Algunas veces, una se sorprende gratamente hablándose a sí misma como nos hablan las buenas amigas, como nosotras les hablamos a ellas. Las grandes preguntas que se plantean, entonces, son las siguientes: ¿Por qué solo algunas veces? ¿Cómo podemos hacer para que sea una comunicación habitual, y no solo esporádica? ¿Cómo podemos hacer para que esa comunicación sana se extienda a todas las relaciones, dentro y fuera de nosotras?
Responder a esas preguntas, y ser consecuente con las respuestas, debe ser el objetivo principal de la terapia y, por extensión, no permitir que nadie, nunca más, se vuelva a dirigir a nosotras de ninguna otra forma. En el terreno afectivo, al menos. Fuera de ese territorio, conducirnos con cordialidad y amabilidad, hasta donde se pueda. Sin dejar de luchar por los derechos para todxs, pero poniendo límites donde y cuando sea preciso en las interacciones individuales. No estamos para pedagogías sin fruto, para abnegaciones ni renuncias que salen demasiado caras en términos de salud, vitalidad, proyectos, dignidad, placer y capacidades.
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