Hace un tiempo, vinieron unos amigos a conocerme a mi ciudad. Queriendo enseñarles un lugar mágico, les llevé a las Fragas del Eume, en los alrededores del monasterio de Caaveiro. Pasamos una tarde de río y piedras, musgo, árboles autóctonos y centenarios, pájaros, insectos, lagartijas, topos, plantas medicinales y aromáticas, hojas secas en el suelo, helechos mojados por la lluvia torrencial e inesperada que nos mojó a todos entre risas y carreras camino abajo.
Hoy está todo ardiendo, y somos miles las personas que lloramos de pena, pero sobre todo de rabia. Nunca Máis Incendios acaba de empezar.
A veces la rabia puede ser una gran arma. Espero que pase esa pena y que no tengamos que ser testigos de más paraísos quemados. Saludos.
ResponderEliminarPues sí. En esta tierra no sé si posesiva o míseramente patriotera se lleva mucho: la quemé porque era mía. Ánimo.
ResponderEliminarHola Esther, seguro que te acuerdas de esa tarde en el bosque, de lo bonito que estaba todo. Mañana se va a ver en la calle lo que nos duele.
ResponderEliminarSaludos.
Claro que me acuerdo. Era un lugar espectacular y el día fue alucinante. Mucha suerte en esa manifestación.
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