Es verano, aunque en Galicia no se nota porque llueve casi siempre, incluso ahora. No pasa nada, una se acostumbra también a veranos brumosos y no excesivamente cálidos. Lo importante es que, a pesar de todo, es verano y suceden cosas propias de esta época: festivales de música folk, llenos de puestos de comida, bebida y artesanía, llenos de gente con ganas de pasárselo bien sin demasiada parafernalia, sin necesidad de ser super-fashion ni super tecnológicos, aquí seguimos con gaitas, tambores perrofláuticos y espontáneos vendedores de pizzas, arepas, arroces veganos, rosquillas caseras y galletas psicotrópicas. A pesar de la lluvia, o gracias a ella, lo que importa es la fiesta, los encuentros, campear el temporal a base de humores varios, a veces ácidos, a veces ingenuos, pero siempre terapéuticos. Un woodstock de andar por casa, sin grandes estrellas internacionales, pero con calidad local, y humana. Amigos que llaman de repente "vamos para allá", ¿qué comemos? da igual, hay de todo, vamos mirando. Aquí un chupito, ahora un falafel, ¿y esa empanada? la probamos, invito yo. ¿Mal de amores? ven pa quí que nos echamos unas risas, baila mujer, que con el cuerpo se mueve el alma, y mañana ya veremos.
Mañana más.
Buenas noches, felices sueños.
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