Pues sí, una no para de sorprenderse con los misterios de la cabecita.
Últimamente deliro por momentos, lo cual es mucho más llevadero que hacerlo durante un mes a jornada completa (y dedicación exclusiva, todo sea dicho. Es sabido que la última vez tuve que recurrir a un amistosísimo préstamo monetario para transitar el chaparrón)
Pero vamos por partes. Los tiempos están así como están. Sobran los motivos para ponerse fatal de la cabeza, y si ya tienes tendencia, pues sobran también los motivos para darle la razón a los partidarios de la teoría vulnerabilidad-estrés (si es que la he entendido bien, nunca estoy muy segura de entender ciertas codificaciones que algunas personas elaboran sobre lo que le pasa a los demás. Ojo, que tampoco digo que no resulten útiles)).
Bien, el asunto tiene tela. Resulta que no me da la gana de unas cuantas cosas:
- Poner a las mejores personas del mundo, otra vez, en situación de cuidadorxs.
- Cogerme un mes delirante (para eso me cojo unas vacaciones, pero de verdad).
- Angustiarme todo el mes por si se me nota o no se me nota (ahora tengo ciertas obligaciones cotidianas, que precisamente me eché encima para alejar determinados fantasmas).
- Arriesgarme a pasarme de vueltas rodeada de compañerxs y profesorxs.
- Descuidar el ritmo de trabajo (no hay como unas buenas notas para motivar al alumnado).
- Tener que estar cribando realidad de ficción (reconozco que tampoco es fácil, hoy en día, para las llamadas personas normales)
Y algunas cosas más que tampoco me da la gana de hacer, y paro ya que me repito. Así que resumiendo, y a la vista del panorama, a veces no se pueden evitar ciertas sensaciones molestas, inquietantes, cierta confusión mental, para entendernos en lenguaje común. Estos últimos días me pasa únicamente cuando estoy sola, pero tampoco me da la gana de evitar la soledad, ya que el sentirme dependiente de la compañía constante me generaría otro problema distinto. Sin embargo, esto no deja de parecerme precioso, me explico. Significa que todas las horas que estoy acompañada, que son la mayoría, estoy tan a gusto, que es suficiente para sentirme estupendamente, sin asomo de guerras interiores entre la visión habitual y la visión delirante. Significa que siempre estoy muy bien acompañada, que las personas con las que me relaciono día a día son una maravilla, que con ellas estoy tranquila, confiada, optimista, a gusto. Que os quiero mucho (por si alguna de vosotras se pasa por aquí de vez en cuando), que no puedo imaginarme un mundo mejor que este en el que estáis tan cerca, y que sois garantía de realidad, signifique lo que signifique.
Claro que, si salgo de mi cotidianeidad, hay mucho que hacer para que el mundo sea un lugar mejor, pero eso no va a ser tema de esta entrada. Así que sigo con lo que estaba, y resulta que la amistad está siempre en el centro del mundo, del de cada una de nosotras, y no hay placer comparable, ni bienestar ni satisfacción que le llegue a la suela de los zapatos. Ahora estoy sola, y no tengo miedo. Si sólo me amenaza en momentos tan concretos, creo que voy a ganarle la batalla.
Pero esto me lleva a otra reflexión. La del miedo de las personas institucionalizadas, aunque sea brevemente, durante las estancias hospitalarias (aunque yo no consideraría breves, precisamente, semanas de encierro sin referentes de confianza, o limitados a la hora diaria de visita, como sé que funciona en algunos sitios). El miedo que puede ser tan innecesariamente amplificado por el simple hecho de no tener a ninguna persona amiga durante esos días, que no son precisamente unos días cualquiera. ¿No sería más fácil, incluso para el personal, permitirle el acceso sin horario a una o dos personas, al menos, elegidas por la persona internada? Claro que en ese caso podrían ser testigos incómodos de ciertas prácticas relativamente frecuentes en este tipo de "remansos terapéuticos", prácticas pensadas por el bien del paciente, claro, que no se me malinterprete, faltaría más. Esas correítas, esas contenciones tan al punto de sal, tan oportunas. Esas babas producidas por la medicación de bienvenida, siempre tan robusta para recibir generosamente a los nuevos invitadxs.
¿A quién le corresponde considerar esto una buena idea, y proponerlo en serio? Seguro que en cada hospital hay personas muy diferentes, de sentires y sensibilidades (como diría J. Austen), muy distintos. Personas comprometidas con otra forma de hacer (mejor) las cosas, en este caso su trabajo, que es lo que tienen más cerca. No debe de ser fácil, para lxs profesionales, convivir en su espacio laboral con prácticas con las que no acaban de estar de acuerdo, y tampoco debe ser fácil ver, oír y callar, simplemente porque las cosas han sido siempre así, y uno no se ve con fuerzas para cambiar sistemas enteros. Puedo entenderlo, pero también puedo entender que plantearse empresas faraónicas es más complicado que plantearse pequeñas acciones de tanteo, en conjunto, haciendo un poco de piña con quien pueda ser aliadx, dentro y fuera del castillo. Unas conversaciones en la cafetería, unos contactos con asociaciones de familiares receptivas a la idea, un cuestionario para captar el ambiente... chorraditas de jugar a la revolución, o a la reforma, que por algo se empieza. A lo tonto.
