martes, 8 de marzo de 2011

Escisiones

Siempre pienso que el mayor problema de toda la literatura escrita sobre psicosis y delirios es que los autores escriben de oídas, hasta el mejor o más riguroso de los psiquiatras. Hasta donde yo sé no hay noticias de psiquiatras en cuya persona se dé la doble condición de psiquiatra y experimentador, o de relator y relatado, por decirlo de forma más literaria. Quizá el ejemplo que más se parece es el de Arnhild Lauveng, y es un ejemplo de este año, que por no tener no tiene ni antigüedad, ni demasiados lectores por estas tierras, ni lugar todavía en la llamada literatura especializada. Su reciente obra se titula "El país de los bosques de hierro. Mi regreso de la esquizofrenia". Regresando Arnhild de tan extraño lugar, se le ocurrió estudiar psicología y hacer libros como este, que le valieron el premio ¡atención! a la "Libertad de expresión en salud mental", en su país, Noruega.

Libertad de expresión en salud mental.

Un premio.

En Noruega.

Hace poco.

Qué bárbaro. Cómo debía estar la cosa, en Noruega, hace poco. Que tienen un premio y todo. Será para animar. Son estas cosas que le hacen a una preguntarse, pero eso... de la libertad? de expresión? no se da por supuesto?

¿En qué estaban pensando los noruegos cuando crearon ese premio?
¿Cuáles eran los requisitos para optar?


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"-Verás, Günter, estoy pensando seriamente en presentarme al premio libertad de expresión en salud mental.
-¡Pero qué dices! ¿Estás loca?"

Más o menos así me lo imagino, denso y escueto, un Günter como dios manda. Centrado y bien anclado en la realidad, sin escisiones. O un Manolo con bigote y corbata, haciendo la declaración de la renta, ajeno a veleidades propias de su lejana juventud setentera, atrás quedaron las carreras delante de los grises, atrás quedó la libertad sin ira, y sólo queda la ira, viendo que no las cuentas no salen, que los bancos no dan un duro, y que su hija, deshauciada debido a una enfermedad mental grave, crónica, incurable e incapacitante, anda ahora con delirios de derechos y libertades, pobrecita ella, tan joven y tan loca. Y qué decir de Remedios, enganchada al Gran Hermano, comprando babas de caracol en la teletienda, y amenazando con el divorcio si Manolo no abandona el lío con la reponedora del turno de mañana. Son malos tiempos para todos, qué premio ni qué premio, ay señor, qué valle de lágrimas.

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