Al final de tus desvelos me quedo
con esa incapacidad tuya de sujetarte el alma
justo después de haberme tocado para siempre.
Dulce vibración electrónica, sucedánea del tiempo y de toda posibilidad, no temas ya por mí si no encuentras motivos. Para quien no quiere nada guardo allá al fondo un recuerdo tenue y líquido, como los vínculos frágiles de Zigmunt Bauman. Como la botella de vino que me devolvió a la vida después de ti, teniendo que celebrar que es así como quieres verme. Pero ya no me ves, y poco importa si somos felices de cualquier otra forma.
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