Querer hacer Radio Prometea, ese programa soñado, acariciado, lejano como una utopía, y peleado como realidad persistente, ya no es una quimera. Casi sin darme cuenta, y gracias a que di, de repente, con las personas que ni en mis mejores días hubiera soñado que pudieran existir, voy y me las encuentro. O me encuentran ellas a mi, me importa bien poco, mis preocupaciones ya son otras, mis preocupaciones ya son nuestras.
Vengo de la primera asamblea anual de la radio comunitaria donde vamos a emitir, Radio Cuac.FM, ahora mismo en problemas, como todo proyecto comunitario que se precie de serlo, siempre obstáculos y más obstáculos a los discursos de abajo, los que vienen de personas sin poder, ni prebendas ni linaje ni posesiones, los discursos de las personas que escuchan a las personas y sienten, al escucharles, que todo lo que está sin decir hay que decirlo, y que pàra ello nos ampara incluso el derecho a la comunicación, recogido en la constitución y en otros sitios que hablan de derechos. Derecho a comunicar, como el resto de derechos, ahora mismo amenazado por quien cree que los derechos sólo son un obstáculo molesto para sus fines, siempre los mismos, siempre para los mismos.
Radio Prometea empieza en octubre con una entrevista a Radio Nikosia, para dejar bien claro quién nos inspira, todos los viernes en horario de 20:00 a 21:00. Lo más importante, desde el principio, era llevarnos bien, y para eso nos vamos de fiesta, comemos en los parques, vamos juntos a la asamblea, nos acordamos cada día de alguien a quien le puede interesar, lo llamamos, y más pronto que tarde dice que sí, que qué bien, que qué alegría, que cuánta falta hace un programa así, y vamos perdiendo la cuenta de cuántos y cuántas podríamos llegar a ser de seguir por este camino. Mientras tanto, seguimos buscando cualquier excusa para vernos, mientras organizamos, como a lo tonto, charlas y conciertos para mañana, para el mes que viene, para cuando se pueda, para ya. Y nos reímos y nos contamos y nos adelantamos a los conflictos porque no queremos enfadarnos nunca, sólo seguir con esta ilusión ardiendo siempre, como una vela-refugio, vela-viaje y vela-luz. Nos gusta hasta el miedo que nos da el directo, que conjuramos volviendo a vernos, quedando para todas las reuniones que hagan falta, dejando siempre algo para luego, para que haya disculpa, como si nos hicieran falta.
Todo esto me hace muy feliz.
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