jueves, 5 de julio de 2018

Pánico en el cuento de hadas (Amanecer, de F.W. Murnau)

Amanecer, de F.W. Murnau, es una joya cinematográfica que acaban de poner en un cine terraza. El coloquio empieza invitándonos a responder a la siguiente pregunta: ¿Por qué creéis que está en la lista de las diez mejores películas de la historia del cine?

Las respuestas son tantas, y desde tantos puntos de vista, que mejor me centro. Yo no entiendo de cine pero me fijo.

Desde el punto de vista narrativo, es un cuento de hadas, perfecto, con princesa sufriente, bruja mala, metamorfosis del príncipe (rana, monstruo, de nuevo príncipe, lo típico) y final feliz.

Desde el punto de vista estético, lo tiene todo bien colocado, magistralmente colocado: la imagen, la música, la interpretación, la fotografía, el ritmo. Buena de llorar.

Desde el punto de vista simbólico, agárrate y da gracias que no haya cogido el micro, porque lo hubiera monopalizado, y era algo tarde. A partir de ahora va un spoiler. A ver, hay un señor casado que vive la vida campestre y sencilla con su dulce, rubia y angelical mujer. Todo locus amoenus hasta que llega una pérfida mujer liberada de la ciudad: sofisticada, moderna (y morena), con iniciativa, con deseos propios, y con capricho de tener una aventura con el señor de la aldea. Lo que hace aquella mujer en el pueblo es una incógnita, pero da igual, se lleva al huerto al mozalbete, lo engatusa, lo cela y le insinúa que se lleve a su mujer rubia en una barquita y la ahogue en el río para poder estar los dos más a gustito. Y el tipo va y se lo piensa. Gente maja.

Una perra feminista intenta impedir el asesinato, pero como es perra, la llevan de vuelta al corral y empieza la película de terror. El príncipe se animaliza en gorila inyectado en sangre (expresionismo del bueno), y la pobre chavala pone ojitos para zafarse, porque clases de autodefensa feminista no le han dado.

No solo no la mata, sino que se arrepiente mucho muchísimo por haberlo intentado, se agobia y le pone ojitos él a ella para que le perdone. A todo esto ella había conseguido escapar en un tranvía, camino de la ciudad, pero él se le cuela en el tranvía. Sea para intentar matarla o darle la brasa, él dale que te pego detrás de la muchacha.

La ciudad. Atención. La ciudad es el mal, o venía siéndolo hasta ahora en la historia, asociación extraña para las vanguardias, pero es que los genios son así, le dan la vuelta a todo y tú te quedas dándole más vueltas. En la ciudad se está celebrando la exposición universal, o una feria parecida, con sus casetas de tiro, sus avances tecnológicos, sus bailes de salón y sus peluquerías. De vez en cuando vuelan cosas, tipo drones pero no, porque son los años veinte. Ah, bueno, los de antes de luna de miel, ya se sabe cómo es el ciclo de la violencia de género. De la perra feminista no se sabe nada, pero el monstruo se pone guapo y vuelve a pasar por príncipe, con sus flores y sus bizcochos para la merienda, súper romántico. En la ciudad, la parejita reivindica los valores del noviazgo rural, la tradición encarnada en lo sencillo, la risa cómplice, una foto con besito y los bailes regionales, que dejan a los del casino libertino con la boca abierta.

Al acabar la feria en la ciudad están de vuelta en una barquita, otra vez. Casi mueren juntos, debido a la tormenta, un dramón, que si ella muere, que si no muere, así todo el rato. El príncipe se encuentra con la bruja morena y la intenta matar por mala, que se ve que él tiene un sentido de la justicia muy en su sitio, como se venía demostrando (que si te pongo los cuernos, que si te intento asesinar, que si te compro con florecitas y bizcochos, la banca gana siempre). Bueno, pues se salva la morena mala (ahí se ve la vanguardia otra vez, como el Guadiana), se vuelve a su hábitat natural y aquí paz y después gloria. Se restablece el orden, acaba la peli y empieza el coloquio. Yo ya no cogí el micro por lo que os comentaba antes, ya veis que era largo.

Ah, también se emborracha un cerdito que les había tocado en la feria. Un genio.




No hay comentarios:

Publicar un comentario