sábado, 25 de agosto de 2012
Un nombre propio ( I )
Se arrastran de punta a punta de la ciudad los pasos y las penas, bajo un sol de fin de agosto cabreado: pronto van a restringirle las horas de permanencia por esta latitud, quedando en su lugar un gris pegajoso contra el que más vale estar ocupados, acompañados, o borrachos. O todo junto, no se puede pedir más. Siempre se puede pedir más, otra cosa es a quién, y con qué derecho. Mientras el sol calienta todas las decepciones pasadas y todos los líos pendientes, y baja la tensión y vuelve todo extremadamente pesado y volátil al mismo tiempo, se intenta ponerle nombre al dolor. Un nombre propio, como aquel cuarto de Virginia, un nombre que no tenga copyright psiquiátrico, más rico en matices, en causas y consecuencias, más preciso, más amargo si hace falta, un nombre que no sea "tormenta" (ya está cogido). Mientras se busca, o se espera al nombre, viene el hambre, y es bien recibida, sólo porque hay con qué saciarla, y eso, de repente, es un gran paso, es algo...bueno, saludable, no connotado, libre pues.
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buen principio. a ver si soy capaz de seguir leyendo la historia.saludos***
ResponderEliminarHola Kapde, lo primero bienvenido!! Me alegra que te guste la entrada, y mucho, también, que seas compañero de Nikosia. Aquí estamos dándole fuerte para empezar programa el mes que viene, ya iremos contando.
ResponderEliminarUn abrazo
Paula