miércoles, 6 de marzo de 2019

Feminismo y salud mental

Después de décadas haciendo el papel de superviviente, me voy a pasar al de víctima. La gente normal suele hacer el camino a la inversa, pero yo no soy normal, y no es ningún secreto. Tengo la sensación de haber descubierto el truco de haber rechazado hasta ahora el papel de víctima, y no hablo solo a título personal, sino social y político. Asumir el papel de víctima implica reconocer que el daño tiene culpables, además del hecho, del que ya me había dado cuenta, de que asumir que tiene culpables implica que las teorías biologicistas en salud mental no se sostienen ni con un palo.

El biologicismo ha sido la gran estrategia neoliberal para conseguir numerosos beneficios, a saber:

- Se venden un montón de pastillas cuando se hace creer a la sociedad que nuestros "síntomas" son consecuencia de fallos orgánicos en el cerebro, desequilibrios bioquímicos, en su versión más fashion. Muchas más pastillas que si te dicen que el origen del sufrimiento tiene culpables, y que esa verdad debe asumirse y enfrentarse, porque es sano. Y porque, haciéndolo así, terminarás por tomar muchas menos pastillas.

- Se desplaza la responsabilidad de la opresión desde el opresor hacia la víctima. Luego, la opresión deja de ser un problema de salud pública debido a su impacto sobre la salud mental. En su lugar, tenemos un problema de bioquímica individual y neutro, desde el puntode vista político. Desaparecen las relaciones de poder (físico, psicológico, sexual, político, laboral, etc etc etc), y los síntomas quedan completamente desvinculados de cualquier relación de abuso.

- Se crea una imagen social negativa de la víctima como "llorona", "autocompasiva", "demandante de atención", y un largo etcétera, de manera que nadie en su sano juicio querría identificarse con ese rol. Como mi juicio no es sano, y tengo un papel que lo dice, me importa un pimiento salirme del marco para escribir lo que estoy escribiendo. Lo que me importa es parar de pasarlo mal, recuperar mi energía y volver, entonces sí, al papel de superviviente, ese que ejercía con tanto desorden hasta ahora. Lo ejercía con desorden porque no era del todo sólido, pero haber superado los síntomas más graves del estrés postraumático (como delirios y psicosis), hacía parecer de mí, no solo que era una superviviente, sino que era una especie de modelo a seguir en ese campo. Pues no, mi arte o habilidad con la salud mental estuvo solamente en sustituir los síntomas más aparatosos por otros considerados más leves, más normalizados y más fáciles de comprender, acompañar y/o sobrellevar sin ayuda profesional. Es decir, sustituir unos síntomas aparatosos y con muy mala prensa por una versión de mí yo herido (heridísimo) un poco más funcional.

- Se crea un estigma social indecente y cruel sobre las personas con problemas de salud mental, aderezado con violencia instiucional contra los derechos fundamentales. Lo que se llama una revictimización en toda regla. La bata blanca te revictimiza cuando te ata, cuando te encierra, cuando te sobremedica hasta la versión más desubicada de ti misma, cuando te miente sobre el origen de tus síntomas y de tu sufrimiento.

- Se crea un sistema de pensiones miserables para mantenerte viva de milagro, (y aún menos mal, ojo) y que la cuestión del pan de cada día y del miedo a perder la pensión te mantenga calladita, quietecita y asustadita. Mi empeño desordenado por la superviviencia me salvó de esta parte, pero las anteriores me las comí todas.

Pero aún así, voy a probar el papel de víctima. Privilegiada, eso sí, con terapeuta de pago especialista en trauma, a ver qué tal. A ver qué sale, a ver desde dónde estoy rota (presumo que desde bastante lejos), a ver hasta cuándo me va a tocar estarlo, a ver qué herramientas tienen para esperanzarme en relación a abandonar esta semivida, algún día. A ver cuántos culpables aparecen, y en qué grado. A ver por qué me desordeno y me asusto tanto cada vez que me gusta alguien. A ver por qué la autodefensa fue un antes y un después en este camino de piedras, alucinaciones y gilipollas a los que aguantarles casi todo. A ver si cuando termine resulta que descubro que mi deseo estuvo construído sobre la violencia y la manipulación desde antes incluso de saber lo que era tal cosa, lo que era el deseo. Y porque, si no me lo hubieran construido así, contra mi voluntad, a traición, seguramente hubiera sido otro, no sé cuál, porque no me dejaron averiguarlo. Se llama disciplinar el cuerpo y la mente de las mujeres. Le llaman ir de víctima a ponerle nombre al abuso y a sus consecuencias, a diferentes plazos. Porque el abuso lo pagas a plazos, con más abusos. Y aunque consigas detectar los más evidentes y alejarte más o menos a tiempo, de otros más sutiles, más insidiosos, no te alejas, porqe hay algo demasiado familiar en ellos, algo que hasta parece natural. Los pelos de punta, ¿verdad? Saberlo y escribirlo podría evitarme una vez más la terapia, o aplazarla una vez más, pero no me da la gana de aplazar mi salud. Además de saberlo y escribirlo, necesito sacarlo del cuerpo, arrancármelo literalmente, vomitarlo, escupirlo, gritarlo, pisotearlo, hacerle llaves, luxaciones, cortes de manga. Todo menos volver a confundir abuso con amor, con deseo, con interés, o con cualquier fantasía disney de mierda. Porque estoy peor de lo que pensaba, y aún así estoy mejor que antes de saber todo esto.

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