió de todo menos poética el día que la invitaron a presenciar un parto natural, con su sangre, su caca y su susto... rompo a reír a carcajadas, sin freno, sin mañana, sin tiempo y sin espacio. Me río con la generosidad que regala Sabina compartiendo conmigo el reírse de sí misma, me río con ella en un acto de agradecimiento infinito, a ella y a todas las mujeres que con su ejemplo nos invitan a ser nosotras mismas. Una risa peligrosa, sin permiso ni perdón (en Halloween me disfrazo de escritora, que al parecer da muchísimo miedo)

Ese día empecé a dejar de quererlo. Estaba a mi lado y le molestó mi risa. "Histriónica", dijo. Luego vinieron los silencios violentos, esos con los que los hombres perfectos castigan a las niñas malas, a las que se ríen fuerte, a las que eructan en cualquier sitio, a las que tienen cuerpo y lo disfrutan. Mi cuerpo que ríe, que gime, que se enfada, que teclea con furia guasaps de autodefensa, que sabe hacer de todo menos olvidar a tiempo a quien le hace perder el tiempo. Mi cuerpo que se encariña y se pierde por esos senderos de escondrijo y matorral, de montañas rusas, de despertares tristes y euforias tan efímeras como el valor de sus palabras de amor.

Esta vez no hay grandes decisiones, no quiero decepcionarme a mí misma confundiendo marañas con etapas vitales. Hay un continuo de inestabilidad emocional que se circunscribe al otro como ilusión erótica. Fuera de ahí, todo lo demás es llevadero, agradable incluso. Hemos construido relaciones bonitas con amigas y amigos, playas paradisíacas donde nada ni nadie puede hacerme daño de verdad. Esa es mi fuerza, y esa fuerza siempre ha estado ahí. Aprendí de mis amigos gays primero, y de otras tantas amigas del activismo en salud mental y feminista después, la importancia de la amistad como resistencia, como espacio de vidas que importan. (Que mi vida no te importe dice mucho más de ti que de mí). Aprendí el valor del drama para desdramatizar, ahí es nada.

Esta vez no voy a enfadarme conmigo misma, ni con nadie. Me deslizaré tranquila por lo cotidiano, por lo intrascendente. Desde esta orilla contemplo la intensidad como algo que le pasa a los demás, mientras voy reuniendo motivos y razones que justifiquen abrirle la puerta de nuevo a cierta clase de vértigo, con menos prisa que un oso panda masticando una hoja de bambú a la hora de la siesta.





viernes, 8 de septiembre de 2017

Taller literario

Metáforas del sufrimiento:

Caída, recaída, pozo, ciénaga, insectos, vacío, ira, desierto, páramo, vómito, persecución, ridículo, túnel, palpitaciones, terquedad, explosión, derrumbe, silencio, balbuceo, sequedad, acero, diagnóstico, tormenta, resquebrajamiento, tragedia, estrago, cuervos, burla, absurdo, nubes, hielo, sombra, arañazo, gemido, desgarro, infierno, amenaza, huida, despilfarro, sacrificio, anhelo, trance, sangre, oscuridad, autolesión, púas, ortigas, espectros, veneno, escrúpulos, grieta, ombligo, náusea, sacudida, peligro, extrañamiento, despersonalización, feroz,


Metáforas de la alegría:

Abrazo, amigas, justicia, horizonte, complicidad, transparencia, feminismo, rebeldía, generosidad, creación, romero, fresas, placer, inspiración, brillante, celebrar, maullido, revolcón, intimidad, valiente, bosque autóctono, pactos de cuidado, llámame a cualquier hora, son cubano, luciérnagas, lasaña, invitación, detalles, cariño, cariño, cariño, cariño, cariño.....  



miércoles, 30 de agosto de 2017

Luciérnagas

Qué tristísimo es sentir tristezas ajenas que no se dejan tocar. En el activismo en salud mental, el que se hace a nivel interpersonal, hay una carga de estrés por el dolor del otro que va implícita. Hay también un grado alto de desobediencia al imperativo psicológico neoliberal de que cada palo aguante su vela, y el precio de esta desobediencia puede ser alto.

He dejado tantas veces que el dolor ajeno se hiciese uno con el mío propio desde hace tantos años, que parece como si se hubiera convertido en mi naturaleza. También lo he confundido hasta el punto de creer que lo que me ayuda a mí le puede ayudar a los demás, lo cual es peligroso porque tiendo a ser dura conmigo misma, a elegir los caminos más punkis para que la luz se haga más rápido, la luz que me deja hacer el análisis correcto. Y eso puede ser demasiado para algunas personas. Para otras no tanto, quizá más parecidas a mí. Así que seguro que me equivoco más veces de las que acierto, y eso también duele, y se suma al precio doloroso de la desobediencia.

Lo más importante es poder hacer entender, a las personas que lo pasan mal, que son luciérnagas, porque aunque muchas veces no vean su propia luz (quizá porque alumbra a partir de sus espaldas, es decir, a posteriori), los demás sí la vemos, y vaya si la vemos. Dicho de otra manera, la influencia bonita de la luz de las personas es algo completamente intangible, que se expresa en forma de alegría, reconforto, aprendizaje, experiencias compartidas, inspiración, caminos que empiezan, o recuerdos bonitos. Así que lo mejor será decirlo. No vamos por ahí diciendo "eres una luciérnaga", tendemos a expresarlo con otras palabras más comunes, pero que significan lo mismo: Te quiero. Eso queremos decir cuando decimos que queremos a alguien, le estamos reconociendo su estatuto inalienable de luciérnaga. Aunque todas las personas tengamos zonas oscuras, brillamos aún sin ser del todo conscientes.

Brillamos mientras vivimos. Si somos zombis por temporadas, bueno será darse cuenta pronto, y hacer algo contra esa inercia de la pseudovida. Encontrar sus causas, analizar las consecuencias de quedarse inmóvil, empezar a moverse, por ejemplo pidiendo ayuda, o aceptando, de la manera que sea, la que se nos ofrece aunque no la hayamos pedido (aunque depende de quién venga, claro, eso también es valorable) Y si es con amigxs, debería ser más fácil. A mi los amigxs me han ayudado tantísimo, siempre, que si estoy viva y no zombi, es gracias a ellxs, por encima de cualquier otra consideración en lo que a cuidados se refiere.

lunes, 28 de agosto de 2017

Cuesta arriba

 Un año, dos años, tres, décadas incluso. Las malas épocas pueden instalarse en la vida de una, literalmente como un cáncer. Algo pegajoso, como de que nada encaja y de que tampoco nosotros encajamos. Cualquier contratiempo es agonía, o señal agorera de que nos marca un destino fatal. Dramas aparte, funciona mirar hacia atrás, no para regodearse, sino para encontrar narrativas propias de que podíamos, y pudimos. No nos engañemos, muchas otras veces pudimos, casi con todo.

Quizás ahora pensamos que todo es culpa nuestra o, peor aún, que todo es culpa de los demás: porque no nos quieren lo suficiente, porque no nos entienden lo suficiente o por lo contrario, porque nos conocen casi mejor que nosotros mismos y nos calan, y señalan justo aquello que no queremos ver, mirar, encarar. Nos señalan tareas que nos parecen heroicas, en momentos en los que nos sentimos de todo menos héroes, o heroínas. Así que quizás rechazamos a esas personas, agresivamente incluso. Las rechazamos porque rechazamos eso de nosotros que nos señalan, y que no soportamos. No nos soportamos, y no soportamos que alguien quiera abrir la puerta que queremos mantener cerrada a cal y canto, aunque tenerla cerrada sea, paradójicamente, una de las causas posibles del mal que no cesa de subir, arriba y arriba. Cuesta arriba.

