sábado, 27 de octubre de 2012

Microeventos

A lo largo del último año, o de los dos últimos, aquello que yo llamaba pensamientos delirantes suceden sólo en momentos concretos, y ya no los asocio con la idea de pasarme un mes sumida en ellos. Con el paso de los años, la opción "diagnóstico de esquizofrenia sin medicación" se asienta como cierta y recomendable (siempre que se acompañe de conocimiento y buena compañía). La contrapartida es que ocupa menos espacio mental para escribir este blog, que me quedo sin contenido, básicamente, y empieza a parecerme ridículo pensar en hablar de cómo gestionar pensamientos delirantes que sólo duran media tarde, o dos horas, pequeños eventos sin importancia, microeventos.

Aún así, insisto: lo primero es reconocerlos como tales. Esta sensación de que todo puede empezar a ponerse mágico, como colocada pero sin haber tomado nada, que mola si no fuera porque no es conveniente dejarla a su aire, que luego se instala y coge confianza, y en cuanto coge confianza puede confundir al más entero. Así que de eso nada. En su lugar un tiempo con una misma, a poder ser bien acompañada al mismo tiempo, escuchando música que permita canalizarla, que permita desarrollarla en su modo más conscientemente simbólico, sublimante, en diálogo con esa magia de la que no se quiere abusar, sólo aprender, dejándola en un chispazo, en una promesa de todo lo que somos aún con ella, o a pesar de ella, pero siempre sin dejarla ser condición sine qua non para cualquier cosa que en algún momento lejano decidimos concederle: más creatividad, más lucidez, más atrevimiento, más seguridad. Porque si hacemos memoria, en diferentes grados, todo eso estuvo siempre cuando llegó su momento, antes y después de conocer el delirio, así que no es el delirio causa ni condición necesaria. El delirio es sólo recuerdo de una enorme capacidad para sentir intensamente, para mezclar posibilidades, para abrir caminos en el tiempo y las proyecciones, para volar un poquito cuando la materia duele. A veces la materia duele mucho, por sórdida, gris e incomprensible. Cuando la materia duele, el delirio se presenta como analgésico, o estimulante, de alcance incomprensible, con riesgo de adicción o sobredosis, quien lo probó lo sabe. Y ha de saber también de sus peligros y sus logros, es cuestión de justicia. Es cuestión de diversidades, algunos de nosotros sólo somos diferentes porque decidimos contarlo. El resto del tiempo, performamos la cordura con éxito inexplicable.

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