miércoles, 16 de mayo de 2018

Mapas locos (III)

Hoy cumplo años. Los mensajes de tanta gente linda a la que quiero con todas mis fuerzas abren la mañana. En este ejercicio doloroso y necesario de organizar lo que duele, vamos avanzando. Hoy toca la mejor parte: ¿Cómo enfrentar la opresión?

Amigas, qué sería yo sin las amigas...gracias, gracias, gracias, gracias.

No hago mucho ejercicio, pero me gusta caminar. Estos días siento ansiedad en el estómago en cuanto piso la calle, así que, inconscientemente, intento reducir las horas que paso fuera de casa. Pero aún así salgo, y camino, intento enfrentarme a esa sensación de semiagorafobia, a la que no termino de acostumbrarme. Me encanta bailar, pero no tengo mucho ánimo, y además las horas a las que se baila son prohibitivas para mí estos días. Podría bailar en casa, pero bailar es social, así que será cuestión de paciencia que pueda volver a hacerlo.

Alimentación saludable, sugiere alguien. Siempre disfruté de la comida, pero ahora me cuesta verla  como un placer, así que acabo comiendo cualquier cosa, sobre todo si estoy sola. Me alimento un poco mejor cuando estoy con otras personas, consigo disfrutar un poco de los sabores, porque están asociados a la compañía. Recuerdo que, cuando me cuido de forma natural o decido hacerlo como necesidad imperiosa (como ahora), la comida pasa a un primer plano. Que en el supermercado estos días mi imaginación no vaya más allá de unos huevos o unos botes de tomate para hacer pasta es bastante significativo. Miro la hora y decido parar de escribir y bajar al supermercado. Escribir todo esto no sirve de nada si no desencadena pequeños pasos hacia donde quiero ir.

De vuelta de la tienda de barrio, estoy contenta de haber evitado el supermercado (hubiera comprado porquerías en lata). Tengo comida para hoy y para mañana. Compré setas pensando en hacer mañana arroz para una invitada muy querida que vendrá hoy, que me llama normal con tantísimo cariño. Se merece algo mucho más rico, pero el arroz no me sale mal, y como paso hacia adelante, no es pequeño. Mientras pongo patatas a cocer, descubro en la nevera unas pocas fresas, no en muy buen estado. Decido reciclarlas gracias a mi ritual casi infalible para cocinar cuando no tengo ganas: Buena Vista Social Club, el disco entero. Pero pienso, qué raro que yo deje estropear unas fresas, con lo que me gustan. ¿Cuándo las compré?, no lo recuerdo muy bien...buff. Necesito que me cambien el cerebro actual por el mío de siempre. Mapas locos, compas, tenemos mucho trabajo por delante.

La comida de hoy, un ejemplo de microavance: me senté a la mesa (no comí en el sofá), sin teléfono, sin tele, solo con un poco de música de fondo. Me lo comí despacio, estaba rico, separé las espinas del pescado con calma, me bebí el vaso agua entero (estaba hasta bebiendo poca agua), me tomé el postre. Es raro cuando necesitas energía extra para hacer lo más básico. Pienso en los llamados trastornos de la alimentación, pienso en las compañeras diagnosticadas en ese rango de comportamientos. Me importa un bledo mi peso y, en general, mi imagen física. Los llamados trastornos de la alimentación, obviamente, no tienen que ver con eso, hay océanos de fondo en alimentarse raro, sea poco, mucho, rápido, distraído, o mal. La comida es una forma de relacionarnos con nosotras mismas, y con el mundo también.

Cuidarse es resistir, es luchar contra la opresión de sentir que no puedes, o que ni siquiera te importa. Voy a beber otro vaso de agua. Las fresas estaban pasables, pero comestibles. Ahora me voy un ratito al sofá. Creo que por hoy es suficiente. 

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