Evidentemente, no todo es culpa nuestra. Esa lectura es propia de la new age, digo del neoliberalismo, tanto monta monta tanto. "Te sucede lo que atraes" (sea la barbaridad que sea). Iros a limpiar el aura y dejadnos en paz con vuestro psicomárketing de sonríe o muere.

Evidentemente no todo es culpa nuestra, y mucho menos de los demás. Al césar lo que es del césar, y mejor vayamos por partes:

- Vamos con las narrativas propias de épocas pasadas, cuando sentíamos que teníamos cierto control sobre la relación entre esfuerzo y recompensa, cierto equilibrio al conseguir distinguir lo propio de lo ajeno, y sobre todo, las responsabilidades de cada cual en cualquier asunto. Quizás ni siquiera éramos conscientes de esa capacidad, como si fuese algo natural. Pero ahí estaba. Estudiábamos, obteníamos calificaciones, expectativas, resultados, se convertían en profesiones, negocios, o alejamiento consciente de todo ello, pero con el halo romántico de quien está fuera del sistema por decisión propia. Desarrollábamos nuestros talentos, se nos reconocía, el ambiente era más de celebración, admiración y curiosidad que de envidia y desconfianza. Eran otros tiempos, y los tiempos cambian.

- En esas narrativas de nosotros mismos, había unos valores, había prioridades y proyecciones, había un ambiente determinado. Social, económico, político. Probablemente no lo veíamos, no pensábamos mucho en ello, pero estaba ahí. Estaba la economía familiar, estaban los amigos de nuestra edad, estaban sus valores, que se parecían a los nuestros, lo cual proporcionaba infinitas experiencias y temas de conversación, daba complicidad, y en conjunto, los amigos de nuestra edad con valores parecidos a los nuestros daban calor. (¿Qué están haciendo ahora? ¿Por qué los vemos tan poco? ¿Por qué no los vemos nunca?) Estaba también la música, y los productos culturales en general.

- En esas narrativas de nosotros mismos, había también una autoimagen, que nos creábamos con la propia narrativa: soy buena en esto, se me da fatal aquello, me gusta salir, me gusta bailar, me llevo bien con todo el mundo, me caen mal los pijos, yo que sé, cada una tenía lo suyo. Había identidades, lecturas, ambientes, actividades, formas de estar con la gente, fuera en conciertos, clases, trabajo, asociaciones...Todo eso nos hacía ser como éramos, aunque no lo pensásemos conscientemente.

- En esas narrativas no hacía falta pensar conscientemente en lo que nos conformaba como personas, fundamentalmente porque entonces no se nos hacía todo cuesta arriba. Ahora tampoco lo pensamos conscientemente porque pensar también se nos hace cuesta arriba. Antes no lo necesitábamos, ahora es que no podemos.

- Ahora también hay valores, productos culturales, factores socioeconómicos, narrativas de nosotros mismos. Quizá la mayoritaria sea que todo se nos hace cuesta arriba. Excepto si abrazas el neoliberalismo como estilo psicológico. No, tampoco. Si abrazas el neoliberalismo, lo que harás será intentar, a toda costa, que nadie sepa que todo se te hace cuesta arriba. La vulnerabilidad, las dificultades, la precariedad, la sensación de soledad y extrañamiento, la necesidad de ser aceptado, comprendido más allá de aquellos momentos en los que puedes mostrarte sonriente y disimular, todo eso está mal visto. Puesto que apenas lo muestran los demás, tú tampoco. Y si alguien lo hace, algo sacará de beneficio, lo hace porque algo oscuro y sospechoso le lleva a hacerlo. Puesto que el neoliberalismo nos enseñó que el altruismo no existe, que la alteridad solo es patrón o cliente, competencia, o pereza, entonces lo más sospechoso es una alteridad que quiere acercarse, porque algo querrá, porque algo sacará, porque alguna intención perversa albergará. Vivimos la era del miedo al otro, y por tanto, la del miedo a aquello de nosotros que puede ser como los otros.

- Búscate una pequeña comunidad de intereses, algo vagamente identitario y lo menos politizado posible. Búscala, encuéntrala, identifícate y quédate ahí. No salgas a ver mundo, porque el mundo está lleno de peligros. Búscate una pareja posesiva y excluyente, búscate un club de lectura, de cocina, un grupo de meditación, alguna cosita que te distraiga, que te de una ilusión de comunidad, y ya, confórmate, compártelo por las redes sociales. Sal de casa para ir al trabajo en el día a día, y sal a pasar tiempo con tu comunidad en los ratos de ocio. No necesitas más. No necesitas más. Aquellos que de verdad se benefician con tu cuesta arriba así te lo aconsejan.

- Todo te parece cuesta arriba y, además, te falta la memoria de cómo eras cuando no eras así. Depresión? Pastillas? Psiquiatras? Ellos no te van a devolver la memoria, porque no trabajan para la memoria, trabajan para las fábricas químicas del olvido. Esto es lo que hay. Tu enfermedad no tiene cura, no se cura con palabras ni con vínculos, ni mucho menos con memoria. "Tu enfermedad es cerebral y se cura con pastillas", que te hacen perder todavía más la memoria...

- Así se construye socialmente una depresión generalizada, entre otros mecanismos socieconómicos, y políticos, y militares. Ahora vamos a ver cómo se deconstruye. Haz memoria. Memoria individual y memoria colectiva. No estás sola, busca a las otras. No estás solo, busca a los otros. No estás solx, busca a lxs otrxs.

- Haciendo memoria, resulta que esa persona que ahora te irrita tanto, y a la que tú también has irritado más de una vez, y a la que has decidido dejar de ver porque se te hace cuesta arriba, antes era tu amiga. Resulta que ese amigo que ahora toma pastillas, antes no las tomaba, y se reía y leía un montón. Resulta también que antes no te cansaba tanto la gente, que llegaba el fin de semana y apetecía salir, a ver a gente conocida, a conocer a gente nueva. Cada vez hay menos gente alrededor, porque cada vez más gente se nos hace cuesta arriba. "Aléjate de las personas tóxicas", dice la propaganda psicopolítica que vela por tu bienestar de falsa sonrisa infinita. De acuerdo, te alejas de las personas tóxicas, hasta que descubres que empiezan a alejarse de ti porque también te has convertido, para otra gente que sonríe más que tú, en una persona tóxica. Sonríe o muere.

- Haciendo memoria, resulta que antes no estaba mal visto implicarte en los problemas de los demás. Lo que estaba mal visto era lo contrario, se llamaba dejar tirados a los colegas. Poco a poco empezaste a escuchar voces que decían: cada palo que aguante de su vela, que yo ya tengo bastante con lo mío. De estar mal visto dejar a la gente tirada, empezó a estar mal visto seguir relacionándote con la gente llamada tóxica. Pero, ¿qué se considera realmente una persona tóxica? ¿Cómo se construyó esa demonización tan gratuita de cualquiera que no sonría lo suficiente? Quizás la clave está en que antes los problemas mentales no estaban tan generalizados como ahora. No estaba tan generalizada la depresión, y por lo tanto no había a tu alrededor tanta gente triste, irritada e irritante como antes. La depresión es larga y pesada. Si en una pandilla de amigos una persona tiene una depresión y las demás no, puede ser mucho más llevadero que si son tres, o cuatro, o casi todos, los que están en ese estado de crisis existencial y confusión de valores.

- Haciendo memoria, nunca hubo tanta gente deprimida como ahora. De esta manera, generalizada, sorda, escondida...escondida porque es algo que hay que esconder, puesto que hablamos del territorio tabú de la vulnerabilidad. Escondida porque la tristeza también se esconde y se disfraza, emocionalmente hablando. Esta semana me dio la clave una buena amiga, y no me cansaré de agradecérselo, la clave de cómo la tristeza se disfraza de rabia, de enfado, de irritación permanente, con una, con el mundo, con los demás. Vamos, que la tristeza escondida te convierte en una persona tóxica, vista desde fuera. Desde esa mirada de fuera que juzga el apoyo como sospecha (y el apoyo continuado en el tiempo que puede necesitar una depresión, pues nos lo podemos imaginar: una sospecha continua). Y cuando juzgas el apoyo como sospecha, ni siquiera sabes hasta qué punto eso es un suicidio simbólico, individual y colectivo.

- Nada más lejos de mi intención que la de afirmar que miles de personas necesitan pastillas, previo diagnóstico clínico de depresión. No, evidentemente esa no es la idea. La idea es entender, para poder ir más allá. La madeja está bien enredada, pero la paciencia es un valor, hoy algo denostado, con el que se puede llegar bien lejos. La solidaridad es otro valor denostado, denostadísimo, sobre el que más vale volver si de verdad queremos girar el timón. Porque es necesario, y porque es urgente. Hasta aquí un intento parcial, apresurado (porque es urgente), y muy mejorable, de coger este asunto por los cuernos. De aquí en adelante, y como reza el título de las próximas charlas en las que participará Radio Prometea: "Mal de muchos, tarea de todos". Supongo que seguiré dándole vueltas, que la psicosis y el amor romántico ya los tengo muy vistos.

-  


jueves, 17 de agosto de 2017

Transparencia y opacidad

Se le ve venir

No hay quien le toque la fibra porque no se deja

Los relatos incluyen contextos, los contextos están llenos de personas

Cada cual es cada cual y su circunstancia (así en singular)

Se desahoga para no ahogarse

Se ahoga porque no se desahoga

Redes afectivas

Reclusión y ensimismamiento

Apoyo mutuo

Vergüenza y orgullo

Confianza fácil

Paranoia

Disposición a la resolución de conflictos

No dar la cara

Generosidad

Avaricia emocional

A otra cosa mariposa

Rencor

Comedia

Drama

Cultura libre

....

Redes afectivas

Soledad

Cuidados

Muros

Interdependencia

Individualismo

Activismo

"Apolítica"

Feminismo

"Ni machismo ni feminismo"

Autocrítica

Heterocrítica

Transfeminismo

Heteropatriascazo












domingo, 13 de agosto de 2017

Por ejemplo un pájaro

Arco de minorías, dame calor y puntería

Una sana melancolía maldice los relatos de almas

Sé colgar medallas como las chicas sonrientes de los podios deportivos,
Sé cuidar hasta la náusea las pesadillas ajenas
 hasta que son las mías las que chillan y entonces

Por ejemplo un pájaro.

O derivar.

Ni puentes sobre aguas turbulentas ni vuelos a ningún sitio
porque el vuelo está dentro y no lo dejo salir

                           
                         ¡¡¡¡¡¡AHHHHHHH!!!!!


la causa humanitaria de los falsos corazones ardientes

(mujer bonita es la que lucha, en ella hay océanos)

pececitos

 estar cerca, estar lejos

pero si yo estaba de vacaciones

pincelada número uno

me sobra corazón hasta para meter la pata, una maldición como otra cualquiera

pincelada número dos

hay pasiones propias que curan como besos entre lágrimas

pincelada número tres

adelante




















martes, 8 de agosto de 2017

Mentes roussonianas, cuerpos sabios

Creo que fue Rousseau, entre otros, quien creía en la bondad intrínseca del ser humano, allá por el siglo XVIII. En esa época pervivía la manía de separar, platónicamente, la mente del cuerpo. Las manías humanas son históricas e insidiosas, y poco han cambiado en ese aspecto nuestras cosmovisiones sobre esos asuntos, es decir, sobre nosotros mismos. Digo nosotros en masculino porque parece ser algo que afecta más a los hombres, y me incluyo en lo que me ha tocado de "masculino"... que tampoco es poco (tener "demasiada iniciativa" suele considerarse masculino, y lo mismo la tengo para empezar relaciones, que la tengo para hacer blogs, programas de radio...bla bla bla, tampoco es el tema)

Actualmente, la separación mente-cuerpo opera, por ejemplo, en la medicina, todo se estudia a trozos. No sólo se separa la mente del cuerpo, sino que se separa el cuerpo de sí mismo, se divide, se fragmenta, y se estudia por partes, como si no hubiera relación alguna entre ellas. Pero vamos con Rousseau, que me lío. Heredé culturalmente de este señor, que lo mismo era simpático, una cierta idea de bondad intrínseca del ser humano, al menos entre las personas cercanas de andar por casa (los psicópatas de las altas esferas ni son roussonianos, ni andan por mi casa). Entre esas personas, también llamadas amigas, conocidas que podrían llegar a ser amigas, gente bonita, admirable, cariñosa, solidaria, empática...hay una presuposición de bondad. Así que, al menos entre ellas, ando confiada. Con los chicos es otra cuestión, está el tema del machismo y la pedagogía feminista, que da un poco de trabajo, pero básicamente la presuposición puede mantenerse con carácter general, siempre dentro de ese círculo cercano (que puede ir desde mi casa a los lugares habituales del área de la ciudad en la que me muevo).

Pero, ¿qué pasa en las relaciones complicadillas? Hace poco me refería a una relación adictiva de la que me estaba curando. Como todo proceso de abandonar adicciones, del tipo que sean, algún riego de recaída siempre hay. Esta semana he tenido una, cierto que solo fue telefónica, pero fue. Y menuda la que lié, conmigo misma. Mi mente roussoniana cantaba cual sirena su melodía habitual, hasta que mis palabras llegaban a ser eco de mi pensamiento ("Solo quiero que aprendas a mar", dice La Lupe, que es una lianta. Menos mal que está su música para reírnos del drama). Total, que mandé un montón de mensajes, resumiendo, y confesando que soy una plasta cuando me pongo. Hasta aquí mi mente roussoniana, ejerciendo de tal.

¿Qué hacía mi cuerpo mientras tanto? Un dedo tecleaba como si en ello se dirimiese el futuro de la humanidad, el dedo roussoniano que seguía las instrucciones de pensamiento y lenguaje que mandaba el cerebro roussoniano, pero resulta que el resto del cuerpo se puso inquieto, ansioso, revoltoso, se negó a comer y se negó a dormir, al menos durante unas cuantas horas. Mi cuerpo ponía el dedo en la llaga. A mi cuerpo se la trae al pairo lo roussoniano, mi cuerpo lo que quiere es gustito y respirar bien, y para eso necesita dormir, comer, moverse o estarse quieto, pero con alegría. Y ese día no estaba alegre, no hacía más que protestar. Es incomodísimo un cuerpo protestando contra las acciones de la mente roussoniana, es agotador vivir en cuerpo propio esa batalla. Al final el cuerpo tomó el control de la conversación, y me vi tecleando sobre lo incómodo que estaba mi cuerpo, en clave, claro, porque mi mente seguía empeñada en que aquello era algo mental, psicológico, sentimental o cualquier otro mentalismo del estilo.

