miércoles, 28 de noviembre de 2012

¿Intocables?

  El título de esta entrada me lo sugiere la película de Oliver Nakache: Intocable.

    Una buena película sobre la transversalidad de la discapacidad, como esa antigua telenovela que decía "los ricos también lloran". En estos tiempos de crisis parece increíble que un aristócrata pueda caernos bien, parece increíble que un aristócrata contrate a un chico negro de los suburbios para que sea su asistente personal, y sin embargo, algo me dice que estas historias suceden más a menudo de lo que pensamos, quizá con algo menos de buen rollo, quizá algo menos fotogénicas, pero suceden. (A las personas ricas que necesitan asistencia personal no suelen cuidarlas personas de su misma clase social, no importa que sean hombres o mujeres, no importa de qué país empobrecido provengan, el mundo de los cuidados profesionales está lleno de historias, el de los cuidados no profesionales también, pero suelen quedarse en familia)

    Cuando una persona necesita contratar a otra para que le ayude en todo, todos los días, y además puede contratar a quien quiera, parece más lógico elegir a alguien que te caiga bien, a alguien que te ofrezca algo más que eficacia profesional vistiéndote o desvistiéndote. Por supuesto que hace falta un mínimo de profesionalidad, de conocimientos técnico-sanitarios (más o menos precisos dependiendo de la calidad de la asistencia según las circunstancias personales), pero si estás quieto observando el mundo y a las personas que lo habitan, observando cómo se mueven, cómo se miran, cómo te miran a ti, lo lógico es que tu observación tenga como recompensa, como mínimo, un desarrollo prograsivo de la intuición. La intuición y la experiencia que te permiten saber con quién hablas en cada momento, cuál es su grado de compasión y cuál es su grado de empatía, donde coloca en la balanza la igualdad y la diferencia, y de qué forma valora cada una. A no ser que, por ser un déspota, no veas a nadie por más que los mires.

     La escena del afeitado, cuando Driss le deja a Philippe un bigotito a lo hitler, sitúa históricamente a ambos personajes iguales ante la persecución de la diferencia, sea esta cual sea, en cualquier momento y lugar. No los iguala como víctimas, los iguala como personas, como amigos, porque si esta película es un alegato a favor de la dignidad y la amistad, (y pocas cosas hay más humanas), el fascismo es, precisamente, la cara más amarga de la deshumanización.

    Casi todas las personas que hemos sufrido alguna vez una psicosis, nos hemos sentido perseguidas, y el enemigo siempre es el mismo, con distintas caras: el enemigo siempre es cualquiera que pudiera robarnos la dignidad, el enemigo es un símbolo, y como símbolo puede proyectarse en diferentes personalidades. Es todo lo que no nos gusta, lo que da miedo, lo que nos deshumaniza, lo que nos borra. De la memoria histórica nace el miedo, no ya de que se repita la "Historia", como de que la "historia" se lleve puesta, en cualquier tiempo y lugar, y que no sea un sitio ni un tiempo, sino la posibilidad constante de que las actitudes de los otros nos hagan crecer y confiar, o por el contrario nos borren, y sólo nos podamos apoyar en la intuición para distinguirlas. En todo este símbolo enorme que es vivir, el continuum  realidad-ficción sólo se vuelve nítido cuando exageramos. La exageración...¿es locura?, es una forma de verlo, pero puede llevarnos a necesitar cuidados, a veces por parte de desconocidos, y ahí todo vuelve a empezar, y bueno será dejarnos llevar por lo que hayamos aprendido, y será bueno aprender qué nos gusta de la gente, así a primera vista.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Esquizo-visibilidad

¿Cuántos polític@s hay con diagnóstico de esquizofrenia?
¿Cuánt@s directivos de empresa?
¿Cuántos médic@s, ingenier@s, docentes...?

¿Cuánt@s estudiantes universitarios?
 De los que son diagnosticados durante el período universitario... ¿Cuant@s terminan su titulación?

O no hay ninguno, o los que hay no lo dicen (mi proceso de salida del armario continúa deteniéndose ante ciertos muros invisibles). Los que no lo dicen, intuyen por qué no deben decirlo.

    Según el márketing de "Salud Mental", las personas con diagnóstico de esquizofrenia pueden llevar una vida normal si siguen el tratamiento adecuado. Según este mismo márketing, los tratamientos farmacológicos han supuesto una mejoría para la calidad de vida de estas personas, permitiéndoles llevar una vida "normal" fuera del manicomio. Fuera del manicomio, en teoría, está la Vida, con sus espacios de socialización, sus profesiones, sus espacios de representación política, sus lugares de ocio, sus centros de estudio en todos los niveles... ¿Dónde están las personas con los llamados TMG (Trastronos mentales graves) en todos estos lugares? ¿Se han encerrado en el baño, quizá? ¿Se han convencido, o les han convencido, de que no les conviene "estresarse"? ¿Se les ha orientado hacia "labores propias de su estado" (jardinería y, cómo no, manualidades varias)? Todo esto me suena, se llama biologicismo, y sus consecuencias sociales inmediatas se traducen en una disminución inducida de expectativas, autopercepciones, logros, capacidades, lugar en la sociedad..., y me suena también en relación a cuestiones de género, o de etnia, y ya no digamos si se juntan ambas características. Y ya no digamos si además estás diagnosticada.

