martes, 28 de febrero de 2012

Esto cansa

Ahondar en ciertos tabús sociales, sin que nadie nos lo pida, es cansado.

Meterse en el corazón de un delirio con la literatura como excusa, o como atenuante, o como medicación de agarre, es cansado. No nos permitimos olvidar justamente aquello de lo que nadie quiere hablar, en un momento en el que hasta lxs profesionales del delirio rehúsan meterse en semejantes berenjenales. Total, pa qué, habiendo pastillas...

Así que cuando ni siquiera a aquellxs a los que se les paga para aliviar tormentos se prestan a hablar del tormento con el atormentado, que unxs atormentadxs voluntarixs se echen encima tal tarea, con el doble trabajo de sufrirlos y contarlos, volviendo sobre ellos una y otra vez, es cansado.

Estas palabras que regalamos para canalizar aquello que nadie considera fácil tienen, a veces, un precio muy alto. Emocionalmente es estar sacando todo el tiempo fuerzas de la vulnerabilidad, a base de ser conscientes de esa vulnerabilidad. Y funciona, es raro pero funciona. Es como la frase de Serrat: "Bienaventurados los que están en el fondo del pozo porque saben que de ahí en adelante sólo pueden ir mejorando". Este pozo es como una rampa doble de skate, subir puede hacerte volver a caer, y viceversa, un poco péndulo.

Si viviésemos en una sociedad mejor, esta situación sería socialmente más llevadera, valga la redundancia. No tendríamos que enfrentar ataques por palabras disidentes, porque no existiendo discursos dominantes, no tendría sentido catalogar a ninguno de disidente. El discurso dominante, por sus connivencias con el poder económico y político, lleva consigo una enorme carga de arrogancia ignorante para sostenerlo. Esta arrogancia, nada inocente, sólo puede provocar discriminación y desigualdad, tanto más cuanto menor sea el poder de aquellxs contra lxs que se ejerce. Hablar de derechos es hablar de política, cuestionar el poder que nos priva de ellos, interpelarlo. Cuando digo que lo emocional es político quiero invitar a pensar en aquellas personas con las que nos relacionamos emocional y afectivamente. De ellas pueden venir las mayores alegrías, pero también los ninguneamientos más dolorosos. Es como el mundo de ahí afuera en escala micro. Ser una persona diagnosticada, dentro de una familia o grupo humano pequeño, es ser consciente de estas relaciones de poder en las distancias más cortas. Así se empieza el camino, sin perder nunca de vista que las personas a las que queremos también son víctimas de los discursos oficiales, en su versión más tenebrosa aquellos que no dan esperanza.

Así que empezamos a empoderarnos en petit comité,y viendo cómo va la cosa vamos saliendo hacia el exterior. Un blog tiene la extraña cualidad de ser público y privado al mismo tiempo, da muchas alegrías, y también mucho miedo. El miedo cansa, la alegría fortalece, los delirios sorprenden y molestan, y una quisiera quedarse con la sorpresa sin molestia alguna.

El cansancio se corresponde con la intensidad, y la intensidad nace de la prisa por hacer algo, lo que sea con tal de desplazar lejos de nosotros y de aquellxs a quien queremos el fantasma de lo dominante, sus gritos y su violencia. ¿Por qué en mi clase, por ejemplo, no saben nada de este blog, ni de mi diagnóstico? Porque el fantasma también está dentro de mi clase, agazapado, y si me muestro temo bonitas palabras y un plus de susceptibilidad cada vez que abra la boca, una merma casi imperceptible de la validez de mi discurso, una suspicacia pegajosa, o quizá un trato distinto. Quizá todo esto no sean más que imaginaciones mías, una muestra del tamaño de mi miedo, del autoestigma que me paraliza, de las ganas de mandar mi lado esquizo a la mierda y devolverlo a algún oscuro sótano del que jamás debió haberse escapado.

Sin embargo, puedo mirarme al espejo cada día, aunque esté cansada, aunque tenga varios diagnósticos, aunque sea cobarde. Quizá no quiero que algo tan inconsistente como un diagnóstico psiquiátrico me quite todavía más derechos. Y al mismo tiempo considero tener los mismos derechos con diagnóstico que sin él. Es decir, ¿por qué una parte de mí habría de tener menos derechos que la otra? ¿No es absurdo?.

Tomar conciencia del absurdo es doloroso, y cansado.

3 comentarios:

  1. Olvidé comentar que si realmente algo se mueve en el mundo profesional para desplazar al fantasma, no puedo más que celebrarlo, con prudente escepticismo, mientras sirve de disculpa para las temporadas en que hace falta descanso. Habiendo relevos...

    ResponderEliminar
  2. ¿Que me vas a contar?. Acabé agotado y asqueado. Te invito a cavar papicas, he cargado pilas por un tubo. Y si, algo está cambiando, aprovechando también la conveniencia del momento, que ya no estamos para gastos de tanto peso. Es ahora o nunca. Para variar los humanos no cambiamos con la información, sino con la necesidad, y ahora necesitamos ahorrarnos las pastillas, así que un nuevo planteamiento va a florecer (como las papicas de mi huerta).
    En breve, como ya sabes, me vuelvo a involucrar en la batalla. Es lo bueno de este medio, que estas cuando quieres y no estás cuando quieres también.
    Abrazos.
    Jesús.

    ResponderEliminar
  3. Es lo que tiene hacer algo fuerte: produce fatiga. Naturalmente hablo solo de actividad física (como la escalada, por ejemplo). Pero entre sentirse cansado y satisfecho o sentirse descansado y anulado, no hay ninguna duda ...
    ¡Ele mi etiquetada favorita!

    ResponderEliminar