Bueno, seguiré con más reflexiones otro día.
Un placer charlar con vosotrxs, como siempre.
Oye, y mientras reflexionas y pones por escrito lo que reflexionas, y quizá imaginas a quienes lo van a leer, etc. etc. ¿como anda el de-lirare?
ResponderEliminarabrazote ganso !
Anda muy contenidito, que nos conocemos...jajaja
ResponderEliminarEn serio, estoy muy bien, gracias por preguntar. Al final reflexionar va a ser también bastante terapéutico.
Un abrazote ganso a ti también!
Personas que están dentro del sistema de salud mental y que estén en desacuerdo con su funcionamiento hay a patadas. Ahora bien, gente que esté dispuesta a pasar a la acción, muy poca. Aún así, reconozco que en el primer grupo hay grandes profesionales que en silencio y sin estridencias hacen mucho bien en su día a día. Pero no les pidas que se enfrenten a una orden injusta, que señalen una mala práctica, que se formen en profundidad y desaprendan lo que les enseñaron en la universidad o se cuestionen los dogmas bio-paternalistas de poca monta. Simplemente pasan y van a seguir pasando. Esther, total, para qué voy a entrar en la reunión de planta si los psiquiatras no me van a escuchar; fulanitos/as de esa clase hay en todas las unidades de rehabilitación y no hay nada qué hacer; es que no hay equipo; yo vengo a hacer bien mi trabajo y no a buscarme problemas; es que los pacientes están desmotivados y solo piensan en fumar; bla bla bla. No creo que sea cuestión de jugar a la revolución sino más bien de decidir. ¿Estoy dispuesto/a a sumar a mis funciones algo por lo que nadie me pagará y añadirá bastantes conflictos a mi vida? Lo más perjudicial para el sistema es cuando no estás dispuesto pero decides pasarte el resto de tu vida quejándote.
ResponderEliminarEsther.
A muchos ese método de trabajo realista no le gusta pero para conocer, pasar a la acción o simplemente cambiar duraderamente es imprescindible ser reduccionista, bajar el flexo y enfocar un lugar concreto, necesariamente jerarquizado o selectivo (dejando al margen el resto).
ResponderEliminarTres patas reduccionistas antichácharas (y una pizca revolucionarias: como no soy un moralista no voy a cambiar a la gente. En el aire queda si soy conservador):
1.Ofrecer farmacopea de rescate (que poco o nada tiene que ver con la contención).
2.Tratar al paciente en su medio.
3. Aislamiento limitado y revisión judicial de la sujeción mecánica (ya las recomendaciones del Consejo de Europa en el 94 dieron por hecho a esa práctica indigna proscrita)
por qué nadie se fija en los detalles...falta de sensibilidad y ganas, lo digo por mi propia experiencia... sobre todo falta de sensibilidad. con un poco de azúcar ( huamnidad ) esa pildora que dan... lara rirara... ;)
ResponderEliminarEsther, que sepas que hay gente que está en desacuerdo no está mal, es uno de los ingredientes necesarios. Creo que entra en el apartado reuniones en la cafetería, lo puse de primero por algo. Bueno, siempre les puedes enseñar esta entrada, a ver si se anima alguien más al paso dos. En el fondo debo de estar loca, porque sigo pensando que vosotros desde dentro acabaréis por hacer mucho, aunque sólo sea por inercia de los tiempos. Gracias por pasarte.
ResponderEliminarAncar, me dejas alucinada con tu sentido de la organización, sobre todo viniendo de quien viene. Se te ve feliz con todo el tinglado, familiarizado con la jerarquía, el reduccionismo y las soluciones judiciales. Los locos en su sitio ¿no?
ResponderEliminarMiñú, como siempre de acuerdo en todo. Sensibilidad...esa bonita palabra. ¿Se la enseñarán en la facultad?
ResponderEliminarUn abrazo!
Estoy abierto a cosas nuevas, espero... Pero fuera del enfoque científico-natural yo no acabo de sacar nada en limpio. El loco en su sitio? No sé que quieres decir. El loco sin locura supongo. Tampoco soy fan dogmático del intervencionismo. Trato digno por descontado.
ResponderEliminarSí, trato digno por descontado. No sacas nada en limpio porque confías en el enfoque ese, precisamente. Ese enfoque te dirá siempre que es el único posible, por la cuenta que le trae.
ResponderEliminarY tú nunca serás responsable de nada más que de hacerle caso.
Un saludo.
Y un placer leerte, como siempre.
ResponderEliminar¡Hola Contra, mucho gusto en leerte de nuevo por aquí!¿Todo bien? Te escribo un email un día de estos, o me lo escribes tú, y así nos contamos, besos!
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