jueves, 12 de febrero de 2015

Desenterrar las palabras, de Clara Valverde

                                    "Lo que no se pudo hablar por el miedo, la represión o el
                              desbordamiento psíquico, fue transmitido de nuestros abuelos a
                              nuestros padres y a nosotros de forma no verbal y en gran parte
                               a través del inconsciente. Hemos heredado, sin darnos cuenta
                               y sin desearlo, aspectos nocivos del impacto emocional de lo
                                       que vivieron nuestros abuelos. Esta es la llamada
                                                       «transmisión generacional»"

En este libro de Clara Valverde, evocadoramente titulado: "Desenterrar las palabras", la autora aborda el trauma de transmisión generacional que supuso, y que todavía supone, la violencia de la Guerra Civil Española, (las heridas sin cerrar, sin hablarlas siquiera, en muchos casos), y cómo impacta, todavía hoy, en la generación actual.

                                         "Ni las valientes asociaciones que trabajan 
                             en la exhumación de las fosas comunes (casi todas aún si abrir), 
                                             ni los profesionales de la salud mental
                                   ni los que luchan por una sociedad más democrática, 
               son conscientes del enorme impacto de la transmisión de la violencia del siglo XX 
                                          en nuestra generación y en las próximas".

Me pregunto si esta idea de la transmisión generacional no se dará de forma similar en otro tipo de traumas....(suicidios, abusos sexuales, etc). La negrita del párrafo anterior es mía, para que a nadie se le pase por alto.

6 comentarios:

  1. De crios absorbemos de nuestro entorno mucho más que las palabras, incluso mucho más que las acciones. Absorbemos actitudes y valores sin mediar palabra.
    Mi padre pocas veces comentó alguna anécdota de sus años de guerra civil; y nunca de su estancia -más larga aún- en campo de concentración. Pero como dices, incluso sin palabras, todo se transmite.
    Aprendí del miedo a los vencedores por simples gestos. En el pueblo -siendo un chaval- tenía por el hombre más fuerte al herrero, capaz de hacer arrodillar una mula con la fuerza de sus brazos. Pero este hombre, incluso en el ámbito reducido de los vecinos, miraba a lado y lado antes de comentar una acción llevada a cabo por los maquis pocos años antes.
    Esta, y algunas otras experiencias, transmitían actitudes y valores mejor que la mejor redactada explicación. Es fácil extenderlo hacia otros ámbitos.

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  2. Sí se da esa transmisión con todo tipo de traumas. En eso se basa la terapia de las constelaciones familiares.

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  3. Hola Pere, gracias por compartir tu experiencia. Esperamos que las tesis de Clara Valverde lleguen muy muy lejos, extensibles a todo tipo de traumas.
    Un abrazo!

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  4. Anónimo, gracias a ti también, y bienvenidx. Algo había oído de las constelaciones familiares. Podrías poner un pseudónimo si vuelves a comentar, por favor? Así podemos seguir mejor las conversaciones.
    Un saludo

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  5. Sobre el protagonista de mi novela....

    El paciente forzoso es sometido, eso ante todo. No aparece abogado alguno ni nadie que le enseñe “la prueba”, ni sus derechos, ni se le da opción a recurrir el encierro. Dias y días enestado de privación de libertad y uso de medicación ratificados vía fax tras cinco días y sin que lo vea un Juez. Tras el sometimiento, en el que el encerrado se dedica a hacer el paripé , es dado de alta. Pero prosigue “el tratamiento”, pues el alta va asociada a pasarse posteriormente por “el hospital de día” El encerrado sigue sacando la lenguita y moviendo la colita diciendo a todo amén, por narices, claro.

    Pero el encerrado, obviamente, tiene muy claro lo que va a hacer. En cuanto sale por la puerta , se acabaron las pastillas. Y esta decisión es muy importante, pues es la que echa por tierra los planes de los que afirman que las necesita.

    En el hospital de día, dos consultas de diez minutos en veinte días. Más paripé y mas movidita de colita. Buen perrito. No se toma las pastillas, pero a la psiquiatra se le dice que sí. ¡Por supuestísimo, señora, que me las tomo, y qué ricas me saben! Y la señora , satisfecha, le programa una cita en un centro externo. Se ha programado para el encerrado seis meses más de tratamiento y consulta. ¡Ole, ole, qué alegría! ¡Más, más, deme más, señora!

    El encerrado sale con el alta en el “hospital de día”. Al salir por la puerta, coge el teléfono y llama al centro programado para los siguientes 6 meses, solicita la anulación de la cita y pide el alta médica por escrito. Se acabaron las pastillas y se acabaron las consultas. ¡Punto pelota!

