Esta tarde he visto una interesante película, Exils, de Tony Gatlif, del 2004.
Como en otra película suya, Transilvania, más reciente, este autor interesadísimo en , entre otras cosas, la cultura gitana, presenta una serie de constantes en sus pelis. Y esas constantes nos interesan porque, a la vez que reivindican manifestaciones culturales diferentes a las europeas stándar (racionalismo capitalista, les llamaría yo a estas últimas), tratan muy a menudo la gestión del dolor psíquico.
Frente a la medicalización de todo sufrimiento psíquico, con su protocolo de profesionales, pastillas y demás efectos secundarios, Gatlif propone, como alternativa, el viaje, físico y geográfico, pero también iniciático. Cuando entro en una de sus pelis, siempre tengo la sensación, a medida que los personajes se sueltan, lejos de sus rutinas, de que tienen trabajo atrasado, demasiados corsés mentales y culturales que se abren o desgarran con mayor o menor furia, pero siempre como necesidad. En medio de esa necesidad, el dolor se aúlla, o se canta, o se baila en medio de chamanes (sean gitanos, musulmanes, músicos o cualquier fantasiosa categoría que se nos ocurra). Se presentan ante el espectador verdaderos ritos purificadores, lavativos, purgantes, con una dimensión humana difícil de reducir a lo meramente religioso. Antiguos en tradición, pero también contemporáneos en manifestación y aplicaciones. Religiosos algunos, pero también humanos y paganos. Es como si la religión en la que se enmarcan fuese mera disculpa, mero continente o ámbito familiar para dar rienda suelta a todo el trabajo pendiente, sea trauma, desamor, incertidumbre, toda fuente de sufrimiento es susceptible de sacudirse, removerse y rehacerse a ritmo de tambores, palmas,cantos,carreteras vacías o llenas de vendedores ambulantes.
El viaje del recuerdo, como le llama uno de los personajes, es del recuerdo familiar hacia un país al que se va a buscar raíces, pero también habla del recuerdo de lo que éramos antes del dolor, de lo que todavía podemos ser después de él.
La canción final no tiene pérdida: "canto mi dolor para rehacerte, para protegerte".
Películas de Tony Gatlif:
- Transilvania
- Exils
- Vengo
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