domingo, 15 de julio de 2018

Desear otro deseo

Hambre (Rosane Gay) es un libro desolador, que sin embargo transpira dignidad en cada página. Leyéndolo entiendo por qué a las mujeres dañadas (¿conocéis a alguna mujer no dañada?) nos cuesta tanto tomarnos con tranquilidad ese "paraíso publicitario" en que se ha convertido el amor romántico. Una mentira de las grandes.

No vayamos tan lejos. porque aunque no aspires a ninguna de las fantasías románticas más comunes, relacionarse con intimidad erótica parece siempre un deporte de riesgo. ¿Cuánto voy a tardar en sentirme decepcionada, o decepcionar? ¿Cuánto voy a tardar en mostrarme demandante y enfadarme conmigo misma por eso? ¿Cuánto voy a tardar en perdonarme de ese enfado y aceptar que demandar que se cubran ciertas mínimas necesidades afectivas es un cuidado mínimo al que tengo, o debería tener, derecho? ¿Cuándo voy a dejar de observar si la otra persona está bien antes de observarlo en mí misma, o cuándo va a ser la otra persona la que me observará a mí con ese criterio? ¿Cuándo voy a dejar de sentir ansiedad ante el miedo de que se cancele una cita a última hora? (Quizá cuando deje de relacionarme con quien ya desde el principio ves que hace eso de forma sistemática) Y la peor...¿cuántas veces más las heridas se harán más grandes?

Para responder a estas y muchísimas otras preguntas sobre por qué este tipo de relaciones nunca son cuentos de hadas, simplemente he decidido no tener este tipo de relaciones, durante un tiempo indefinido. Intento dar un giro de timón y dedicar todo ese tiempo y esfuerzo a cuidarme, primero para tener la certeza de que eso es posible, y después para poder comparar todo lo que sea capaz de cuidarme con lo que puedan cuidarme otras personas. Si mi forma de cuidarme me da más alegrías que los cuidados (o ausencia de ellos) que vengan de fuera, entonces quizás no sea para nada una mala idea.

Si mis mejores amigxs lo son durante años y años, y lo han sido por el cariño, admiración y cuidado mutuo... ¿para qué quiero relaciones que no les llegan ni a la suela de los zapatos, sólo porque está presente el ingrediente físico? Otra cuestión pendiente, como mujer dañada, es la naturaleza de mi deseo...¿qué se ha ido erotizando, aún a mi pesar? ¿Cómo puedo deserotizarlo? ¿Cómo puedo hacer que mi cuerpo, y mi mente, aprendan a desear de otra forma? Si no pensase que el erotismo es otra construcción social, heteropatriarcal hasta la náusea, estas preguntas serían gritos en el desierto. Pero no lo son. No son gritos en el desierto. Son, en sí mismas, deseos nuevos. Son pruebas de que se puede desear otro deseo.

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