A mi interlocutor se la traía al pairo tanto mi mente roussoniana como mi cuerpo protestón, de manera que no hay mayor paradigma de un diálogo de besugos que un monólogo de besugos. Nunca entenderé del todo en qué clave me lee este chaval, pero mi cuerpo me dice que ni se me ocurra intentar averigüarlo, que su rollo no es de mi mundo. Mi mente roussoniana a veces tiene buen perder, y en última instancia se sale un poco con la suya, y se consuela reflexionando lo siguiente: "que la mayor parte de las personas de mi mundo sean buenas no quiere decir que se pueda amar a todas". Mi cuerpo sabio, que cuando la mente tiene razón no tiene problema alguna en dársela, toma el mando y me lleva de nuevo por los caminos sanos del descanso, la luz del día y los placeres alegres.

"Larga vida a Epicuro", me susurran al oído cuando se ponen de acuerdo.


sábado, 29 de julio de 2017

Hormonas vestidas de seda

El tema de las hormonas me resulta fascinante. Yo veo las hormonas como unas drogas de andar por casa, de fabricación casera. Parece que viene de serie la capacidad de fabricarlas, así como la información genética. Lo que ya no parece venir tanto de serie son las relaciones que se producen a posteriori, por ejemplo entre las vivencias psicosociales y la segregación de una u otra hormona. Por ejemplo, si estás embarazada, segregas unas hormonas específicas, o también si estás en peligro, o si hay fiesta sexual a la vista. Pero para que tales hormonas se segreguen hace falta el embarazo, el peligro, o los ingredientes para la fiesta.

O entre la información genética de serie y aquella que se enciende o apaga según vaya la feria, lo que viene siendo la epigenética ("Se puede decir que la epigenética es el conjunto de reacciones químicas y demás procesos que modifican la actividad del ADN pero sin alterar su secuencia. Considerar las marcas epigenéticas como factores no genéticos nos alejaría de la verdadera visión de la disciplina científica. Las marcas epigenéticas no son genes, pero la genética moderna nos enseña que no sólo los genes influyen en la genética de los organismos". Wikipedia dixit)

Volviendo al tema de las hormonas, la epiendocrinología (palabro que me acabo de inventar) sería el estudio del conjunto de reacciones químicas Y DEMÁS PROCESOS que regulan la actividad de las hormonas sin alterar su composición, digamos. Es decir, que aunque la hormona se vista de seda, hormona se queda, sí, pero...¿qué pasa cuando las vestimos de seda?

El otro día me encontré con un chico que, en principio, me atrae. Como estaba pasando por un proceso psicoafectivo de duelo, o más bien desintoxicación de una relación compleja, no me dio la gana de segregar las hormonas pertinentes de fiesta sexual a la vista, que sería lo suyo en esa circunstancia. Decir no me dio la gana suena voluntarista, y como de superpoderes sobre el organismo, a la manera de los fakires y el dolor. Nada más lejos de la realidad, porque conscientemente yo no decidí nada, simplemente reflexioné, a posteriori, que mi cuerpo "había decidido" no segregarlas, a la vista de la prioridad psicológica de no meterme de momento en nuevos líos sexoafectivos. Es decir, que había un impertativo psicológico de autocuidado que pasaba por no activar ninguna relación nueva, y ese imperativo (autogenerado tras reflexiones emocionales sobre lo que más me conviene para tener una salud mental chachi en lugar de una cutre) estaba gobernando, o al menos influyendo de forma significativa, de alguna forma en el proceso de segregar o no segregar determinadas sustancias ante esa circunstancia.

La anécdota anterior sugiere una vestimenta de hierro más que una de seda, pero ahora voy con la suavidad de la seda. Últimamente he tenido experiencias premenstruales largas y molestas, a lo largo de varios años. Emocionalmente, esas experiencias en forma de segregación hormonal tienden a activar lo más molesto de nuestra vida cotidiana reciente: conflictos, penas, miedos...son como un recordatorio (en estos tiempos de prisas y evasión del conflicto afectivo o del dolor) de que hay asuntos pendientes. O dicho de otra manera, el cuerpo nos envía mensajes en forma de segregación hormonal. Ahora bien, ¿es esa la única dirección posible? ¿Tiene el cuerpo siempre el privilegio de la inicativa en la comunicación? Es decir, ¿puede ser al revés? ¿que una decisión producto de la reflexión intelectual sea la primera en enviar el mensaje al sistema endocrino, condicionando la segregación hormonal?

Siguiendo con el asunto de mis molestas experiencias premenstruales recientes, este mes ha sucedido algo distinto. Como mencioné antes, estoy en pleno proceso de desintoxicación, mediante la razón y la voluntad, de un cierto modelo de relación sexoafectiva en el que, de una forma u otra, me veía envuelta de manera recurrente. Y ese era, sin duda, el verdadero asunto pendiente que mi sistema hormonal se empeñaba en recordarme uno y otro mes. Total, que yo lo entendía todo al revés y, ante el sin duda bienintencionado recordatorio yo respondía yendo al asunto, sí, pero para alimentar el fuego, en lugar de sofocar el incendio. En un momento de la piromanía metafórica del mes pasado, me di cuenta en tiempo real y paré, con la inestimable ayuda de mi querida amiga R. al teléfono. Juntas reflexionamos, en esa conversación, sobre cómo la consciencia en tiempo real de la piromanía era una herramienta para sustituir el mechero por el extintor. (Bastante parecido a la herramienta de autocontrol del delirio). La consciencia construida en colectivo, con apoyo real y personal, con cariño del bueno.

A partir del momento en que cambié mechero por extintor, y viendo que, efectivamente, el extintor servía para apagar el fuego, lo que sucedió, siguiendo con la metáfora, fue que después de las cenizas llegó la lluvia, y con ella la rehidratación de mi día a día. Entre quedadas con las amigas, soledad elegida y disfrutada y otras actividades propias de las vacaciones, mi tono emocional pasó de estar quemado a resplandecer de salud. Si ese proceso fuese un mensaje que yo enviaba a mi sistema endocrino, el contenido del mensaje sería: "Ok, teníais razón, ya me he ocupado del asunto de la manera correcta. ¿Podríais ahora, queridas hormonas del buen rollo, reproduciros como esporas y acompañarme para facilitarme la estabilidad y celebrar que hemos hecho un buen trabajo?

Y las hormonas se portaron. La hormona vestida de seda hormona se queda, pero vaya diferencia de tacto. Este mes no he recibido demandas de asuntos pendientes, apenas medio día de dolor físico normal y corriente. Alimento esta maravillosa noticia con lecturas sobre el fascinante tema de la agamia y sus ventajas. Si el amor, concebido como incendio y dependencia, es una construcción social, entonces se puede construir algo diferente. Deseadnos suerte, a mis hormonas y a mí, cuando volvamos a tener algún asunto entre manos. Por lo pronto, hemos conseguido construir, entre nosotras, una comunicación fluida y de calidad, que no es poco.

R., te quiero un montón, gracias amiga!

martes, 25 de julio de 2017

Cierta luz menor aún puede brillar incandescente

Un día me despertaré pintando el respeto hacia mí misma, pero no cantaré victoria hasta que sean muchos días, y no uno. Otro día saldré de casa por motivos nuevos, que no sean trabajar o refugiarme. Me dará igual estar sola o acompañada, porque estaré bien. Algún día me sorprenderé teniendo que hacer memoria sobre la última vez que lloré por lo de siempre, porque se habrá deshecho el nudo en el estómago, y mi risa será alegre, celebrando la vida sin relaciones imposibles.

Un día como hoy abriré este blog y me encontraré más cerca de ese día, más cerca de las palabras que había empezado a escribir, y que no publiqué porque no era su momento. Un día como hoy, los ecos de mujeres sabias como elefantes y valientes como tigres me harán cosquillas en la oreja, tanto que desearía escuchar voces, físicamente, siempre que fueran las suyas. Mujeres como Frida Kalho o Virginia Woolf. Escuchar voces sería entonces un privilegio secreto, un toque de distinción, como lo fue en su momento aprender a no tenerle miedo a los pensamientos delirantes. Fue relativamente fácil conseguirlo en cuanto descubrí que el secreto era mi relación con ellos, y que esa relación podía construirse, lo mismo que se construye cualquier otra. A diferencia de las relaciones con personas de carne y hueso (donde no siempre es fácil construir algo si alguna de las partes no lo ve claro), en la relación con mis pensamientos, la voluntad de querer (valga la redundancia) tenía sus frutos. Desde entonces pocas veces me ha vencido la inseguridad, el miedo al qué dirán o qué pensarán de mí. Al fin y al cabo, ya habían pensado lo peor, que era visualizarme como loca. A las mujeres se nos ha llamado locas tantas veces que deberíamos considerarlo un piropo, que dice mucho más de la soberbia de quien lo dice que de los atributos de la acusada.

Un día como hoy es verano, la luz es preciosa y tengo por delante todo el tiempo del mundo. Cuando no se está a gusto, el tiempo libre es una condena, puesto que tiende a rellenarse una y otra vez con los aspectos más conflictivos de la vida en la que estemos inmersas. Los más conflictivos, los más tristes, los más cuesta arriba. O simplemente la cuesta abajo, también llamada vacío existencial, depresión, o aburrimiento. He sido muchas veces víctima de todo eso, de todos y cada uno de los aspectos. Mi historial de penurias está más que cubierto, y sobre el futuro no se puede saber nada, así que me limito a mencionar las pasadas. Las menciono de pasada, eso sí. Porque hoy no caben, y espero que mañana tampoco.

Un día así no sucede nada especial, no ha habido premios, grandes inspiraciones, novedades ni reencuentros. Bueno, quizás lo enorme es que, no habiendo nada de eso, me siento bien, a gusto. Tampoco ha habido conflictos emocionales ni ganas de darle importancia a ninguno reciente (allá cada cual con la parte que le toque) Pasando el día entre discos de conciertos recientes, redes sociales, la cama, el libro, los gatos, los huevos con patatas, mensajes con las amigas y un plan sencillo para la tarde: caminar, caminar mucho. Caminar entre personas desconocidas con vidas propias, teniendo en común con ellas, como mínimo, ese caminar, poesía humana y urbana del movimiento, metáfora de otros movimientos, variados, complejos, prometedores. Caminar con una amiga y sentirnos también acompañadas por las poetisas malditas (que haberlas haylas) y sus conjuros abrazando la soledad lúcida y poniendo en valor locuras que son antorchas contra el frío que tantas veces sentimos sin creernos merecedoras.

Un día como hoy me quiero, y poca vergüenza me da escribirlo para que conste en el acta de la asamblea diaria, esa en la que intentan llegar a un consenso los pensamientos con los actos. Los asuntos graves han de ser tratados con la mayor de las ligerezas.

Corneja negra en tiempo lluvioso

En una rama tiesa allá arriba
se encorva una corneja negra, mojada
arreglando y desarreglando sus plumas bajo la lluvia.
No espero un milagro
ni accidente
que encienda la visión
en mis ojos, ni busco ya
designio alguno en lo inconstante del clima,
pero dejo que las hojas moteadas caigan como caen,
sin ceremonia ni portento.

Aunque en ocasiones, lo admito,
deseo alguna réplica
del cielo mudo, la verdad, no me puedo quejar:
cierta luz menor aún puede
brillar incandescente

desde la mesa o la silla de la cocina
como si de vez en cuando un ardor celestial 
tomara posesión de los objetos más estúpidos ---
santificando así un intervalo
de otro modo inconsecuente

confiriéndole grandeza, dignidad,
amor, podría decirse. De todos modos, ahora ando
con precaución (porque esto podría ocurrir 
incluso en este paisaje  ruinoso y opaco); escéptica
pero cauta, ignorando si

un ángel eligió destellar
de pronto a mi lado. Solo sé que una corneja
arreglando sus plumas negras puede brillar tanto
como para embargar mis sentidos, izar
mis párpados, y conceder

una breve tregua al miedo
de la total neutralidad. Con suerte,
si atravieso empecinada esta estación
de fatiga, podré 
ensamblar un todo

con las partes. Los milagros ocurren,
si se tiene el cuidado de llamar milagros a esos
espasmódicos trucos de la luz. La espera ha vuelto a comenzar. 
La larga espera del ángel,

de ese inusitado, aleatorio descenso.

Sylvia Plath (en un día bueno)

viernes, 14 de julio de 2017

El jazz también son alegrías

Ayer en el concierto de Sumrrá me dio por disfrutarlo. Pensaba en cómo los viajes de gira de los músicos se les habían metido en el cuerpo y en los instrumentos, y de qué manera grande y generosa los compartían con nosotros. Johanesburgo tuvo que ser espectacular, y las ciudades bolivianas les emocionaron, les llenaron de vida y de respeto y curiosidad por la selva y sus sonidos. Un verdadero placer que vuelvo a agradecerles desde aquí. Aprovecho para hacerles publicidad, entusiasta: "5 Journeys" se llama el último disco. A mí me va a alegrar la tarde volver a escucharles, en muy buena compañía. Vino, marisco sencillito, y lo que venga. La temperatura es perfecta.

(Pa mí que ya me merecía un buen verano, después de tanta adaptación al nuevo trabajo y tanta telenovela) 



miércoles, 12 de julio de 2017

Alegrías

Las alegrías son mi palo flamenco preferido. Me gusta el nombre y me gusta el compás. Las escucho mientras escribo, pensando en otras alegrías, la de compartir una comida rica con buenos amigos, hecha con más cariño del que hubiera podido sospechar hace sólo unas semanas. Una lasaña de verduras, todo cortadito con primor, hecho en su tiempo justo, regando el cocinar con vino rico y buena ayuda. Va sonando el timbre y van llegando los demás, todos contentos. (Qué sonrisas, caramba). El hummus que iba a ser para el picnic exterior se quedó en el interior, y tan a gusto. Música, vino, café (infusión, y también licor), comida, partidas de ajedrez, conversaciones,  foliada folk al final del día, encuentros con más amigas.

Definitivamente, la amistad es lo mejor del mundo. Venía años diciéndolo, y pensándolo, pero lo de hoy ha sido tan espectacularmente sencillo, que va a convertirse en faro y talismán para cualquier día gris. Y la lasaña de verduras, un conjuro de andar por casa, de los buenos.

Receta:

Se sofríe la cebolla (una mediana), el tomate (unos cuantos, o también una lata grande de tomate triturado) y el calabacín (uno grande), todo bien picadito. Al mismo tiempo puede irse haciendo la bechamel (importantísima la nuez moscada y la pimienta), con mantequilla, harina, y leche, la que admita. Todo lo anterior bastante líquido, para que se hagan bien las placas de lasaña que van directamente al horno. Al sofrito ya solo le faltan las acelgas, que se hacen en nada.

Cuando el sofrito y la bechamel están listas, se van poniendo las capas en la bandeja del horno. Bechamel, placas, sofrito, bechamel, placas, sofrito...hasta arriba. Luego queso rallado y al horno (precalentado diez minutos, a 200º) Media horita más a la misma temperatura, y a disfrutar. Da para cinco, y sale barata.



sábado, 8 de julio de 2017

Duelos son amores

El duelo (dolerse) siempre tiene que ver con el amor. Nos duele que se vaya una persona amada, porque su ausencia nos priva de alguna de las formas en que se manifestaba nuestro amarse, fuera correspondido o no. Y digo alguna, porque evidentemente hay amores que no mueren nunca, incluso aunque la persona se haya ido para siempre, como es el caso de los duelos por fallecimiento. Aunque la persona se vaya, queda amor para rato en su recuerdo.

