Siempre digo que no sé hablar de música, o que no quiero, al menos con palabras. No sé nada de teoría ni de lenguaje musical, como mucho puedo traducir a otro idioma lo que creo que está pasando. Y sólo palabras, al fin y al cabo.
Pongamos por ejemplo que escuchamos La leyenda del tiempo, de Camarón. Él sabe que no está solo cuando canta, no sólo porque esté Tomatito con él, que ESTÁ, Y DE QUÉ FORMA, sino porque también está Lorca, tocándole palmas, y está el duende, intangible y etéreo, a la vez que hecho cuerpo en su rostro y su garganta, en las manos de todos que no pueden parar quietas. Hasta estoy yo, sin molestar,aunque a veces molesto y canto porque no puedo no hacerlo, a caballo entre el delirio y la sorpresa de que no cese, por más veces que lo escuche.
No importan las veces, siempre es único, aunque sea la misma grabación, porque se funde en el devenir de quién lo escucha y el tiempo lo cambia todo, ningún minuto es igual a otro, y ahí se esconde la leyenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario