http://www.ted.com/talks/chimamanda_adichie_the_danger_of_a_single_story.html
Al poco tiempo, ya lo estaba relacionando con las historias que se cuentan sobre nosotros los locos, desde el momento en que nos llaman enfermos mentales y todo se convierte y se reduce, por arte de magia, a un asunto médico. Una vez que se pronuncia la palabra mágica, "enfermos", se vuelve obligado hacer propaganda de los productos farmacéuticos, de la necesidad imperiosa de consumirlos día a día al dictado de la autoridad competente para vigilar su estricto cumplimiento, como si fuera una pena sin delito previo. A partir de ahí, nos acostumbran a que cualquier historia sobre la locura se convierta en una historia sobre la "enfermedad" y comience invariablemente con esa publicidad subliminal, y no tanto, sin la cual parece que no hay historia posible.
Hay muchas otras historias, pero siempre nos cuentan la misma.
¿Se ve el poder, o la cuestión médica consigue enmascararlo?
¿Será la cuestión médica entonces el lugar del poder?
¿Puede una historia de empoderamiento, nacida para nadar contracorriente, comenzar el relato asumiendo el discurso del poder?
(Con esto no quiero decir que la medicación no pueda tener sentido en ciertos contextos, pero que se convierta en el "erase una vez..." obligatorio no parece que refleje la diversidad de la experiencia de la locura, ni la diversidad de las formas de vivir con ella. Dicho esto, os propongo que os fijéis en cualquier campaña contra el estigma, a ver cuanto se tarda en encontrar este discurso. ¿No es peligroso entonces contar una única historia? ¿Se está realmente combatiendo el estigma con esta historia de enfermedad? ¿Qué lugar deja para la autonomía, el criterio propio, la toma de decisiones? ¿No son estas "historias contra el estigma" una forma de estigmatizar a quienes no cuentan la historia única?)