lunes, 8 de abril de 2019

Épica de la melancolía

Tengo el título y poco más, porque dar cuenta de los descubrimientos interiores es lo más difícil del mundo. La épica habla siempre de viajes heroicos hacia fuera. Cuando cambia la dirección de los viajes le llaman espiritualidad, y nombrar la espiritualidad en cuerpo laico se vuelve directamente imposible.

Ayer fue domingo, día melancólico por excelencia. El capitalismo cristiano proporciona el domingo para detenerse y estar tristes, es el silbido del vapor de la olla a presión. Silbido que necesariamente ha de interrumpirse por falta de espacio, un solo día es del todo insuficiente para recuperarse. Cuando la olla está demasiado llena, empezamos a hablar de bajas laborales por salud mental. Una baja es como un domingo, un espacio un poco más grande para liberar a cuentagotas todo el estrés (laboral, relacional, postraumático...existencial) Un silbido ensordecedor, que paraliza la mayor parte del tiempo y alivia en pequeñas intuiciones de mejoría en las que querríamos tener una fe casi religiosa. Pero el cuerpo es laico, y no va a conformarse con placebos efímeros.  

Durante este domingo que parece interminable, una ha de ocuparse de los asuntos más espinosos. Ha de volver sobre sí misma para reflexionar y cambiar las perspectivas. Se vuelve necesario escuchar el impacto de la biografía sobre el cuerpo, y volver a leer a Virginia Woolf. El "ejército de los erguidos"se contrapone a la poesía de la fiebre. Toda la obra de Virginia fue la crónica de un estrés postraumático: duelos por pérdidas de personas muy cercanas, guerras mundiales, capacitismo y patriarcado.

"Crepúsculo" es una serie de libros y películas para adolescentes, propaganda de la violencia de género. Ella está quieta, todo lo que hace tiene que ver con esperar y sufrir la amenaza explícita de la naturaleza cruel de su vampiro. En la parálisis, la violencia usurpa su palabra: "No me importa, yo te quiero". En mi parálisis particular, aunque es un poco diferente, parece como si se planteara la elección entre el malestar de la sustancia y el malestar de la abstinencia. El primero garantiza la frustración. Sólo el segundo promete cierto heroísmo de andar por casa: que la épica dé paso a la lírica de la calma. Todo esto ya lo he vivido antes, de manera que sólo es una constatación de la circularidad del tiempo. O no tanto, porque se acabó la primavera, desapareció el olor, y con él las fantasías de un vínculo sano. Esto sí es nuevo. Aún sin deseo, la herida es grave.

Por circunstancias de las amistades melancólicas, ayer se formó un club para terminar con la melancolía de los domingos. Un grupo de apoyo mutuo cálido, nervioso, y sincero. Salió música y ajedrez. La primera sin euforia, el segundo más pedagógico que competitivo. La soledad al terminar la reunión me llevó de nuevo al rumiar de los insomnios. Estaba durmiendo bien gracias a la química, pero ayer empezó a fallar. Mis asuntos espinosos se rebelaron contra la química durante unas horas, supongo que cuestión de prioridades. Mi teléfono hizo una llamada al vacío que, como todo el mundo sabe, no tiene voz ni contenido. Es sano y realista saber que llamas al vacío, aporta muchísima perspectiva. Vamos bien, aunque vamos lentas.

Días atrás hubo un baño de cariño, la presentación del documental solo trajo cosas buenas. De cositas buenas se alimentan los corazones heridos, y añaden más sana sana con la ternura radical de los márgenes. La niña desubicada todavía puede disfrutar de los abrazos. Los abrazos son la lírica de la amistad, y la amistad es lo único que nos lame las heridas. A veces me impacienta que tarde en llegar la cicatriz, pero la impaciencia solo es una emoción, una de tantas.

  

2 comentarios:

  1. Hola, he llegado a tu blog dando saltos desde ActivaMent (FB) a Primera Vocal (web) hasta llegar aquí. Leyéndote puedo apreciar que eres una persona inteligente, sensible, culta, analítica, crítica y luchadora, y personalmente valoro muchísimo esas cualidades, a menudo despreciadas en el mundo contemporáneo (y anterior a este). Yo tuve mi primera depresión a los 16, y han pasado unas cuantas décadas desde eso, pero siempre, siempre, he sido resistente a dejarme institucionalizar a través de los pésimos (diría que criminales) Servicios de Salud Mental disponibles. He sufrido iatrogenia, exclusión, acoso moral, he sido envenenada con psicofármacos (la chaqueta de fuerza química), hasta casi cometen el delito de ingresarme en un centro psiquiátrico (planteado como una estancia de curación de fin de semana) sin ni siquiera visitarme y saltándose mi aprobación de ingreso siendo mayor de edad. He luchado y luchado y luchado y continúo luchando contra esta injusticia, pero no solo porque me atañe a mí, sino porque nos atañe a los seres más valiosos, lúcidos, progresistas, innovadores y valientes de esta generación (y aquell@s que nos precedieron). Nos veo como resistentes (que no resilientes, que es un concepto New Age, venhumos coach, adopción neopaleta de neologismos y anglicismos). Hablar en un espacio en el que seamos escuchados, en el que podamos compartir nuestras experiencias sin tener que coartarnos ni pedir perdón por ello de antemano (en definitiva, no ser prejuzgados y juzgados), creo que es una de las terapias más sanadoras que hay, precisamente porque venimos sufriendo incompresión, estigmatización y ostracismo desde muy lejos. Para mí, el DMS es una herramienta autoritaria, totalitaria, fascista, de control social, y en mi fuero interno sé que no voy desencaminada. Y como esta, tantas otras instituciones con pedigrí en nuestra sociedad (los centros de formación, la empresa, la burocracia estatal, la familia nuclear patriarcal, las costumbres y tradiciones retrógradas y castradoras que se han de mantener "por narices", sean completamente anacrónicas y dañinas o no... etc). No encajar en una sociedad enfermada, que apenas se sostiene gracias al negacionismo y a las distorsiones cognitivas llevadas hasta las últimas consecuencias es síntoma de buena salud mental. No tenemos discapacidad sino sobrecapacidad, que en este mundo diseñado por y para mediocres, cínicos y sociópatas, es sobreescriturada como hándicap (¡el colmo del absurdo! ¡ese que llaman "sentido común! ¡eso sí que es locura en masa!).

    En fin, que me alegra leer a personas que siguen de pie desde su resistencia. Gracias por escribir y no quedarte callada. Te ayuda a ti y nos ayuda a muchos. Un saludo, resistente!

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  2. Gracias a ti por devolverme una imagen de mí tan bonita. Me hacía falta verme un poco desde fuera. Con estos viajes hacia adentro, una se olvida del exterior, de las otras. Gracias sobre todo por decirme que lo que escribo ayuda. Ojalá sea cierto que (nos)ayuda.
    Un saludo, resistente! Vamos a por la mejor versión de nosotras mismas. Por más tiempo que tarde, habrá valido muchísimo las penas.

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