domingo, 17 de diciembre de 2017

La paradoja de la paranoia

Algunas veces se lleva demasiado lejos la epistemología paranoica. Alguna vez hablé de este concepto: consiste en dar cierta validez al argumento paranoico, para construir conocimiento hipotético a partir de él. Claro que para esto hace falta reconocer cierto porcentaje de paranoia en el argumento en sí. Hace falta reconocer la posibilidad de que sea paranoia, aunque no se tenga la certeza.

Esta habilidad para el reconocimiento no abunda, seamos sinceras. En estas tierras hispanas donde el biologicismo campa a sus anchas en el abordaje de este fenómeno perceptivo, se dan con mucha frecuencia tres situaciones:

1.- Que a las personas que acuden (o "las acuden") a los servicios de salud mental no se les faciliten mecanismos psicológicos para trabajar sobre el relato de sus paranoias, tal y como sucede en otros abordajes no biologicistas (El Diálogo Abierto finlandés, por ejemplo). Que no se aborde, en la terapia (si la hubiera o hubiese, más allá de las pastillas), la posibilidad de partir del relato paranoico como hipótesis a partir de la cual iniciar una investigación sobre la relación entre ficción psicológica y realidad  (más o menos) compartida con la mayoría.

2.- Que las personas no acudan a los servicios de salud mental, precisamente porque la paranoia no deja ningún resquicio para la duda, porque se viste de certeza absoluta, y se vive con una intensidad emocional que se experimenta más como verdad revelada que como hipótesis entre muchas otras posibles. Y en absoluto se percibe como "alteración" que podría necesitar ayuda para rebajar esa intensidad emocional, esa sensación abrumadora de misticismo.

3.- Que las personas, aún siendo conscientes mínimamente de que aquello que piensan podría ser paranoia (y no realidad constatada), se nieguen a pedir ayuda profesional (aún necesitándo algún tipo de ayuda), por ser muy conscientes del tratamiento que les espera. (véase apartado 1)

Más allá de los apartados anteriores, quiero retomar la idea de la paradoja. La paranoia puede construir realidad, más allá de ser una determinada "interpretación" de la realidad. Teniendo en cuenta que tendemos a valorar la realidad según nuestros valores y creencias, y por lo tanto a actuar en consecuencia de tales valoraciones, actuar en base a la interpretación paranoica puede convertirse en un acto que provoque aquella realidad que en principio solo era paranoia.

Un ejemplo sencillo y cotidiano son los celos. Imaginemos a una persona que, aún sin ser objetivamente cierto, tiene la paranoia de que su pareja le es infiel, de la forma que sea. Esta persona, entonces, se comporta de forma totalmente coherente con ese pensamiento, y a partir de ahí sospecha de cualquier detalle, la controla, le reprocha cualquier conducta, empieza a demostrar que no confía, a ser menos cariñosa, menos paciente...no sé, digamos que agobia de tal manera a su pareja, que esta termina por, efectivamente, serle infiel. Para su pareja, el argumento definitivo para la infidelidad, además del hecho de que se ha deteriorado la relación, por resultar insoportable vivir con esa desconfianza y ese control, podría ser: " Ya que estás absolutamente convencido de que no te soy fiel, y ya que yo no puedo demostrarte que sí lo soy, y da igual por tanto que lo sea o no, entonces no habría gran diferencia entre no serlo y serlo. Puesto que la fidelidad estaba conectada con la calidad de nuestra relación, y esta ha desaparecido, no me siento tan vinculada a ti como para serte fiel" Imaginemos que, efectivamente, esta otra persona termina por ser infiel.

La cuestión es: Al construir una realidad alternativa emocional mediante la paranoia, y al dejar que esta realidad alternativa no constatada guíe nuestra relación con el otro, puede suceder que la paranoia "se haga realidad". Una vez sucedido esto, y habiéndose encontrado pruebas: ¿Puede decirse que la persona paranoica está "curada"? ¿Demuestra esto que la paranoia supone efectivamente conocimiento intuitivo de la realidad, o más bien que la paranoia "crea" o "provoca" la realidad? Desde fuera podría parecer claro, al menos en este ejemplo. Pero, ¿qué sucede desde dentro? ¿Y si este esquema de paranoia creadora de realidad se repitiese a menudo, en diferentes contextos emocionales? ¿Pensaría esa persona que tiene una intuición afinadísima? ¿Sufriría menos? (El término "sufrir" se usa aquí en el contexto emocional, se intenta proponer la reflexión sobre cómo la desconfianza sistemática puede generar en los demás conductas que pueden leerse como confirmación de la paranoia. La desconfianza puede llevar a tratar a los otrxs de forma poco comprensible, de manera que estxs respondan, a su vez, de una forma también poco comprensible).

Quizá si tuviéramos en cuenta que vivmos en una época que promueve todo tipo de paranoias emocionales (en forma de envidia, competitividad, desigualdades, soledad, individualismo, etc...), podríamos leer muchas interacciones humanas conflictivas en clave de "paradoja de paranoia" Si dejasemos de pensar que las paranoias emocionales afectan solamente a las personas diagnosticadas de esquizofrenia, bipolaridad, etc, y empezásemos a verlo como un continuum muchísimo más generalizado de lo que en principio pudiera parecer, quizás entonces podríamos constatar la necesidad imperiosa de que los mecanismos de reconocimiento del relato paranoico estuviesen al alcance de cualquiera, y no solo de un puñado de activistas y profesionales críticos. La desconfianza sistemática entre las personas genera todo tipo de realidades desagradables, muchas de ellas peligrosas, que van desde la ruptura de parejas o amistades hasta el paro, el acoso en cualquiera de sus formas, la violencia psicológica o física, la pérdida de salud mental, o el fascismo.

Lo emocional también es político. Los que mandan lo saben, por eso son expertos en generar paranoias para servir a sus oscuros intereses. La cuestión sería minimizar sus efectos, dotar al mayor número posible de personas de conocimientos emocionales que les permitiesen desactivar paranoias propias y/o ajenas, para así, quizás, convertir la reconstrucción de la confianza en una realidad consensuada que valiese la pena habitar. El mayor obstáculo es que esto solo puede hacerse desde el reconocimiento intrínseco de la vulnerabilidad humana. En un sistema patriarcal que asocia lo vulnerable y lo sospechoso a lo femenino, y lo femenino con lo secundario o prescindible, el obstáculo es aún mayor de lo que parece. Menos mal que vamos aprendido a resignificar aquello que nos arrojan como arma para destruirnos, convirtiéndolo en fortaleza. 

1 comentario:

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