Que la psicosis es metáfora lo sabe todo el mundo. Que la gente anda fatal en literatura es un lamento antiguo, una queja típica de intelectual quejoso. Que se sepa leer tan bien un viaje psicótico como un libro de Dostoievski es una utopía como otra cualquiera. ¿Y si la psicosis fuese el Dostoievski de hoy en día? ¿La persona buscándose en las palabras y los hechos, en el espejo de los otros? ¿Con todas sus identidades en atropello? ¿atropello cubista?
A lo mejor es tiempo de mirar más lo performático, lo que se hace al decirse,lo que sucede y se hace mientras sucede, una sola vez aquí y ahora, sin enlatar, sin emisión en diferido, sin soporte material ni virtual, o con todos a la vez, como meras herramientas de composición. No hablo del loco creativo, no hablo de los productos plásticos, literarios o musicales del loco, o de la loca. Hablo del estar de viaje como viaje al que asomarse con asombro, con ese todo por aprender que empieza cuando se detiene la urgencia "médica" de reducir. Porque la urgencia, cuando se entiende como médica, atropella el significado, todo significado se entrega a la ciencia, dejando las humanidades acomplejadas con el culo al aire, acongojadas en la sala de espera, decididas a decir a todo que sí por educación y desconocimiento, con más motivo por hallarse en casa ajena.
Shakespeare ya hablaba de héroes y villanos ocultos en cada personaje, como posibilidad siempre acechante de cada uno, con la tensión dramática perfecta de no saber quién era quién hasta el final, de no saber si ser o no ser por más sangre real que se tuviese. Y no eran locos los personajes de Shakespeare, no hacía ninguna falta. El loco de ahora es la nostalgia de cualquier personaje suyo. Se nos llama imprevisibles como defecto, asumiendo por demás que lo correctísimo es estar socialmente preparado para no dar sorpresas, excepto en cumpleaños, citas románticas y fiestas de guardar (el bolso a buen recaudo, que con la borrachera ya se sabe). Se nos llama raros cuando es una redundancia, ¿quién se definiría a sí mismo como normal y previsible, sin cierto tono de hastío impotente en el decir? ¿quién diría eso de sí mismo sin nostalgia y con orgullo, fuera del puesto de trabajo y del perosnaje que toca asumir en él? No conozco a nadie.
Me acuerdo ahora del título de un libro de Erich Fromm, El miedo a la libertad, que no he leído, pero que da para pensar sobre este tema. ¿Tienen ellos miedo a nuestra libertad? Qué solemne tontería. ¿Acaso se puede ser libre con esta carga? ¿Cargando sobre los hombros la metáfora, permanentemente acechada por la ciencia de los números? Número de pastillas, número de habitación, número de días de hospitalización, número de pacientes por día...
La metáfora se queda huérfana cuando nadie la interpreta, o peor aún, cuando se dicta una interpretación oficial, externa, ignorante, consensuada, única. Cuando se roba impunemente, y con cómplices. De eso van las conspiraciones: todo el mundo habla de mí, nadie habla conmigo, nadie me escucha si no es con esos filtros que detecto enseguida: paternalismo, miedo, desesperanza, incredulidad.
En la metáfora que se va haciendo buscamos constantemente héroes amables, héroes de la escucha, al tiempo que nos protegemos de los villanos que surgen en el camino inhóspito que durante días transitamos sin comprender del todo lo que siempre ha estado ahí, o buscando comprenderlo de otra forma porque estamos de otra forma. Nosotros cambiamos a las personas sobre la marcha ¿nosotros? ¿quiénes somos nosotros? ¿quiénes son ellos? ¿por qué es todo tan difícil de repente? ¿por qué no me fío de quien me ofrece ayuda? ¿qué clase de ayuda? ¿para qué exactamente? y sobre todo, ¿en qué consiste? ¿cómo es el proceso de esa ayuda que se me ofrece? ¿quién lo dirige? ¿quién lo paga? ¿a quién se entregan los informes sobre resultados?
