domingo, 14 de abril de 2013

Lenguas en conflicto

La mayoría de las personas que han delirado no lo hacen a tiempo completo. Todas esas personas conocen, como mínimo, dos maneras de acercarse o interpretar la realidad: la suya propia, protagonizada por el argumento delirante, y esa otra que llaman "realidad consensuada" (es decir, la interpretación más o menos mayoritaria de la realidad), que de alguna forma permite participar del mundo con certificado de inteligibilidad.

Bien, que a una de ellas se llame "enferma" y a la otra "sana", es una construcción social como la copa de un pino. Se puede estar o no de acuerdo en llamarlas así, y en actuar en consecuencia, pero al margen de eso, de su denominación y de las consecuencias sociales de ofrecer mayor o menor inteligibilidad, lo cierto es que, en materia de interpretación, hablamos varias lenguas. Somos políglotas en la traducción del significado que le damos a los acontecimientos del mundo.

No veo por qué saber más de una lengua puede ser un problema, en lugar de una riqueza. Existen las lenguas minoritarias, y existe su persecución, su ninguneamiento, su sustitución por otras consideradas de más "prestigio". Cuando se habla la lengua minoritaria en una zona de conflicto lingüístico, las consecuencias indeseables pueden disuadir de su utilización. Muchos de los que habitamos este infrecuente y sorprendente poliglotismo optamos finalmente por utilizar, de forma pragmática, la lengua mayoritaria para evitar exclusiones, la peor de las cuales es la negación de la condición de seres humanos, instalándonos en una sub-ciudadanía cuyas consecuencias desastrosas, y su anticipación, provocan, en cierta medida, las derivas de ansiedad paranoica que, en principio, no son consustanciales, ni siquiera condición de necesidad, a la lengua delirante. Muchas personas están dispuestas, en aras de ser reconocidas como inteligibles, a aceptar el discurso psiquiátrico de la enfermedad, y sus diferentes "remedios", para verse libres, o al menos en parte, de esta posición excluída. Es una posición legítima, pero también debería serlo la contraria.

A medida que, sería lo deseable, se consiguiese una especie de diálogo exento de relaciones de poder entre las distintas lenguas, se tendería a un equilibrio que posibilitaría la inteligibilidad y desplazaría esas consecuencias desastrosas, pudiendo, en justicia, encontrar puntos de encuentro que, con el tiempo, podrían llegar a modificar la "realidad consensuada", abriendo camino en esta para otros significados, algunos de los cuales podrían ser enriquecedores, mientras otros, quizá, permanecerían en el rincón misterioso de la razón poética, y como tal serían respetados. Esta postura es la que atraviesa, por ejemplo, las creaciones artísticas del escritor de ciencia ficción Philip K. Dick o del cienasta Terry Gillian, y en cierta forma también toda la producción artística del realismo mágico latinoamericano. Estas creaciones artísticas suponen una invitación a ese diálogo pendiente, además de la que efectúan, en su labor profesional, psicólogos como Rufus May, John Read o Jakko Haikkula. Es cierto que estos últimos trabajan todavía dentro de un modelo médico, pero no se les puede negar que su forma de trabajar habita ya el lugar necesario de la transición hacia esta otra forma de dialogar con el delirio, tan necesaria para terminar con su demonización, cuando no directamente criminalización.

3 comentarios:

  1. Paula! Fantástica entrada!! vivo en Cataluña, donde se refleja y se sufre totalmente las 2 realidades, apuesto por el diálogo y por aumentar aún más el empoderamiento propio...a ver si primero se consigue llegar al diálogo para llegar a lo otro, aunque como siempre es cuestión de Poder(facilitarlo) y de la construcción social de esa maldita "realidad consensuada" y maldito estigma.

    Un abrazo!!!

    Hilari

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  2. Lengua? Un discurso de fantasmas, fragmentario, sin asidero... Inflamado. Eso es un delirio. Al menos el cine y la literatura son un truco, q no toman finalmente lo falso como verdadero. Uno sabe son siempre ficción. Que tienen su mecanismo propio, sí, basado en la mentira, pero sobre una construcción solvente, el engaño al espectador. Sin esta pretensión por el otro, sin ninguna otra motivación primaria más, que el autoengaño personal, sin otros jalones reales salvo la tergiversación de la realidad interior, el delirio, la fantasía ilimitada, acaba por ser un desparrame total... Es lo que tiene un tempo de autosuficiencia. La nada. De hecho, el delirio acaba cediendo generalmente, porque, en su inconsistencia, acaba por aburrir netamente a su autor.


    Lo siento, creo que con un poco de ciencia, vale.


    No molesto más, trataré de seguir con lo mío, mejorar.

    Un saludo

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  3. Lengua, sí, porque nos mudamos del habla de la racionalidad a aquella otra de lo fragmentario y lo inconexo, siempre por algún motivo. Motivo que puede ser queja, búsqueda, aullido, explosión, curiosidad, conflicto, escondite...para todo eso, por incapacidad para expresarlo en la lengua mayoritaria de la razón, necesitamos esa otra lengua.
    Yo defiendo que esta otra puede ser de alguna forma inteligible para quien esté dispuesto a escuchar, empezando por nosotros mismos. Desde el respeto a la diferencia y hacia la sabiduría para conocer qué nos está diciendo, y sobre todo, por qué.
    Si lo reduzco a algo químico con solución química sólo estoy haciendo eso, reducirlo. Y ni siquiera la química garantiza su disolución, mucho menos su entendimiento. Si fuera así, nadie medicado sería considerado "enfermo".

    Un saludo ancr, gracias por la visita.

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