Habréis oído que hablo bastante de empoderamiento, directa o indirectamente. Este término no es inocente, como no lo es ninguno en el campo de lo social, o de lo político (es difícil distinguirlos, por otra parte) Digo que no es inocente, porque cuando pongo aquí enlaces de leyes, convenciones y demás,a menudo se habla en estas de aumentar el empoderamiento como recomendación para los colectivos discriminados, oprimidos, excluídos de diversos ámbitos de la sociedad, también se les llama colectivos vulnerables...y de muchas formas.
Ahora, la pregunta es la siguiente: ¿Entienden estas leyes lo mismo que entiendo yo cuando se habla de empoderamiento? Probablemente no, o no del todo. De ahí que tenga que oír que se me llame rebelde cuando comento que yo no me tomo la medicación. Rebelde es un adjetivo que me pone quien me ve así, quien ve que estoy cuestionando dogmas, y a quien ese cuestionamiento por mi parte le inquieta, o le molesta, puesto que, de alguna manera, ha interiorizado el dogma como lo que pretende ser, realidad incuestionable.
Resulta sospechoso, como mínimo, que organizaciones internacionales de gran peso pretendan ahora promover el empoderamiento. Primero con las mujeres, ahora con los que llaman discapacitados. Suena a una cierta mala conciencia, o simplemente a que han hecho cuentas, y no les salen. Cuentas sobre lo que les cuesta tenernos en paternalismo perpetuo, y digo cuesta tanto económica como políticamente. Así que ahora, su objetivo es que nos empoderemos, que salgamos del cascarón. Puede que sea así, puede que no. No tengo información suficiente para responder, pero sí las suficientes inquietudes para pensar sobre eso.
Pero de lo que quería hablar hoy es, como dice el título, de empoderamiento. De si estamos hablando de lo mismo cuando lo digo yo, desde las carencias en este aspecto que constato como diagnosticada y amiga de otras y otros diagnosticados, o cuando lo dice un profesional de este tinglado de la salud mental. Un profesional puede ser un psiquiatra o psicóloga, pero también un jurista de políticas públicas, o un relator de la ONU. Creo que la respuesta vuelve a ser no, o no del todo. Y es que tiene que haber una diferencia entre el empoderamiento que cae de arriba a abajo, y el que viaja en sentido contrario.
Sobre esto habla este artículo que enlazo, muy interesante, para que sepamos de qué se habla cuando se habla de empoderamiento. Para que no nos den gato por liebre. Y también para que veáis que cuando hago el paralelismo de nuestra situación con las reivindicaciones feministas, no lo hago en el vacío.
http://www.dicc.hegoa.ehu.es/listar/mostrar/86
Muy interesante el artículo que linkas. Aprovecho para resaltar un aspecto que a veces se olvida:
ResponderEliminar"El empoderamiento no es un bien que se pueda donar, sino un proceso dinámico del que la propia gente es protagonista mediante sus propios esfuerzos individuales y colectivos".
Esta 'revolución pacífica' no por descartar las formas violentas es menos revolución; más bien al contrario, es la única con posibilidades de éxito.
un abrazo,
¿Ves cómo está la cosa? Resulta que quieres ser igual que los demás, y te llaman revolucionaria.
ResponderEliminarAbrazos.
un empoderamiento necesario para la recuperación, entendida ésta como un modo de construir un proyecto de vida con sentido y satisfacción para la persona, definida por ella misma independientemente de la evolución de sus síntomas o problemas. ¿una utopía?, no una realidad.
ResponderEliminarColoco un enlace sobre un interesante documento sobre la recuperación:
http://www.1decada4.es/profsalud/Recuperacion/Implementando/Hacer_Recuperacion_Realidad.pdf