miércoles, 23 de mayo de 2018

Mapas locos (VI)

Por las mañanas intento concentrarme, aunque solo sea un ratito, en preparar una charla para principios del mes que viene. Una hora es todo lo que consigo, pero una hora es más que nada.

Vuelvo a clases de percusión, después de dos años. Tengo mucha esperanza en esas clases, creo que van a ser buenas para devolverme, al mismo tiempo, concentración y alegría. El sábado, un amigo me invita al ensayo de su grupo de música, para escuchar y jugar un poco con los instrumentos que pueda haber por allí. Y con eso ya tengo suficiente para darle sentido a la semana, además de caminar dos horas cada día, comer bien, y estar con amigas. Actividades sencillas, vividas con tranquilidad, ni más ni menos.

Estoy leyendo, a ratos, un monográfico de la revista feminista La Madeja, titulado "Amores". Me lo regaló una amiga que desde hace mucho tiempo cuida mis amores, o más bien el efecto de los desamores. Hay un artículo en concreto lleno de preguntas, por ejemplo:

¿Qué es tu amor: río, isla, pantano? ¿Qué orillas baña: las de un mundo o las de una isla?
 Quien va contigo ¿es compañía en la ruta o es ruta en sí?
¿Cuánto hay de ti en lo que atribuyes a quienes amas? (Te lo pregunto para bien, te lo pregunto para mal)
¿Con qué derecho amoldas a quien contigo va? ¿Con qué derecho te amoldas a quien contigo va?
¿Te das cuenta de cómo cada paso prueba que los caminos que elegimos, por distintos que puedan parecer en un principio, convergen siempre en similares puntos, parecidos miedos?
¿Por qué conviertes en dogma palabras volanderas?
¿A qué temes cuando supones en vez de preguntar? ¿No te ocurre a veces que la otra persona ni ha empezado a sangrar y ya estás amputando, ya te estás amputando?

Parece hasta posible desincrustar al monstruo a base de preguntas, el monstruo discursivo acelerador de partículas. Y la filosofía como mapa: ¿con qué valores estoy juzgando lo que me pasa?

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