  En mi caso concreto, a veces dudo sobre si mi recuperación me ha permitido seguir estudiando, o si estudiar me ha permitido seguir recuperándome. También me pregunto si estudiar ciencias sociales, (cuando no era mi formación inicial), me ha permitido tomar más conciencia, o si tomar conciencia me ha llevado a estudiar ciencias sociales. En clase miro a mi alrededor, soy la única loca, que se sepa. En clase me miran a mi, ni siquiera se lo preguntan, porque no lo saben. Empiezan a sospechar que algo sé del tema, pero supongo que piensan que tengo a alguien loco en la familia, creo que lo último que piensan es que la loca soy yo, y no lo piensan porque no se nota. ¿qué es lo que tendría que notarse? los efectos de la medicación, supongo, algo en la mirada, dificultades para relacionarme, discurso inconexo o irracional... según esta batería de prejuicios, nunca lo sospecharán.

 En estos contextos de crisis económica, con el movimiento de derechos civiles de las personas con diagnósticos psiquiátricos en fase todavía subterránea, o muy tímidamente emergente (al menos en Galicia, y como yo lo entiendo), salir del armario no es sólo decirlo, es decirlo en según qué contextos, y ahora mismo me siento como las mujeres que se disfrazaban de hombres para poder acceder a ciertos espacios, sólo que yo me disfrazo de ¿...? Salir del armario justo cuando estás pensando en un doctorado, es muy muy muy extraño, pero el río sigue siempre la misma dirección, aunque va cambiando la velocidad según los tramos. Los que van a contracorriente son los salmones, pero es con fines reproductivos. Ay, no sé, qué rollo. ¿Alguna sugerencia?

sábado, 17 de noviembre de 2012

Hay alternativas (aquí también)


     Evidentemente no conozco todos los casos, pero algo me dice que el hecho de estar ingresado durante un brote psicótico hace que el ambiente hospitalario, con sus peculiaridades (lugar cerrado a donde se ha sido trasladado a la fuerza en un buen número de casos, medicación obligatoria, ambiente represivo y disciplinario...), provoca que este mismo ambiente sea integrado, en la mente de la persona allí recluida, como parte del argumento psicótico. Es decir, el ambiente hospitalario, lejos de constituir, por si mismo, una garantía de calma, constituye un nuevo espacio donde desarrollar nuevas paranoias, que a menudo confirman las que una ya llevaba puestas (me persiguen, me vigilan, me controlan...).

   Un sistema de ayuda profesional (en ausencia o imposibilidad de recibir ayuda por otros medios) debería por todos los medios evitar la hospitalización, intentando en la medida de lo posible que profesionales muy bien formados en la escucha y el diálogo (me viene a la cabeza ahora mismo el modelo finlandés de "Diálogo abierto") consiguiesen deshacer el nudo gordiano de la visión e interpretación paranoica de la realidad (cosa, por otro lado, difícil de conseguir en estos tiempos, que son los que son, y que ofrecen motivos más que abundantes para problematizar de manera paranoica la relación con el mundo exterior).

  Los costes se reducirían considerablemente. Pienso en mi propio caso: gracias al diálogo, la comunicación y comprensión de los procesos paranoicos y delirantes, por mi parte y por la de todas las personas que, sabiéndolo o no, han contribuido a esa ayuda, pues he hecho cuentas de lo que se ahorra el sistema conmigo:

  6 brotes, de los cuales sólo el primero ha requerido hospitalización, y el segundo una única consulta que se resolvió sin recomendación de internamiento.
 4 meses de medicación, los que tardé en detectar lo poco terapéutica que resultaba.

 Hasta aquí el gasto, ahora vemos el ahorro por no seguir los "cauces protocolarios" (esos que hubieran prescrito, por sistema, medicación para el resto de mis días, y que me hubiera llevado a confundir efectos secundarios de la ingesta prolongada de la misma con malestares físicos y mentales variopintos, que probablemente hubieran requerido, a su vez, nuevos tratamientos, clínicos y/o farmacológicos):

     12 años x 365 días= 4380 días sin ocasionar gasto famacéutico.
     Ahora, que alguien conocedor del precio de los medicamentos habituales para mi diagnóstico haga el cálculo (¿400 euros al mes, así por lo bajo?). Sea cual sea el resultado, no creo que supere el salario de esos profesionales formados en técnicas de escucha y comprensión, que sólo actuarían en momentos puntuales de activación psicótica, (y cuyas técnicas, por otra parte, garantizan reducir muchísimo las recaídas, y por lo tanto el gasto asociado. Esto se debe a que la terapia se basa en la comprensión y autoconocimiento del problema, lo que supone, en si mismo, un potente mecanismo de anticipación y prevención)

   Hasta aquí lo que se refiere a la ayuda profesional, sin olvidar que este tipo de ayuda en concreto incluye también formación para toda la red social cercana, con la que se trabaja en equipo, por lo que ese trabajo en equipo consigue a su vez que los familiares y amigos implicados tengan a su vez recursos de ayuda en caso de recaída, recursos que pueden, a su vez, evitar o reducir en veces sucesivas la ayuda profesional (insisto en que, por otra parte, este sistema reduce en un pocentaje altísimo el riesgo de recaída)