jueves, 17 de mayo de 2018

Mapas locos (IV)

¿Me sirve la expresión creativa para enfrentar la opresión?

Depende.

Por ejemplo, pintar puede darme tanto placer y relajación como vértigo. Hay placer en mezclar los colores, mover las manos, conectar lo que pinto con la música que escucho, alejarse y mirar...a ver qué se ve. Tiene mucho de mente en blanco, una parte. La otra es lo que se desvela, como si yo apenas tuviera control sobre lo que pinto, y fuese la pintura la que me lleva a mí. Otro asunto ambiguo es que siempre tiene que haber una motivación emocional para empezar el proceso, algún tipo de confusión que necesita esclarecerse, y eso puede provocarme reacciones emocionales imprevistas: por más dolorosas que sean, si lo son, hay que hacerles sitio y darles sentido.

Bueno, sí, no puede negarse que pintar es una herramienta de reajuste importante, pero hay que ir con cuidado con ella, porque, no siendo yo religiosa, es lo más parecido a un ritual, con un potencial catártico del registro de lo serio, aunque solo sea conmigo misma. Proyectarlo hacia fuera, enseñar el resultado, también es complejo. A veces no sé muy bien qué estoy enseñando, qué están viendo los demás, cómo de transparente o de vulnerable se me está viendo, así que...más riesgo de vértigo.

Conmoción, un lío.

Y claro, que de vez en cuando consiga desenmarañarme revoltijos emocionales es un prodigio de autocuidado. Otro tanto puede decirse de la expresión creativa cuando estoy del otro lado, cuando soy receptora/espectadora, porque puede también tener efectos fuertes. Si total, es todo comunicación, y para nada un asunto sencillo.

Fuera de la pintura está la música, que hoy no toca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario