"La estructura social tradicional tanto en el primer como en el tercer mundo está
cambiando significativamente. Y estos cambios a la fuerza han de transformar el
viejo y emancipador discurso político de la izquierda. La clase obrera ha dejado
de ser la vanguardia de este proyecto político. Hace ya algún tiempo que la
propia noción de vanguardia está en crisis a causa de sus resonancias jerárquicas y antidemocráticas. Se atisban nuevos sujetos colectivos emancipatorios que no aceptan que uno de ellos se convierta en vanguardia de los demás. Parece plausible pensar que los focos de opresión y desigualdad serán los que marquen el surgimiento de nuevos proyectos colectivos de emancipación. Las alianzas en condiciones de simetría y reciprocidad entre los sujetos colectivos parecen expulsar la misma noción de vanguardia. Sin embargo, la existencia de diferentes proyectos políticos críticos no debe impedir la posibilidad de la articulación ética y política en un único proyecto de transformación social en torno a la idea de igualdad. Hay que diseñar un
proyecto político en el que coexistan creativa y solidariamente las singularidades y los intereses específicos de cada grupo o colectivo y también hay que imaginar una nueva utopía flexible que dé cabida a todos y todas.
Frente a una única estructura de dominio económico de carácter universal no parece que la respuesta pueda ser solamente localista o contextual. Se hace necesario un marco organizativo y otro normativo, de mínimos ambos, que unifiquen los intereses más esenciales de cada proyecto político a fin de consensuar una agenda política común por parte de todos los grupos oprimidos.
Pero no sería éste el único motivo, también hay otro de gran significación y es que todo proyecto político de transformación social tiene un carácter pedagógico y socializador. Y tan importante es el aspecto político y funcional como la dimensión solidaria de esa política que después se proyecta sobre toda la sociedad. Si importante es desactivar mecanismos de opresión, igualmente importante es que los individuos se socialicen en la idea de solidaridad. En este contexto, el feminismo se configura como el sujeto político colectivo que más legitimidad ha atesorado históricamente en su defensa de las mujeres. Y si bien parece razonable pensar en una negociación en condiciones de simetría con otros grupos oprimidos, no hay que olvidar que las mujeres están repartidas en todos los grupos y colectivos sociales. El feminismo no puede ser un colectivo más entre otros colectivos porque sus vindicaciones y las opresiones concretas de las mujeres están presentes en el resto de los grupos sociales excluidos, explotados o subordinados. Este hecho convierte las vindicaciones feministas en medulares para todo proyecto colectivo de transformación social.
Nuestro imaginario colectivo, al igual que nuestras sociedades, está experimentando la tensión entre dos posiciones ideológicas contrarias. Parece plausible señalar, tal y como subraya Fernando Quesada, que hay indicios de que caminamos hacia un nuevo imaginario político. ¿En este imaginario político se debilitarán o se reforzarán las jerarquías de género?"
http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/globalizacion.pdf (para leer más)
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