Los duelos románticos, o afectivo-sexuales, deberían de ser mucho más llevaderos, e incluso pedagógicos, puesto que en cada uno de ellos se plantea si nuestra forma de entender este tipo de relaciones está siendo la más inteligente, es decir, aquella que proporciona lo mejor de cada cual a ambas partes. No se trata de una cuestión mercantilista, no se trata de quién "daba" más o menos, sino de si nos hacíamos daño en los desencuentros, si ese daño tenía arreglo, qué proyecto tenía cada una de las partes, qué motivaciones para estar en la relación. O también, hasta qué punto se podía confiar, hasta qué punto íbamos a encontrar refugio en caso de necesitarlo.

Así que el duelo romántico es siempre un aprendizaje. Lo mejor es que la evaluación final tenga que ver con aquello que se avanza "no estando en la relación". No hace falta pensar mal de la otra persona, ni ponerle calificativos ni descalificativos, es suficiente con llegar a un lugar en el que su "no estar" proporciona más calma que nerviosismo, más ganas que desgana, más inspiración que pasiones prisioneras. Ni siquiera hace falta dejar de quererla, se la puede querer en la distancia, se le puede desear el mayor de los bienes y de las fortunas sin que ello suponga desear, y mucho menos necesitar su presencia. Incluso deseando su "no presencia" puede aplicarse lo anterior.

Nada más lejos de la frialdad. Llegar a esta conclusión es el resultado de haber ensayado todas las posibilidades, haber pensado, recreado y vivido todo lo que daba de sí el amor teniendo en cuenta la disposición de los participantes. Cuando la única salida posible sería una voluntad de cambio que de ninguna manera se produjo, ni tenía atisbos de producirse. En lugar de eso, una y otra vez se producía una repetición de actitudes frustrantes (probablemente por ambas partes, lo que se dice un círculo vicioso) que robaban calma, fuerzas y posibilidades para realizar proyectos de vida que, de seguir en esa dirección, estarían abocados al más estrepitoso de los fracasos. No quiero decir con esto que vayamos a conceptualizar las relaciones en términos de éxito, puesto que de ninguna manera son competiciones, pero sí es cierto que la cuesta abajo emocional como horizonte no resulta nada atractiva.

Una vez esclarecido lo anterior, lo que viene ahora es una celebración de la vida. Para empezar, es una bendición disfrutar de la compañía de las amistades sin tener ciertos temas como centro, no los detalles en sí, sino las consecuencias anímicas de tanto subibaja. Es sorprendentemente agradable observar cómo el espacio mental y emocional que queda libre empieza a ocuparse con actividades que se viven y realizan sin patrones de euforia-tristeza, pero no por ello sin alegría. Muchas veces me he conformado con la euforia como sustituto resignado de la alegría, sin pararme demasiado a pensar lo que estaba sucediendo realmente. Muchas otras veces he justificado esos patrones como paso necesario hacia ideales de estabilidad que no dejaban de ser eso, ideales, y por lo tanto irreales. El idealismo tiene su función cuando es una actividad social, cuando se lucha juntos, no cuando es un autoengaño individual para mantener una situación insostenible.

Durante años escribí sobre este tema alimentando ese autoengaño, de lo que resultó una telenovela cuya escena principal era yo agarrada a un clavo ardiendo mientras le decía (al clavo): "Suéltame, Luis Alfredo, lo nuestro es imposible". Ojo, que donde no había alegría podía haber humor, y muy bueno, tampoco vamos a renegar de él. Claro que yo quería alegría, no solo humor.

Si la persona de quien hablo lee esto, no podría estar más de acuerdo conmigo. Es más, podría aplicar todos mis novedosos descubrimientos a su propia situación, y llegar a conclusiones similares. Con la misma paz y la misma fuerza. Puesto que duelos son amores, deseo que los suyos (duelos y amores) le ofrezcan, al final del mismo proceso, tanta alegría como los míos. Siendo así, habría valido la pena.


lunes, 3 de julio de 2017

Un día sin adicciones

Me desperté con idea de pintar, todo el día, o buena parte. Pero pintar tiene sus riesgos. Tenía pendiente terminar el cuadro "Ramo de novia" ( una parodia expresionista del deseo romántico de "asentarse", una fantasía como otra cualquiera), pero la parte del tul requería una minuciosidad en tiempo y concentración para la que todavía no estoy preparada. Aún así, avancé una hora de tul (La parte blanca, luego le queda la parte beige, para que sea todavía más ñoño y decimonónico).

Me salvaron las ganas de comer, tras lo cual me fui al sofá, a intentar una novela de Almudena Grandes sobre la Guerra Civil. Tampoco.

No pinto, no leo... ¿ansiedad? ¿vacío existencial? NO!! ¿caminar? ¿ver a alguna amiga? SI!!

Salí a las cinco y llego a casa nueve horas después. No estuvo mal.

Para reconciliarme (y él ya sabe de qué hablo) con otro de mis amigos, pongo a La Polla para escribir esta entrada, me como un bocadillo a deshoras ( lo propio de las vacaciones), y afirmo que se va llevando, que una no es superwoman ni falta que hace.

Amigas feministas, poco a poco y con buena letra.
Buenas noches. 

domingo, 2 de julio de 2017

Fuera adicciones

Hablemos de las relaciones adictivas. A estas alturas de mi vida, las únicas palabras que el tema merece son aquellas que ayuden a dejarlas atrás. No voy a recrearme en sus peculiaridades, en sus compensaciones ni en sus explicaciones o justificaciones.

¿Cómo se deja una relación adictiva?

Siendo consciente de que lo es y de que hace daño, de todo lo que roba, porque al final lo más importante es el robo de energía, de ilusiones, de expectativas, de posibilidades, de autoestima. Hablo en términos de propiedad porque la adicción (sea del tipo que sea) parece un fenómeno exclusivamente de consumo, capitalista. Tiene que ver con el fetiche y la acumulación, fantasías profundamente ligadas al capitalismo. Tiene que ver con el desorden y la carencia, con la búsqueda ilusoria de emociones reales y bonitas en los lugares más equivocados. Por supuesto tiene que ver con la ausencia de cuidado y de autocuidado, que se convierten también en fantasías desordenadas.

Ya me lié. Volvamos al factor humano. Nadie es culpable de una relación adictiva, parece que nadie gana absolutamente nada, y que lo que parece ganarse se esfuma en el siguiente infierno, porque el ciclo es repetitivo hasta el aburrimiento. Al final no morimos de desamor en estos saraos, sino de aburrimiento. Ojo, todas las partes, que las relaciones son cosa de dos (como mínimo). Y es el aburrimiento lo que produce la sensación de pérdida de tiempo, de callejón sin salida, de ausencia de alegría.

Entonces, una salida posible es buscar diversión en cualquier otro lugar, diversión de la buena, de la que nos hace sentirnos vivas e irrepetibles, con capacidad continuada de reinvención y de asombro. Es decir, cualquier diversión que no tenga ni por asomo un componente adictivo, que no se asocie ni de lejos con semejante aburrimiento. Entramos en lo que se dice ponerse el chip de que, sólo por pensar y escribir en estos términos, ya estamos escapando de una muerte emocional segura. Hoy por ejemplo tomé el sol con una amiga, dimos un paseo, y luego nos mandamos mensajes planeando pintar juntas mi habitación. Pintarla como aula de pintura. Nos vamos a dormir con cara de bobas felices. ¿Qué tontería, verdad? A veces, no hay como hacerse la tonta para tener sencillas ideas brillantes y llenas de color.

Con el cansancio no iba a escribir nada más por hoy, pero como es cansancio satisfecho de un largo largo paseo (otra idea genial, otra tontería), aún quedan energías para pensar, por ejemplo, que estoy de vacaciones y tengo una lista gigante de actividades que no podía hacer cuando no estaba de vacaciones, y en las que no me podía concentrar por culpa del aburrimiento.

Si estás viviendo una relación adictiva, frivoliza y diviértete. Si te diviertes de verdad, seguro que no echas de menos el aburrimiento. Ahora bien, a veces hace falta un poquito de voluntad para la diversión. Exactamente igual que para el trabajo, para el cuidado, para el estudio, para la pintura, para regar las plantas o para limpiar el baño.

Me estoy poniendo tonta, pero es que la diversión es así, te pinta cara de mema. También me estoy pintando los ojos para salir de noche. Cruzo los dedos para despertarme cada mañana con ese poquito de voluntad que hace falta para no caer en el aburrimiento.

Querido amigo

Estoy enfadada contigo en aquello de ti que me hace daño. Es por eso que no puedo confiar en ti, ni seguir cerca durante un tiempo que imagino largo. Pero eso no es una enmienda a la totalidad, es solo la expresión necesaria y sana de mi dolor. La distancia que necesito para quererte bien, de otra forma, en otro momento y lugar. Y sobre todo, la distancia que necesito para quererme a mí misma de una forma segura, tranquila, sin dependencias ni falsas expectativas. De eso ya he tenido suficiente, y el precio está siendo alto.

Estuve leyendo algunas páginas sobre los tipos de apego, y aunque creo que en ellas hay algunas claves para entendernos a ambos, también es cierto que no dejan de parecerme enfoques individuales de problemas más amplios, de raíces históricas, y sociopolíticas. Somos hijos de una generación que aún vivió una dictatura, y que vivió el tránsito a esta pseudodemocracia, ahora neoliberal, sin que hubiese correspondencia emocional para esa transformación que, como acabo de decir, nunca fue completa. Una generación que nunca encontró reparación para sus heridas, porque no encontró espacio para expresarlas y ponerles nombre. Supongo que hace falta ser activista para establecer este tipo de conexiones, y tú no lo eres. No pasa nada, en mi vida hay muchas personas que no lo son, y nunca he dejado de quererlas por ese motivo.

Imagínate el estilo de apego, a la hora de criar hijos, de una generación así. A veces pienso que nunca terminaremos de entender el verdadero calado de los silencios, la represión de la vulnerabilidad, el autoritarismo como costumbre (y tapadera de demandas que no pueden satisfacerse, sea porque no hay herramientas, sea porque hay problemas percibidos como mucho más importantes, sea simplemente por miedo). Que no lo entendamos no quiere decir que no pese sobre la formación de nuestra personalidad, y, para el caso que nos ocupa, de nuestra forma de querer y relacionarnos con los demás. Es difícil calcular el peso de la desconfianza sistemática, del desprecio a lo que se considera "blando" o, en tus propias palabras, "dramas". Es difícil, también, calcular el daño de ese peso.

Puede que nunca hubieras conocido a alguien como yo, empeñada en trabajar sobre el dolor psíquico, en rodearlo, hacerlo visible y acogerlo para neutralizarlo, para quitarle poder, para poder reírme de él, y por lo tanto de mí misma, en el intento. Entiendo que no podía ser fácil que alguien como tú y alguien como yo llegásemos a construir juntos un apego seguro. Pero aún así, mira la cantidad de esfuerzos que hicimos, que estoy convencida de que no van a caer en saco roto. (No para seguir igual, ni siquiera para seguir juntos, pero por lo menos para hacer mejores versiones de nosotros mismos) Otra cosa es qué hacer con el precio a pagar, cuando es tan alto.

En lo que a mí respecta, voy a llorar todo lo que necesite, porque es la mejor manera de liberar físicamente la carga enorme que me anuda el estómago y el pecho. Empiezo a notar que, efectivamente, son lágrimas de soltar angustia, no de recrearla ni alimentarla. Ya no tienen que ver con la frustración, ni con la búsqueda desesperada de estrategias para mantenerme más tiempo en el mismo sitio. Tampoco son lágrimas románticas de telenovela. No voy a presentarme en tu casa ni hacerte sentir culpable por nada, ya no lo necesito, y perdona si alguna vez, en mi ignorancia, hice esa lectura y actué de esa forma.

Qué fatiga no haberme dado cuenta antes, qué fatiga...

No sé en dónde voy a refugiarme ahora, me gustaría mentirme a mí misma y decirme que no necesito refugio, pero como persona, y por lo tanto intrínsecamente vulnerable, sé que eso no es cierto. Refugio necesitamos siempre, y el mío, el más grande, se fue con mi abuela ("la rosa llora su pena"). Nadie va a quererme tanto como me quería ella ("la rosa sigue llorando"). ¿Ves como el drama no es capricho? Así que voy a empezar por admitir que tengo una pena muy grande, por momentos insondable, en otros momentos atenuada por las alegrías fugaces del placer o el entendimiento cómplice. Desplazada momentáneamente por el trabajo, y ahora por el estudio, que también dan alegrías.

Así que continúo con las alegrías, para mirar hacia adelante caundo se puede, y es el momento de darte de nuevo las gracias por la alegría de la música, que creció exponencialmente con tu apoyo y tus buenos consejos. Y aunque sé que la música no va a resolver nuestra distancia, es mejor contar con ella que no contar, eso siempre, qué te voy a decir que no sepas de este tema, que es uno de tus refugios.

Otra alegría es pintar, un lenguaje importante que permite decir las cosas de forma no categórica, sublimada en fogonazos emocionales que ni yo misma entiendo del todo por más que mire mis cuadros. Dentro de un tiempo indefinido haré una exposición para decir de nuevo, públicamente, que es posible hablar del dolor sin hacer daño, solo acariciando la vista con sugerencias a las que sinceramente espero poder añadir cierta belleza.

El Barroco, ese movimiento artístico que tanto nos gusta, habla fundamentalmente de la vida en toda su complejidad. Desde Haydn hasta Quevedo, la vida se retuerce para gritarla, parodiarla, denunciar su amargura y, en último caso, afirmarla siempre bajo cualquier circunstancia. Querido amigo barroco, cuídate mucho, y ten confianza en que yo también lo haré. Que tenga que ser lejos no significa ya nada malo, solo una necesidad diferente, que sé que comprendes, porque eres inteligentísimo.


domingo, 4 de junio de 2017

Lisca do meu calor e non me tolees.

Os camiños da paixón amorosa a veces son tortuosos. Xeneran sensacións contradictorias moi intensas, e tan intensas e definitivas parecen unhas como as outras. Tan eterno parece o vencello como a distancia. Rainer María Rilke doíase desta forza, de que a semente da planitude fose a mesma que provocaba a dor máis profunda:
                   
                          ¿Cómo termar da miña alma para que non roce a túa?

Nen o sabía Rilke, nen o sabe ninguén. Só nos queda atesourar receitas lindas para levar a tristeza do que non pode ser. Eses tesouros en forma de coidados, maletiñas de emerxencias, pequenas pero sólidas, máis sólidas en tanto que dependen de nós mesmas. Máis sólidas que aquelo que podemos esperar de ninguén que non sexamos nós. Por máis amor que houbera. Por máis que teñamos loitado por ese amor á nosa precaria maneira, que é a nosa, a mesma que xenerou ese sentimento que agora se nos nega.

