miércoles, 20 de marzo de 2019

Alice Miller

Escribo mentalmente frases para dejar aquí, luego abro el escritorio el blog y escribo cualquier otra cosa. Bah, chorradas metaliterarias, me recuerdan a los diarios de la adolescencia. Es todo como un flashback que me impone el cuerpo. El estrés emocional es una experiencia extraña.

Haber convertido las señales de años de heridas diversas en materia de investigación fue otra estrategia de superviviencia, qué remedio. Sirvió de mucho, y todavía sirve, pero no deja de ser el intelecto superponiéndose al lenguaje del cuerpo herido. Tengo en una estima altísima mi capacidad de razonar y filosofar, pero las emociones demandan algún otro tipo de reparación, por eso lo de la terapia. Reparación, como si fuese un vehículo estropeado, es casi modelo médico, qué vergüenza, a estas alturas. Menos mal que nos queda el humor, la autoparodia, incluso lo que tiene de alegre querer cuidarme más que nunca, aunque no sé hasta qué punto "querer es poder", otra chorrada para tomar tierra. De chorrada en chorrada, y podría haber sido muchísimo peor. No me quejo.

Mi primer encuentro con la psicóloga puede calificarse de correcto, por ambas partes. Pusimos sobre la mesa los melones importantes y estuvimos de acuerdo en las prioridades. Está bien no conocernos de nada, y sentar unas bases de simpatía, digamos, profesional. Le doy de buena gana la oportunidad de echarme un cable, y ella me ofrece su experiencia y perspectiva con heridas que son bastante universales, aunque se manifiesten a su aire en cada biografía. Me recomienda un libro de Alice Miller, que me sonaba del lote de psicoanalistas feministas a las que Judith Butler daba algún repasito. Y mira que le tengo manía al psicoanálisis, pero si viene envuelto en crítica desde el feminismo le echo un vistazo, sin acritud y de buen rollo. Ya dije que no estoy para mucho ensayo crítico. Si la escritora Miller me habla del cuerpo que no miente pues hasta le creo, porque estos días lo cierto es que me manda mensajes a tutiplé. Será cuestión de hacerles un poco de caso.

Un avance es haberme sumergido en los mapas locos el año pasado, y aunque se ve que no me sumergí lo suficiente, traballo feito non corre presa, que decimos por aquí. Aquí es Galicia, A Coruña, un sitio como cualquier otro, pero con un extra de mar que sabe a gloria. Pero eso, que de los mapas locos quedaban asuntos pendientes, y tanto. Que además necesitan su intimidad, por supuestísimo.

Hay algo esta temporada que se siente muy bueno, y es la tranquilidad del cuidado, un equilibrio entre lo que me cuido y lo que necesito que me cuiden. Incluso lo que puedo cuidar, aunque evidentemente no va a ser un derroche, ni nadie me lo exige. Tener ansiedad y cierta fobia social es muy molesto, pero no es gravísimo, comparado con otros sustos bastante más paralizantes. Las amigas son un tesoro que crece con los años, en calidad y cantidad. Las que me conocen de hace tiempo saben que no necesitan preguntarme todos los días qué tal estoy. Estamos ahí, y punto. "Yo por ellas, madre, y ellas por mí". 

El lenguaje del trauma es caprichoso, pero empiezo a poder comunicarme con él, aunque sea de forma rudimentaria. Demanda mucha atención, aunque intento que no me absorba. Aún así, me cuesta casi todo, sobre todo fuera de casa. Aún así, intento no quedarme en casa, porque soy bastante terca, espero que para bien. Hoy, por ejemplo, fui a la presentación del colectivo Afrogalegas, y me sentí cómoda, como siempre me pasa en espacios donde se pone en valor la diversidad. Como un pequeño oasis que se disolvió al salir, otra vez los nervios y las ganas de estar en casita. Pero con un regalo: la sensación de dignidad en mi diferencia, la que me tocó, la comunidad de las mujeres que no siempre estamos bien, ni felices, ni disponibles, ni eficientes, ni del todo enteras, a pesar de las apariencias, porque esta diversidad, en general, no se nota, hasta que duele lo suficiente y te obliga a parar.

Mi pensamiento favorito: si saliste de las otras y volviste con energía renovada, de esta también sales, y tanto que sales. Y es que, además, esta vez voy más en serio que nunca.

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