Me paseo por los rincones de un mundo demasiado grande. Me esfuerzo en búsquedas interminables persiguiendo criterios, siempre líquidos, a poco que se escarbe. Si en un golpe de suerte los encuentro y me sirven, aunque sea en parcelitas, los olvido pronto. Pero son tercos y vuelven, o soy yo quién vuelve a ellos. Entonces se hacen amigos, y ya pueden instalarse, frecuentarme, ponerse las zapatillas de andar por casa, hablar por mí sin que me dé cuenta, defenderme.
Con las intuiciones la relación es distinta, se abalanzan sobre mí, literalmente. Me desconciertan, me confunden, y a su manera me ayudan. Las tengo en cuenta en la medida en que no puedo hacer otra cosa. Se materialicen o no, la razón poética se sirve de ellas para conducirme por el mundo, tan grande, tan abierto, tan lleno de rincones.
Intuiciones y criterios rumian experiencia. Experiencia-cansancio, experiencia-repetición, experiencia-confianza, experiencia-chicle.
Cuerdas y nudos, en el bolsillo de un equilibrista cabe un circo entero
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