A contradición habita, como nengún outro sentimento, as chamadas relacións de dobre vencello. Aquelas nas que unha acción ou a súa contraria xeneran exactamente a mesma frustración, e onde non é posible nen sequera falar do que está acontecendo, porque se nega a interlocución. O abano de posibilidades do que se pode facer xuntos redúcese progresivamente a unha única actividade: o sexo. A máis cargada emocionalmente falando, a que xenera e perpetúa a ilusión dunha unión máis sólida, máis duradeira, aquela que parece prometernos a disolución de todas as diferenzas a problemas pasados e futuros. Négase a maior, ao tempo que se acrecenta a fantasía de que non volverá a acontecer aquelo que nos separou. Así, nesta cultura dual e platónica de obsesivas divisións conceptuais, o sexo encárnase como algo separado de todo o demáis, volvéndose por veces metáfora definitiva de todo o que acontece (ou non acontece) fora del. De todo o que gostariamos que acontecera. Unha dualidade nostálxica da ausencia de dualidade. A loucura acompaña esta nostalxia, porque amor e loucura comparten nostalxias, divisións, fantasía e realidade, todo no mesmo espazo-tempo.

Como eu chegara, nalgún tempo xa lonxano, a navegar con certa orientación nos procelosos mares da loucura, pensaba que xa tiña todos os mapas. Tamén pensaba que aquelas brúxulas que tiña atesourado (aquelas que construira artesanalmente, sen guión nen manual), íanme ser útiles nestes mares do norte. Máis encontrei unha friaxe que renegaba de si mesma, coma friaxe e coma punto xeográfico. Eu sempre fun bastante de Cesárea Évora, de temperaturas mornas, ritmos cadenciosos. e sorriso doado. Gardo as espiñas e o xeo para batallas importantes, aquelas nas que se xoga, ben o respeito, ben a saúde mental.

"Agora pra qué falar, se nada ten pra sustentar"

viernes, 2 de junio de 2017

Allá al fondo


Al final de tus desvelos me quedo
con esa incapacidad tuya de sujetarte el alma
justo después de haberme tocado para siempre.

Dulce vibración electrónica, sucedánea del tiempo y de toda posibilidad, no temas ya por mí si no encuentras motivos. Para quien no quiere nada guardo allá al fondo un recuerdo tenue y líquido, como los vínculos frágiles de Zigmunt Bauman. Como la botella de vino que me devolvió a la vida después de ti, teniendo que celebrar que es así como quieres verme. Pero ya no me ves, y poco importa si somos felices de cualquier otra forma.

miércoles, 12 de abril de 2017

Compañers de vida

No resulta fácil encontrar personas que sepan estar con tu parte dañada. Por más pequeña que esta sea, en proporción a todo lo demás que soy (o mejor, que estoy), cuando pide sitio, ocupa sitio. En general, las personas no se presentan a las demás con un libro de instrucciones bajo el brazo. Quizás haya una excepción con algunas personas con diagnósticos psiquiátricos. Creo ser una de ellas, y mi libro de instrucciones se compone de: salida del armario cuanto antes, (para evitar sorpresas), biografía detallada, consejos para diferentes tipos de crisis (implícito en lo anterior), abanico de causas posibles (puntos vulnerables que pueden desencadenarlas), proselitismo del activismo en salud mental, regalo de material publicado, acceso al blog, explicación exhaustiva del concepto de apoyo mutuo... y algún otro ingrediente que se me va de la memoria, porque ya tenemos una edad.

Aún así, a veces no funciona, porque tu parte dañada puede dañar, aunque no quieras. Porque una característica de la aparición del lado dañado, es que siempre interpela al lado dañado del que está enfrente, y ahí se forma el lío padre. No lo interpela por maldad, ni por chantaje emocional, ni por inclinaciones teatrales: lo interpela porque la oportunidad de manifestarse resulta increiblemente atractiva al subconsciente, que es esa región inventada por el señor Freud que suele llevar muy mala vida por exceso de ostracismo. Algunas personas envían hacia esa zona demasiados ingredientes, por no resultar cómodos en otros ámbitos sociales (emociones, dependencias, expectativas, traumas...). Al ser interpelado ese territorio, sobre todo cuando no hay demasiada práctica (por los motivos anteriormente expuestos), se instala una terrible confusión sobre quién hizo daño a quién, y por qué.

Como todo el mundo sabe, el universo de la sexoafectividad acumula dolores, dolorcitos y hostias como pianos. Mantener la calma en ese universo es una tarea heroica. En un mundo que confunde el heroismo con el fútbol, todo esto de lo que hablo es una marcianada. Pero existe, y pasa bastante, además.

Separar a la crisis del conjunto de la persona debería ser el primer esfuerzo comunicativo. Relativizar muchos de los gestos, palabras y exigencias, y resituarlos en su contexto, sería el segundo paso. No insistir en temas sensibles es otro buen consejo, y, resumiendo mucho, dejar que pase el chaparrón ofreciendo compañía sin juzgar es el objetivo último. Lo que se suele considerar desahogarse, aunque las formas resulten un tanto...experimentales (ay, los locos y las vanguardias, qué fijación).

Hay personas que, cuando están malitas, revueltas, dañadas, o como se le quiera llamar, prefieren estar solas o, también, no ponerse a tiro de cualquiera. Hay personas que se empeñan en estar aunque la otra persona no desee que estén, y acaban estando por insistencia. Tiene que ver con el orgullo, o con lo que se supone que se espera de ellas, o con razones ocultas que se me escapan, y en las que prefiero no pensar. Hay personas que no quieren estar, por pereza, por miedo, o por honestidad de reconocer que no saben, y entonces mejor no, por si en lugar de ayudar lo hiciesen peor. Esta última actitud, el no querer estar por reconocer que no se sabe, a veces duele, pero a la larga se agradece. Y luego están las que, aún pidiéndoles que no estén, aún sabiendo ambos que no saben, y que pueden hacerlo peor, ahí las tienes alimentando profecías autocumplidas.

Vamos ahora con el post.

Después de la crisis, llegan los recursos de compensación. Dependiendo de cómo haya ido, o más bien de con quién haya ido, son de un tipo o de otro. Con ls compañers de vida, continúa el acompañamiento. Te acompañan en la crisis y te acompañan en la bajada, para que sea suave. Te acompañan en la celebración de tu vuelta, y siguen queriéndote exactamente igual. Porque saben que no es maldad, ni chantaje emocional, ni teatro. Saben exactamente lo que es: sufrimiento. Afortunadamente también saben que es temporal, que tiene fin, porque en ningún momento pierden de vista ni el conjunto, ni el contexto, ni quién soy al margen de mi sufrimiento, (o quizás a pesar de él).

Con los que lo hacen peor, no hay nada. O quizás sí: sospecha, alejamiento... Todo disculpable por mí, en su contexto. Porque después, afortunadamente, ya puedo permitirme ese lujo. Lástima que no haya nada que celebrar, por ese lado. Me queda siempre esa pena, y junto a ella una esperanza que de vez en cuando demuestra no ser del todo fantasiosa.

A mis compañers de vida nunca me canso de quererles y agradecerles su existencia, de las torpes maneras que se me ocurren. Gracias a ells nunca he dejado de quererme en serio, aunque por momentos pueda parecer lo contrario. Toda la vida por delante para celebrar.