domingo, 2 de julio de 2017

Fuera adicciones

Hablemos de las relaciones adictivas. A estas alturas de mi vida, las únicas palabras que el tema merece son aquellas que ayuden a dejarlas atrás. No voy a recrearme en sus peculiaridades, en sus compensaciones ni en sus explicaciones o justificaciones.

¿Cómo se deja una relación adictiva?

Siendo consciente de que lo es y de que hace daño, de todo lo que roba, porque al final lo más importante es el robo de energía, de ilusiones, de expectativas, de posibilidades, de autoestima. Hablo en términos de propiedad porque la adicción (sea del tipo que sea) parece un fenómeno exclusivamente de consumo, capitalista. Tiene que ver con el fetiche y la acumulación, fantasías profundamente ligadas al capitalismo. Tiene que ver con el desorden y la carencia, con la búsqueda ilusoria de emociones reales y bonitas en los lugares más equivocados. Por supuesto tiene que ver con la ausencia de cuidado y de autocuidado, que se convierten también en fantasías desordenadas.

Ya me lié. Volvamos al factor humano. Nadie es culpable de una relación adictiva, parece que nadie gana absolutamente nada, y que lo que parece ganarse se esfuma en el siguiente infierno, porque el ciclo es repetitivo hasta el aburrimiento. Al final no morimos de desamor en estos saraos, sino de aburrimiento. Ojo, todas las partes, que las relaciones son cosa de dos (como mínimo). Y es el aburrimiento lo que produce la sensación de pérdida de tiempo, de callejón sin salida, de ausencia de alegría.

Entonces, una salida posible es buscar diversión en cualquier otro lugar, diversión de la buena, de la que nos hace sentirnos vivas e irrepetibles, con capacidad continuada de reinvención y de asombro. Es decir, cualquier diversión que no tenga ni por asomo un componente adictivo, que no se asocie ni de lejos con semejante aburrimiento. Entramos en lo que se dice ponerse el chip de que, sólo por pensar y escribir en estos términos, ya estamos escapando de una muerte emocional segura. Hoy por ejemplo tomé el sol con una amiga, dimos un paseo, y luego nos mandamos mensajes planeando pintar juntas mi habitación. Pintarla como aula de pintura. Nos vamos a dormir con cara de bobas felices. ¿Qué tontería, verdad? A veces, no hay como hacerse la tonta para tener sencillas ideas brillantes y llenas de color.

Con el cansancio no iba a escribir nada más por hoy, pero como es cansancio satisfecho de un largo largo paseo (otra idea genial, otra tontería), aún quedan energías para pensar, por ejemplo, que estoy de vacaciones y tengo una lista gigante de actividades que no podía hacer cuando no estaba de vacaciones, y en las que no me podía concentrar por culpa del aburrimiento.

Si estás viviendo una relación adictiva, frivoliza y diviértete. Si te diviertes de verdad, seguro que no echas de menos el aburrimiento. Ahora bien, a veces hace falta un poquito de voluntad para la diversión. Exactamente igual que para el trabajo, para el cuidado, para el estudio, para la pintura, para regar las plantas o para limpiar el baño.

Me estoy poniendo tonta, pero es que la diversión es así, te pinta cara de mema. También me estoy pintando los ojos para salir de noche. Cruzo los dedos para despertarme cada mañana con ese poquito de voluntad que hace falta para no caer en el aburrimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario