Creo que fue Eduardo Galeano, en El libro de los abrazos, quien contaba que la identidad no es un pieza de museo dentro de una vitrina, sino algo vivo, cambiante, fluctuante. Si identidad quiere decir ser idéntico, de ahí identificarse (sentirnos idénticos en algún rasgo, lo que se llaman rasgos identitarios). Si nos identificamos con un solo rasgo, y nos hacemos idénticos en tanto en cuanto somos ese rasgo, o lo son también los demás, llegamos a la pieza de museo, a la identidad inmóvil que no es parte del ser sino el ser mismo, quieto y petrificado como ella.
Contra una idea de identidad como pieza de museo, está la idea de ser de uno de mis mejores profesores, de teoría y crítica literaria, dulces y jóvenes años, donde toda filosofía es posible, y toda experiencia nueva lo es más aún, en una edad donde la búsqueda de la identidad es más angustiosa en tanto que no queremos elegir si eso implica renunciar a todo lo demás, rodeados de un ambiente universitario que lo da todo a cambio del arte de navegar sin angustia por una economía precaria. Y allí, en ese tiempo y lugar, en medio de una clase o más bien como parte de una clase, descubrimos que no éramos como piezas de museo, sino como poliedros que flotan en el espacio, rotando y desplazándose en todas direcciones, coincidiendo constantemente con otras caras de otros poliedros, con caras que encajan como piezas de puzzle, y desencajan quizá en la siguiente rotación de cualquiera de nosotros.
Poliedro en movimiento me quedé, y no siempre ha sido fácil, cambiando de profesión, de ciudad, de ambiente, de compañías, de pareja, flotando y rotando a las duras y a las maduras. Queriéndolo ver todo con los ojos libres de gafas deformantes, de espejos cóncavos, de cristales de vitrina. Siendo como es misión imposible tal pureza de criterio, tocó aprender a mezclar, combinar, a seguir girando mis caras con las otras caras, y no niego que hasta se pueden descubrir constantes en la frecuencia de ajustes. Pero la forma no es nada sin el elogio de su movimiento continuo, durante el cual se perciben luces, sombras y destellos que son la suma de lo que se es y de lo que se hace, indiferenciado hasta donde yo tengo recuerdo, limitado sólo por la amenaza de la vitrina, por más bellas que resulten las piezas que en ella se exhiben.
Me gusta leer lo que escribes porque sé que detrás de tu discurso hay consistencia. Cuestionas desde el respeto y eso para mí es pura flexibilidad.
ResponderEliminarEl problema de ser dogmático es que imposibilita la autocrítica. Siempre lo son los otros.
Busquemos al dogmático cabroncete que llevamos dentro y quizás así avancemos algo.
Lo contrario es presunción y celo identitario. O dicho en castellano, prejuicios y más prejuicios. Inmovilidad y cerrazón.
Cosas de humanos, vamos.
Besitos y mucha fuerza.
Esther.
Sí, el dogma es uno de los peligros de la identidad inmóvil. Es cierto que muchas veces se confunde dogma con principio, ya que tanto se habla de la necesidad de los principios para construir con solidez.
ResponderEliminarSi nos atenemos a la propia palabra principio, remite instantáneamente, sin necesidad de vericuetos lingüísticos, a punto de partida, no a punto de llegada. Se parte de algo para llegar a algo diferente, sería absurdo partir de x para llegar al mismo x. En este caso, el viaje se torna imposible, y así, una vez más, de vuelta a la vitrina, sin haber salido de ella.
Ahora que le doy vueltas a esto de la identidad, a propósito de la radio, me doy cuenta de que la locura no es sino aglutinante de posiciones o estados de desventaja, a nivel social y legal, pero también posibilidad de crecimiento y movimiento a partir de la necesidad de trascender esa desventaja hacia posiciones de igualdad. Y por igualdad no entiendo identidad sino condiciones de diálogo, y entiendo el derecho como garantía de esas condiciones, a partir de las cuales cada poliedro pueda girar en cualquier dirección sin que le nieguen el movimiento. De los giros que cada uno de, y hacia dónde, dependerá la construcción de la flexibilidad identitaria.
Muchos besitos y fuerza a ti también.
Bien cierto, porque somos como energía en movimiento, luego evidentemente, mientras haya vida habrá movimiento, de muchas y diferentes cadencias, cuanto más movimiento más actividad, más vida, más melodía. Melodía eres tu. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminaruna figura en movimiento es más bella que la que se queda petrificada en la vitrina... un besiño grande!
ResponderEliminarPreciosa y precisa entrada!!
ResponderEliminar"Identidad" para mí, no es nada más que una etiqueta que obedece a unas normas estandarizadas dictadas por la sociedad, y como toda etiqueta es subjetiva para el que etiqueta y el etiquetado(lo mamamos a diario...). Es una etiqueta madura y cargada de sentimientos/creencias/actitudes y filosofía de vida de alta intensidad personal e individual.
Como etiqueta que es, está condicionada, TIENE FALTA DE LIBERTAD O VIDA PROPIA, y ahí es donde muere su sentido más puro y adolescente, donde "la vida es vida" de verdad…coincido contigo.
Por ello, no hay que caer o creer que tenemos una identidad deteriorada, porque como decía E.Goffman: "el individuo estigmatizado adquiere estándares de identidad que aplica a sí mismo", nos habla de la alineación grupal relacionado con la identidad del yo, sintiendo ambivalencia respecto a su propio yo, estratificando su persona: sentimientos de fracaso, actitudes negativas...rechazándose así mismo e intentado ser igual que los llamados "normales". Pues NADA DE ESO, TODO LO CONTRARIO, luchemos contra el estigma social y auto-estigma, hay que identificarse como uno que es…con sus dificultades y sus fortalezas, y por supuesto identificarse con las personas que puedan estar en esa misma condición.
Al grano, no lo dudes, tienes una identidad envidiable…”un poliedro en movimiento” envidiable, auque yo también volvería a la época del instituto o Universidad.
Un abrazo
Hilari
Interesante. El problema es que lo que es identidad es algo que está adherido al hecho de ser humano, así que por supuesto que necesitamos el movimiento y el poliedro, pero también la constancia y el punto fijo. El poliedro también es geometría y también tiene identidad. Sencillamente no somos hormigas.
ResponderEliminarEl junco es flexible pero hasta él tiene un punto en el que se rompe. Supongo que como todo lo que nos toca a los humanos, estamos abocados a buscar los equilibrios de forma continuada y con esfuerzos.
Un abrazo.
Me voy de fin de semana á Costa da Morte, a empaparme de telurismo reconstituyente. Voy a intentar no conectarme mucho y pensar menos, os quiero un montón pero os contesto a la vuelta, a todos y cada uno.
ResponderEliminarCuando me recupere de la fiesta.
Abrazos.
Hola de nuevo:
ResponderEliminarEmejota, me gusta tu exaltación y elogio del movimiento, estoy contigo, la vida es así y por ahí nos lleva.
Un abrazo grande.
Kanija, igualmente, un besiño grande a ti también, pintora de mundos bonitos!!
Hilari, se me acaba de ocurrir oponer, o diferenciar, identidad y posición. En determinados asuntos puedo posicionarme, pero en identidades no tengo ninguna, o tengo tantas que no me llega con una para explicarme o explayarme. Según hacia quién gire, según lo que aprenda al girar, la identidad móvil sigue moviéndose.
Un abrazo.
Jesús, no creo que haya que confundir identidad dinámica con cambio de chaqueta, y como le decía a Hilari, distingo entre identidad y posición, que pueden ser casi sinónimos, me identifico con o me posiciono con "en este asunto", en lo demás sigo siendo de cualquier forma, dependerá de lo que sea lo demás. Y no es falta de criterio o personalidad, pero sí ganas de no darme por acabada, de no cerrar la puerta a la sorpresa, aunque la búsqueda del equilibrio siempre se contempla, es la base de la salud mental, que ninguna pasión nos haga suyos del todo. El deseo desbocado e incontrolado suele acarrear problemas, ya lo decía Epicuro, Platón, Spinoza, Buda...y cualquier abuela.
Un abrazo.