Yo sólo quería comprender, atravesar esa metáfora que era como niebla, sabiendo que no hay niebla que cien años dure. Y salir airosa de la prueba, como en los libros de aventuras, como en las películas donde ganan los buenos, como en las historias románticas en las que las dificultades tienen recompensa. ¿No eran esas las metáforas con las que crecí? ¿No son esas las historias que el mundo siempre cuenta, hasta el hastío? ¿una y otra y otra vez? ¿cuál es el problema? Que debes aprender a distinguir la realidad de la ficción, escucho a mi alrededor. ¡Mi metáfora es ficción y realidad al mismo tiempo!¡Lo sé perfectamente! ¿O acaso te crees que vivo en la ignorancia? ¿Es que nadie más se ha dado cuenta?
Lo tuyo es grave: atreverse a abrir los ojos antes de *creerte* preparada. Solo te ofrezco un frágil consuelo, muchos consideramos que es aún peor mantenerlos cerrados.
ResponderEliminarAsí que si levantas la tapa en un criadero de Matrix, no queda más remedio que continuar, sea donde sea que vayas a parar ..
un abrazo,
Uno de los viajes que más me ayudaron en el camino: "Viaje a traves de la locura" Mary Barnes y J. Berke. Más información:
ResponderEliminarhttp://www.muncom.com/ventalibros/viaje-a-traves-de-la-locura-mary-barnes-y-j-berke-295685.html#!prettyPhoto/1/
¿Qué realidad? ¿La que quieren que creamos? ¿La que nos imponen? ¿La que creen algunos? ¿La que sentimos o la que ven nuestros ojos? Me quedo con la que vivimos cada uno de nosotros en su interior.
pere, no es grave, es gravísimo, jajaja. Eso de Matrix me suena...¿a quién no?
ResponderEliminarDe todas formas, es sólo un texto, estoy bastante centradita, poco metafórica, vamos.
Un abrazo.
sinfármacos, gracias por la recomendación, conocía la experiencia de Mary por Jesús, un amigo que viene mucho por aquí. Si ves el video de la entrada anterior, habla de tratamientos similares, en Finlandia, con mucho éxito.
ResponderEliminarSobre las realidades hay mucho que decir, lo mejor es que, sea la que sea, sirva para comprender y buscarse sin hacerse daño. Mucha suerte amigo, o amiga. Gracias por la visita.
Un abrazo.
Bravo tía!! En mi opinión un texto para enmarcar y lo jodido es que quería escribir algo así justamente hoy, y ahora como que me da reparo. Incluso a aquellas personas acostumbradas a interpretar las metáforas literarias y sus jirones de niebla, les cuesta encontrar la predisposición necesaria como para ponerse a interpretar un discurso psicótico. En la poesía, en lo que está etiquetado como poesía, esa predisposición existe aún antes de abrir el libro, con las personas es más difícil, da miedo o pereza o simplemente no se está por la labor por eso del quien se cree este que es. El grosor de la billetera hace mucho a la hora de enfrentarse a un discurso extravagante, parece que si el que dice algo extraño es alguien reconocido socialmente por su status de creador (Dalí por ejemplo) sus delirios cobren de repente la forma de metáfora surrealista de las que molan mazo, no vaya a ser que a la peña se le caiga la máscara y el resto nos demos cuenta de que no tenemos ni idea de que es eso que llamamos realidad y lo que es peor ¡¡no estamos en la onda!!
ResponderEliminarGracias Raúl. No te cortes y escribe el tuyo también, todos los relatos sobre esto serán pocos, sobre todo los hechos desde este lado de la trinchera.
ResponderEliminarCreo que más que la billetera o la fama, es sobre todo el amor lo que te hace armarte de paciencia para navegar entre la niebla.
Un abrazo grande!!
Hola,
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada, qué fuerza que tiene!
Hacía tiempo que no me pasaba por aquí y he disfrutado leyendo.
Nuevamente gracias por lo que haces y felicidades a tí por estar VIVA!!
Un abrazo,
Diana