    Tras más de catorce meses ve el encerrado que le abrieron un expediente judicial para encerarlo. Uno del que no tuvo constancia ni pudo recurrir, uno en el que no lo vio ningún Juez, uno que sirvió para efectuar un encierro al que se opuso en todo momento. Uno en el que sin ratificación judicial se lo tuvo retenido contra su voluntad y medicado, uno en el que se autorizó todo eso vía fax, a los cinco días, sin que ningún profesional de la sanidad metiera prisa a un Juez para que el afectado dispusiera de sus derechos. Digo esto porque si un médico utiliza la justicia para encerrar a una persona debe responsabilizarse de los derechos del encerrado. Éticamente es así. Imaginemos un detenido en un calabozo, y que la policía no se preocupara de si se le pone abogado, de si se le informan de sus derechos, de si es atendido por un Juez en el plazo establecido.

    Mi protagonista, que tiene alto concepto de la Justicia, ha hecho sendas investigaciones en los Juzgados. Reciben perfectamente los faxes y también los burofaxes. Tienen fallos, porque como todos los seres humanos, los empleados son imperfectos, pero tecnologicamente hablando, son eficaces. ¿Por qué entonces, a un responsable sanitario le parece “normal” que un Juez tarde cinco días en ratificar un encierro vía fax si el plazo legal máximo son 72 horas y tras haber examinado al encerrado? ¿Cuanto cuesta hacer una llamada al Juez y recordarle que hay una persona encerrada a la que no se le están respetando sus derechos? ¿Es que acaso los Jueces no son de este mundo, como el encerrado?

    ¡Qué decir de ese día programado -según auto judicial- para la entrevista con el Juez! De repente se cambia la cita para ver al encerrado, uno al que ni se le advierte ni de la cita ni del cambio de cita, y con las mismas se le da el alta. El juzgado recibe la información de dicho alta, ordena archivar el expediente del que ninguna constancia tiene el encerrado...y aquí no ha pasado nada.

    Al cabo de casi seis años, siguen pululando alrededor del encerrado protocolos que intentan encerrarlo, mandarlo a consultas y medicarlo. El encerrado se sigue negando. La pregunta es ¿sobraban o no sobraban los seis meses de pastillitas que le querían encasquetar? ¿Se ve claramente para qué sirve un encierro involuntario? Para cabrear a los usuarios o para hacerlos pastillodrogodependientes.

    Hay tal nivel de intransparencia en estos actos que sólo cabe decir...fin del capítulo cuatro.


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  6. Desde mi atalaya observacional he visto que se hace un pésimo uso de la estadística psiquiatria. Advierto que todo aquel que pasa por la consulta de un psiquiatra es considerado enfermo mental. No es así, pero así se plasma en las estadísticas y conviene tenerlo en cuenta, pues una vez que se entra en la estadística....NO SE SALE DE ELLA. A la consulta de un psiquiatra se llega o por Urgencias o a través del médico de cabecera.

    Quiero plasmar un ejemplo muy curioso: Un hombre, obsesionado con depilarse el vello del cutis, fue examinado por su hijo, que no es psiquiatra sino barrendero. Este barrendero se percató que el problema partía del uso indebido de lentes de aumento y gafas inadecuadas y empleó muchisimas horas en charlas con su padre, intentado hacerle ver el problema. No conociendo el transfondo estadístico de la psiquiatria a esa fecha, propuso al padre que pasara por la consulta de un psiquiatra, el cual le diagnóstico neurosis, prescribiéndole sendo pastilleo. El padre toleraba pésimamente las pastillas y comunicó a su hijo que las dejaría. Me pregunto si se habrá presentado en esa consulta el alta psiquiátrica de ese usuario, pues debiera hacerse,

    El hijo aceptó la decisión del padre, pues no es partidario de la drogación pastillera, y propuso métodos alternativos al problema. Si el problema era no la presunta neurosis sino el uso de la “lupa” se debía evitar el uso de ese instrumento. ¿Métodos alternativos al uso de la lupa? : centros de estética que hicieran el trabajito depilatorio al padre, fuera o no fuera necesario. hasta que recobrara la seguridad en sí mismo. Pasado un tiempo prudencial, ese concreto problema se había solucionado en gran medida sin pastilleo agresivo alguno.

    El padre tiene una edad y como muchos padres ha pasado periodos de enorme estrés. El padre, notándose nervioso, se lo comunicó al médico de cabecera y este le prescribió un tranquilizante de baja dosis que ha ido reduciendo con el tiempo. También unos somniferos que le recomendó tomar solo si eran muy necesarios. Fue un acuerdo médico de cabecera- usuario que al menos evita que el usuario pueda ser tratado como enfermo mental. Y este me parece muy importante, pues se evita igualmente el estigma que supone ser declarado enfermo mental. Recordemos que todo el que se sienta en una consulta psiquiátrica es tratado -al menos estadísticamente- como enfermo mental. Pero no es cierto que todo el que se sienta en la consulta de un psiquiatra es enfermo mental, sino una persona con un concreto problema de determinado momento que además ha llegado a la consulta psiquátrica no siempre convenientemente. Algo no funciona con las estadísticas psiquiátricas.
    Mª Ángeles Landa Mtz de Icaya

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