La esquizofrenia es un constructo poco claro en su consistencia, menos claro aún en sus causas.
Agrupa síntomas demasiado diversos, y los agrupa casi aleatoriamente, de manera que dos personas con síntomas que no tienen nada en común pueden ser diagnosticadas de lo mismo. Esa falta de consistencia dificulta todos los estudios en torno a este supuesto diagnóstico, ya que resulta dudosa la validez y fiabilidad de todos los estudios sobre un fenómeno cuya descripción no está claramente formulada. Si la descripción del fenómeno está mal formulada, poca luz pueden arrojar todas las investigaciones que se basen en este error de base, error que resulta, desde un punto de vista científico, un claro fraude epistemológico. Sería un chiste sino fuese porque afecta a la salud de millones de personas, así como a la percepción que de ellas tiene la sociedad.
La práctica psiquiátrica en relación a este diagnóstico tan poco científico, a lo largo de los últimos cien años (desde que se acuñó, con tan poca fortuna, como no sea para la industria farmacéutica), abarca ciénagas éticas que van desde los "asesinatos terapéuticos masivos" (anteriores en el tiempo al holocausto nazi, y tristemente inspiradores), a los tratamientos psicofarmacológicos forzosos, pasando por esterilizaciones, terapias electroconvulsivas, campañas estigmatizadoras en los medios de comunicación, y campañas desestigmatizadoras, basadas estas últimas en el supuesto erróneo de que el "esquizofrénico no es violento (sólo) se toma la medicación"
La industria farmacéutica orienta toda su labor a un único fin en este ámbito de la "esquizofrenia", conseguir un número cada vez mayor de clientes de psicofármacos. La imprecisión del diagnóstico esquizofrenia, los tratamientos forzosos y, ahora más recientemente, los tratamientos "preventivos de la psicosis", prometen a esta industria un lucro sin límites, que sólo puede ser frenado por la toma de conciencia de los profesionales y asociaciones de usuarios y familiares de esta motivación tan poco terapéutica en realidad para las personas afectadas por cualquiera de los "síntomas " englobados bajo esta difusa etiqueta.
La percepción de la "esquizofrenia" como una enfermedad de origen biológico o genético, no sólo no contribuye en nada a la recuperación de estas personas, sino que la dificulta al suspender toda esperanza, toda implicación activa del sujeto en la comprensión y gestión de sus síntomas, y todo puente que la sociedad pueda tender en esta misma dirección.
totalmente de acuerdo... no entiendo el absolutismo biologicista que vuelve a imperar en torno al tema de la salud mental... de verdad... y lo sé, estoy hablando con poco rigor porque no tengo ni idea de ciencia pero... si por un lado es sabido que nuestro cerebro tiene una capacidad plástica increíble y que si se " entrena " podemos modificar los comportamientos sinápticos de nuestras neuronas y desarrollar capacidades... no entiendo que intenten convencernos por otro lado de que los genes sean tan implacablemente determinantes...
ResponderEliminarHola Miñú, cuánta actividad estos días por aquí... menos mal que te tengo de aliada. Yo también estoy completamente de acuerdo con este autor (se llama Richard Bentall), y sobre todo contigo en lo de la plasticidad cerebral. En ella basé siempre mi recuperación, en esa confianza de que no estamos en absoluto tan determinados como se nos pretende hacer creer. Por eso estudio, y escribo, y hago todo lo que me apetece sin creerme ningún mensaje sobre deterioros cerebrales ni daños irreversibles.
ResponderEliminarY no me puedo quejar.
Un abrazo, besiños, y feliz año.