lunes, 13 de febrero de 2012

Locus amoenus

Pocos se atreven a decir que la locura pueda ser un lugar habitable, calentito por momentos, divertido incluso. De sus lugares lúgubres sobran palabras, demasiados relatos, y retratos, de personas aisladas en habitaciones, cámara en gran angular, color blanco sábana de muertos, grises como mucha concesión, chillidos como banda sonora. Ya está bien de truculencias. Recuerdo que cuando me caí en este mundo devoraba todo lo que encontraba en prensa sobre mi supuesta enfermedad. Y me enfadaba, me enfadaba mucho al tiempo que me miraba al espejo diciendo ¿así se me ve? ¿yo soy así? ¿estoy así?

Las fotos reflejaban la construcción social de la locura, el imaginario colectivo. La gente quería ver en la prensa su imagen de loco de libro, de nido del cuco, de fantasma semi-humano al que temer o, en el mejor de los casos, compadecer. Yo miraba estas fotos con curiosidad antropológica (hacia la sociedad que las construía, hacia el fotógrafo que trabajaba a sueldo para el resto de la sociedad) Me resistía a ser mirada así, quería mirar yo, decidir yo lo que me parecían esos horribles retratos. Distanciarme.

Al mismo tiempo tenía mucho miedo a convertirme en camisón blanco, a que me convirtiesen en camisón blanco con el acto de mirarme. Sólo si sabían. Necesitaba un disfraz, una identidad de recambio, una línea de fuga, o unas cuantas. No sabía nada de los otros locos, quizá estuviesen, también, de camuflaje. Desarrollé hasta tal punto el carnaval perpetuo, rechacé de tal forma el camisón blanco, que entré en un juego ciertamente extraño. Cuanto más normal estaba, más me hacía la loca, y viceversa. Llegué a no distinguir realidad de ficción, malestar de su contrario, llanto de risa, amor y dolor. Así fue pasando el tiempo.

Sucede que una se habitúa a la extrañeza, a un vivir fronterizo, y también a su mirada propia, a lo que se hace de todo ello con el paso de los años. Me acomodo, me presento como cualquier cosa, dependiendo del momento. No sé quien soy ni lo pretendiera, no hay sitio para mi en el supermercado de las etiquetas. Quiero todo el rato lo que todavía está sin inventar, no por afán de ser moderna, ni posmoderna, ni fashion, es porque siento que tiene que estar ahí, en otro sitio, es sólo que aún no he llegado, es sólo que no me fijo lo suficiente. A veces, mirar de otra forma se parece a estar llegando.

Las imágenes de la locura siempre están por hacer, nunca serán completas ni suficientes. Es curioso la cantidad de veces que oímos decir a alguien, pero qué loca estás, y lo dicen porque bailas mucho, haces la mona, te ríes de forma exagerada, o contagiosa, te cortas el pelo a ti misma, y un sinfín de chorradas para pasar el rato, para inventar miradas y alejarte un poco más del camisón blanco. Hay otra que también me gusta: lo tuyo no es normal, que es como un piropo, pero en raro. Nunca me lo dicen cuando deliro, esos días me dicen lo contrario: Pues yo te veo muy normal (para estar loca, quieren decir).

Así, la locura se construye socialmente todo el tiempo. También individualmente, si se nos permite tal posibilidad, la de ser individuos, ahora ya en un sentido moderno, ilustrado, democrático si no sonara a chiste. El lugar de la locura también podrá ser ameno, muy ameno, una forma de escapar de la normalidad, si por normal se entiende no entender nada que no salga en los periódicos más vendidos.

Las imágenes de la locura deben alejarse del camisón blanco, aunque como lienzo con todo por hacer no estaría mal pensado. Al final debo ser la última persona que piensa en estos términos, todos los demás se han liberado y yo sigo aquí pasada de moda, colgada de metáforas antiguas, pensando en mis cosas, inventando problemas, qué digo problemas, problemáticas. Mentales, pero también sociales, colectivas, interdependientes, epistemológicas, transnacionales, atravesadas por categorías de clase, de género, de grados de melanina, de edad... de pesadillas pero también de deconstrucciones necesarias para dejar de una vez de ser normales, y atrevernos a ser nosotras, aunque quería decir las unas con los otros. No tengo ni idea de lo que quiero decir exactamente, es probable que mañana vuelva a ser todo distinto, y tenga que pensar usando neuronas nuevas, senderos desconocidos para ir de unas a otras, a causa, nuevamente, de algún sueño colectivo que suceda mientras duermo.

6 comentarios:

  1. Joder tía simplemente impresionante!! Uffff... A momentos me has puesto la piel de gallina... A veces, mirar de otra forma se parece a estar llegando. Esta frase te la robo con tu permiso para hacerte un merecido homenaje a su debido tiempo.

    bs.

    ResponderEliminar
  2. Pies si sipueras de dónde ha salido... a ver si te suena:

    "Personalmente creo que el concepto enfermedad mental es un invento perverso e interesado y en cambio amo la palabra locura y loc@s, que etimologicamente vendria del locus latino y tendria que ver con el lugar que ocupa el Otro en nuestra vida y viceversa" (Raúl)

    Así que el homenaje te lo hago yo a tí. Un abrazo grande grande!!
    (Por cierto, se te escapó una arroba, jajaja) Y gracias!

    ResponderEliminar
  3. Tengo la "i" y la "u" cambiadas en el teclado, a veces se me escapan.

    ResponderEliminar
  4. Un regalo: http://www.1decada4.es/profsalud/documentos/

    ResponderEliminar
  5. Que maravilla!
    Inquietante pero agradable, vibrante pero emocionante y retorcido pero ameno...perfectamente consigues que quien te lea se sorprenda.

    Me quedo con "Cuanto más normal estaba, más me hacía la loca, y viceversa", me demuestra la lucha diaria que sufrimos todos...es tan difícil ser verdadero.

    bsssss

    Hilari

    ResponderEliminar
  6. Gracias, me alegro de que te guste.
    Besos a ti también.

    ResponderEliminar