Judicalizar la salud es dejar en manos de jueces asuntos que, en teoría, deberían corresponder, única y exclusivamente, a la relación paciente-médico. Al decir paciente-médico estoy considerando que es el paciente el que voluntariamente establece tal relación. Estamos hablando, pues, de relaciones contractuales: el paciente y el médico tienen un trato, según el cual el primero acude al segundo en busca de ayuda, y éste la ofrece, basándose en sus conocimientos científicos y siempre bajo el prisma de un código deontológico, código que incluye información y respeto a la persona-paciente, que será escuchada en condiciones de igualdad según un marco jurídico que establece que todas las personas son iguales ante la ley.
Medicalizar la justicia es dejar en manos de médicos asuntos que conciernen al estamento jurídico, como por ejemplo la consideración de una persona como "potencialmente peligrosa", sin que medie delito alguno cometido por la persona así considerada. Esta consideración viola un principio jurídico fundamental, como es la presunción de inocencia. Si los llamados "enfermos mentales" no pueden acogerse a este principio de presunción de inocencia, estamos ante un trato claramente discriminatorio. El estigma se basa, precisamente, en la generalización de este trato discriminatorio, generalización que se propaga por múltiples vías, desde la propia descripción de los síntomas,(que incluye valoraciones subjetivas, en absoluto científicas, como "agresividad" o "tendencias suicidas"), a la difusión mediática de estas valoraciones.
Ambas acciones , judicalización y medicalización, se intercambian a conveniencia para justificar medidas represivas contra los enfermos mentales, como por ejemplo el Tratamiento Ambulatorio Involuntario, al que me referí en otras ocasiones en este mismo blog. La falacia que pretende justificar la necesidad social de estas medidas radica, por un lado, en el intento de presentar la enfermedad mental como "una enfermedad más". Si las enfermedades son "iguales", ¿por qué los enfermos no lo son?
La falacia se apoya también, en otro orden de cosas, en la consideración del enfermo mental como "incompentente": incompetente para decidir, incompetente para comprender, incompetente para controlar sus acciones. Algo así como un menor dependiente, y además incapacitado para la comunicación más básica en la relación contractual con su médico. De esta consideración, que se da de bruces, obviamente, con la realidad, se deriva el desposeer al enfermo de su empoderamiento en la relación con su médico y su "enfermedad". La enfermedad es una más, el enfermo es uno menos.
Otro aspecto es la división entre enfermedad mental grave y enfermedad mental ¿menos grave?. En la medicina fisiológica, la gravedad se mide por el riesgo de muerte. En la "medicina psiquiátrica", la gravedad se mide por "riesgo de suicidio" o "riesgo de asesinato". Según esta definición, las personas con diagnóstico de enfermedad mental son más potencialmente suicidas o potencialmente asesinas que las personas sin diagnóstico, y es en base a esta definición que se justifican las medidas ("terapéuticas discriminatorias" ¿?) Como se ve claramente, la definición contiene el estigma.
Si consideramos que en España, por poner un ejemplo que nos toca cerca, entre la población reclusa, sólo un 4% (dato publicado por el periódico El país, hace menos de cinco años, en un artículo sobre cárceles) lo es por delitos de sangre, y de ese porcentaje de 4% extraemos otro porcentaje en base a si esas personas tienen o no un diagnóstico de enfermedad mental, pues nos sale un número no demasiado elevado de personas en la siguiente situación:
- Poseer un diagnóstico de enfermedad mental
- Haber cometido un delito de sangre
- Estar cumpliendo condena por ello
Ahora si, por otra parte, consideramos el número de personas que poseen un diagnóstico de "enfermedad mental grave" en una población como España, y lo comparamos con el número del supuesto anterior, nos sale que el porcentaje de personas con diagnóstico de enfermedad mental grave que han cometido delitos de sangre y están cumpliendo condena por ello es ....
Faltan las cuentas, faltan los datos, falta la investigación, pero las primeras impresiones apuntan a un peso desproporcionado del estigma en relación al peso de los datos estadísticos. Otra reflexión posible es pensar en los móviles de los asesinatos que se cometen cada año en este país, y que porcentaje ocupa, en la variedad de móviles posibles, la crisis psicótica. Eso lo sabe muy bien la policía, pero tengo la impresión de que en ese lote hay más celos, venganza y codicia que idas de olla sin más. Si todas las personas con celos, codicia y/o deseos de venganza tuviesen que recibir "tratamiento preventivo" para evitar que sus pasiones derivasen en asesinato, se pararía el país.
Judicalizar la salud es agarrarse al estigma como a un clavo ardiendo para justificar cierto tipo de represión hacia personas cuyos mecanismos mentales no comprendemos muy bien, y cuya comprensión requiere más esfuerzo que obligarles a tomar pastillas.
Medicalizar la justicia es conseguir que el psiquiatra sea cómplice de la destrucción institucional del principio de presunción de inocencia, así como de la igualdad de derechos de los pacientes y de la relación contractual médico-paciente en la que ésta se basa.
Felicidades por tu Blog y en concreto, por esta entrada...el TAI es totalmente discriminatorio hacia "El mundo de la salud mental".
ResponderEliminarEstoy contigo a través de "Tira los Muros" www.tiralosmuros.blogspot.com
Un abrazo
Hilari
Un abrazo a ti también, es bueno, muy bueno, saber que no estoy sola en esta lucha de la lógica de los locos contra la irracionalidad de tantos cuerdos.
ResponderEliminarEfectivamente y de acuerdo con todo. Fíjate que cosas: si le pegas fuego al monte porque quieres sacar una pasta entonces estás cuerdo, si le pegas fuego al monte porque disfrutas viendolo arder entonces estas turuta, recibes tu diagnóstico etc, etc... Así está el patio de los cuerdos dirigentes.
ResponderEliminarSaludos.
La vara de medir de la "cordura contemporánea" es fácil de resumir:
ResponderEliminarTodo por la pasta
Uy, qué reduccionista que me pongo, perdón.
Saludos, muy bueno verte de nuevo por aquí.