Había una vez un blog lleno de posibilidades, y de limitaciones. Así como el koan zen que dice "el codo no se dobla hacia afuera" mi ordenador tomó la decisión de no hacer más que aquello para lo que ha sido programado. Decisión justa, por otra parte, tan justa como un reloj parado que da la hora cierta cada doce horas. Abrumada por su eficacia, caigo rendida ante la inteligencia artificial que me brinda la oportunidad de improvisar una explicación:
Era la historia de un montón de letras que, dispuestas sobre un escenario, jugaban a ser otra cosa. Pero hete aquí que se nos ofrece algo bien diferente.
¿podrían la posibilidad y la limitación llegar a algún acuerdo?
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