miércoles, 1 de noviembre de 2017

Rajmáninov y la lluvia

Bajo la lluvia pero a salvo dentro de casa, observo a través de la ventana el lento desplazamiento de nubarrones grises sobre un cielo color blanco sucio, pero también brillante. Se mueven de derecha a izquierda, arrastrándose sobre hileras de pinos oscuros, dándole a la tarde un toque gótico estupendo para estrenar noviembre.

(Rajmaninov, pretérito imperfecto)

Supongo que cuidarme también es enfrentarme a mis recuerdos hasta que dejen de hacerme daño. Ser consciente de que la ternura se termina donde empieza la censura y el desplante. De que todo el genio musical del mundo es nada comparado con una vida libre de violencia psicológica. Sin falsas expectativas, sin montañas rusas emocionales, sin reproches en ninguna dirección, sin ilusiones ni decepciones, sin silencios hirientes, sin rabia propia ni ajena, sin insomnio, sin fantasías. Sin locofobia ni misoginia. Bienvenido aburrimiento si es por ausencia de dolor.

Por mí que se queden solos los que no quieren estar con nadie. Por mí que se les llenen las noches de telarañas y silencios espectrales. Por mí que teman el devenir del mundo que más se parezca a lo que han sembrado. Por mí que lleguen a tiempo para desandar todos sus caminos y tenderse la mano a sí mismos, si acaso descubren a tiempo que no somos nada si no hay nadie con quien compartir lo que somos.






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