Que aporta dinero (aunque no mucho), autonomía, posibilidad de relacionarse socialmente, de autodeterminarse en un mundo en el que carecer de todo esto es fuente continua de desasosiego, por decirlo suave. Estoy a menos distancia de devolver los microcréditos llovidos del cielo de personas estupendas que hacen la labor de bancos de los pobres, esos que tan buenos resultados han dado en países como India, o muchos otros del continente africano. Por aquí se estilan poco, los bancos andan envueltos en tribulaciones mucho menos románticas, por decirlo suave. A pesar del empobrecimiento masivo de la población, que avanza vertiginosamente, la mentalidad imperante es que seguimos siendo occidente, a pesar de todo. Y una mierda, digo yo, o poco le queda si algo hay de cierto. No sé qué más pruebas hacen falta, cuando ser mileurista es más que un privilegio, y roza la categoría de milagro. Quienes vivan instalados en el milagro, pueden empezar a mirar alrededor, seguro que algún amigo solicita microcrédito, y concedérselo puede ser más que un gesto de amistad, puede ser la diferencia entre el pavor a la exclusión y la dignidad.
Siempre hay quien lo pase peor, es cierto, y aprovecho para recordar la triste noticia de que en Somalia se avecina una hambruna descomunal, debido a la sequía. Si tuviese mucho dinero, dudaría en dónde invertirlo para paliar ese desastre. ¿En acciones políticas, que ataquen lo estructural? ¿en ONGs, que ponen "tiritas", por más bienintencionadas que estén? ¿En Amnistía Internacional, si recuperan la necesaria campaña global de reivindicar derechos económicos, sociales y culturales? ¿En el ACNUR de la ONU, asistencialista y desbordado por la creciente cantidad de refugiados de toda índole, bélicos, políticos, climáticos? Ayudadme a pensar, por favor, pero en cualquier caso, no os quedéis parados. Que el mundo es una mierda ya lo sé, que todo esfuerzo parece inútil también lo he oído, que uno sólo es rico o pobre según con quién se le compare sólo sirve para perpetuar la parálisis, pero que otro mundo es necesario, y que no se hace sólo, podría ser un buen principio de conciencia planetaria, porque al otro lado del capitalismo salvaje del sálvese quien pueda estamos casi todos, aturdidos y shockados, como bien explicó Naomi Klein no hace tanto tiempo (La doctrina del shock). Ya que hablamos tanto de mentes y psiquiatras, de biologicismos y socialismos, de causas estructurales y beneficios de las farmacéuticas, podíamos pararnos a pensar en que, a veces, ser o estar enfermo mental no es más que un lujo de quien tiene tiempo para reconocer(se) tales categorías, tiempo y formación para voltear análisis y diagnósticos, teorías y prácticas oficiales y alternativas.
Hace poco, recibiendo dosis de crisis en el resultado de mi trabajo, reducidos los ingresos a la mitad de lo previsto por época y esfuerzo realizado, pensé para no agobiarme: ¿y yo de qué me quejo? Peor están en Palestina, en Somalia, en Bolivia. No es más que un consuelo egoísta o solidario. Egoísta porque, si todos pensasen como yo en ese momento, nadie reivindicaría nada, y todos aceptarían la reducción de su calidad de vida por el relativismo aplicado de compararse con quién está peor. Solidario porque me libra, en cierto modo, de poner mis aspiraciones materiales en el canon de mi civilización, la del ilusorio y no del todo limpio bienestar a costa del colonialismo salvaje, de la opresión de otros pueblos privados de derechos que aquí creemos, creíamos, inalienables(ja). Así que, dejando de lado estas consideraciones, o encarándolas aún sin fuerzas para tal descomunal cuestión, sólo queda reivindicar, aún a riesgo de parecer un chiste amargo en los tiempos que corren (mientras se ríen en nuestras narices), TODOS LOS DERECHOS PARA TODOS. O eso, o entonces qué.
(Mentalmente estoy algo mejor, es algo ahí fuera lo que no acaba de estar bien. Si os sobra el dinero, podéis repartir un poco. Por si os sirve de aliciente, el dinero que los inmigantes envían a sus países de origen en forma de remesas-arañadas al sueldo de mierda producto de la explotación laboral de la que son víctimas a diario- supera, por triplicado, al montante que los países ricos destinan a ayuda al desarrollo. Otro ejemplo que debería ponernos las pilas es lo que nos superan en solidaridad con los refugiados los países en vías de desarrollo, con muchas menos trabas burocráticas, económicas y personales al hecho de acoger a los refugiados de conflictos de toda clase, en cantidades que pondrían los pelos de punta a la racista y prejuiciosa europa actual, que ya no sabe si colocar a la policía antiinmigración en la cocina o en el baño de cada uno de nuestros bienpensantes y pulcros hogares. Ya que nos mola tanto la competitividad, que parece ser parte esencial de las civilizaciones "fuertes" y "exitosas", estaría bien aplicarla a la solidaridad, competir en ese juego, ser los mejores, los más dotados, los namberguan. Mola ¿no?)
mi querida etiquetada, puestos a pensar en las condiciones en que vive uno, etc, etc. te recomiendo este ensayo: "www.ucm.es/info/nomadas/18/ijbalenciaga.pdf", títulado "Psicopatía, ideología y sociedad". No es que sirva para ponerse contento precisamente, pero sí aporta algo de luz a "las condiciones en que vive uno", y puede que modifique algo la dirección en que se ejerce el pataleo, ese derecho inalienable que tenemos todos.
ResponderEliminarun abrazo y ¡buen curro!
Hola pere, muy interesante el artículo, gracias, ya le estoy dando difusión porque creo que la merece. Recuperar los postulados de la antipsiquiatría parece lo más normal en tiempos de incertezas y multiplicaciones de las mismas. En cuanto al pataleo, creo que es multidireccional, que dirigirlo hacia un sitio no impide dirigirlo, a la vez, hacia muchos otros. (Sin que nunca sea suficiente, por otra parte).
ResponderEliminarUn abrazo y buen curro para ti también!!