El mundo aquí dentro es tan grande que muchas veces siento claustrofobia cuando me asomo al exterior. Pareciera que nadie está siempre bailando, o tejiendo hilos de palabras o haciendo el amor. Es posible también que me equivoque, y que todos sean como yo y nadie se atreva a decirlo. Pero quién soy yo para quejarme, sobre todo cuando me callo y floto, mimetizada con todas las tristezas que escondemos.
La alegría no es un derecho, tengo que averiguar en qué se ha convertido
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