domingo, 2 de junio de 2019

Katanazos

Empiezo por el final. Abandoné a mi fantasma en un despiste, una mañana calurosa de pausa entre partituras. Al volver a casa, ningún libro quería saber nada de mí, así que probé, sin más, a preparar una ensalada. Me la comí entera sin pesadillas en el estómago, una ensalada con cuadraditos que juntaban al azar sus caras en el mar de aceite. Tengo siempre la cabeza llena de rimas internas de mercadillo, y la duda en el borde de los barrios. Tengo también las letras en bucle y el ahí afuera en expansión. No se puede tener todo.

Tengo tengo tengo tú no tienes nada. En la tierra de la abundancia una podría guarecerse de las carencias, ja. ¿Ingenua a estas alturas? El arte y la psicología pelean a muerte el pastel político de las emociones. Si tienes la mala suerte de estar en medio, te llaman loca, por eso el orgullo, el amorcito colectivo, y el odiocito individual. Anda que vamos a avanzar mucho, con esta mochila.

Que nadie se engañe porque me planto, me riego y me crezco en los mejores jardines, una que tiene, sobre todo, suerte. Y lágrimas de sobra para aliviar sin miedo. Empiezo yo, y ya verás cómo te animas, que aquí nadie habla pero todo el mundo rabia. Y yo, que hablo, hablo de más. Antes me daba vergüenza y me dolía y me hacía daño y pensaba que por eso estaba loca. Ahora vivo en ese tipo de paz que te multiplica los afectos incluso cuando parece que se te van de las manos. ¿Querrías un poco de esto? Pues mira hay muchas costumbres sanas así por ejemplo llamar a las personas que quieres para las aventuras más tontas como recorrer andando la ciudad de punta a punta para cualquier recado un domingo por la mañana, intentando comprender por el camino si hace frío o calor.

¿Quién es el que esto mira
y precia la bajeza de la tierra,
y no gime y suspira
y rompe lo que encierra
el alma y destos bienes la destierra?


(Luis de León)



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