" Pienso a veces que aprendí más de él que de toda la filosofía. De haber sido un hombre religioso, su exquisito equilibrio entre la ternura y la ironía lo hubiera llevado a figurar entre los santos. Por elección divina no era más que un poeta, muchas veces desdichado, pero frente a él se tenía la impresión de que apresaba cada minuto en su transcurso, y lo volvía del revés para mostrar su lado mejor. Gastaba en vivir lo más profundo de su ser. Muchos hombres mienten y dejan que la vida pase por ellos como los chorros de agua tibia de una lavativa. A la proposición cartesiana: "Pienso, luego existo", oponía una proposición personal, que podría enunciarse así: "Imagino, luego estoy en la realidad, y soy lbre"
Justine (El cuarteto de Alejandría), Lawrence Durrell, 1957.
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