sábado, 28 de diciembre de 2019

Poesía contra escondites

Se me encharcó el corazón de mar mientras leía, de todos los mares que abren compuertas. Tengo que explicar que lloré un poco, porque aunque los versos me hablaban de alegría, salió a recibirlos una tristeza honesta: no te escondas más, me decía bajito la tristeza pequeña, cada vez más pequeña. No te escondas, como un eco sin narciso. Con voz propia, sin narciso. Y de verdad que ahora no sé qué va a pasar, pero por fin parece que quiero que pase algo, ya sabéis. Algo libre y sencillo, de andar por casa.

Entonces gracias infinitas a estos versos de hace un rato (que siguen aquí, como cartas que se cruzan). "Soy silencio y no me importa", ¿te acuerdas? ¿te acuerdas de ese día en que empezaste el camino a paso de ignorancia? Y todo lo que vino después, lo difícil que fue y lo muchísimo que tenía que ofrecer. Para llegar despacio a estos tiempos de volver a llorar porque unas buenas amigas nos sacuden el miedo a golpe de marejadas, íntimas y rebeldes. Debo decir que dormí poco debido a nada importante, que estoy sensible entera porque tocan como libélulas transparentes una tarde de verano, con el estremecimiento importantísimo de las caricias más suavecitas. Sí, suavecitas, suena bien suavecitas.

Con amor, placer, rebeldía y agradecimiento, te devuelvo los deseos, como un eco, sin narcisos.

Y volvieron los deseos y nada fue fácil, como siempre. Por lo menos, muchísimo menos difícil.




No hay comentarios:

Publicar un comentario