martes, 10 de agosto de 2010

Actualmente deliro en vacaciones

...y es que el trabajo no me deja tiempo. Cuando tengo un mes libre...allá voy, viaje que te crió. Hace falta tiempo y dinero, si no, te das de cabeza contra problemas mundanos y se produce el chirrido, se corta la mayonesa. En vacaciones, en cambio, una tiene tiempo para desconectar, o reconectarse con esa parte espiritual, especial, dar paseos autorreferenciales, soñar con un mundo libre y telepático, mirar a las personas a los ojos y dar rienda suelta al amor. Porque delirando me enamoro de todo lo que se mueve, veo el querubín que cada ser humano lleva dentro, y veo el sufrimiento como lo veía Buda: ¡caca, cancelar!Delirando se despiertan los sentidos, y puedes respirar el aroma de una flor como si fuera la primera vez, o la última, sin importar la diferencia. Todo está en su sitio, todo tiene sentido, ves al asesino que esconde el vecino y piensas ¡huy huy mi gato líbrame de los hombres malos! El pelo ondea al viento y desprende fragancias milenarias, hueles a romero, espliego e imperio romano, ves a las SS cuando pasan los munipas y te emborrachas, porque esta vez a lo mejor te pillan, y mejor estar anestesiada. El sexo es magia al alcance de la mano y siempre hay alguien querido que te pregunta dónde estás, y vela por tu viaje y tú vuelves, con los ojos muy abiertos y diciendo "¡huau!, la de cosas que tengo que contarte" Y se las cuentas, más que nada porque se acaban las vacaciones y es bueno tener historias para contar en invierno a la luz de la lumbre, sobre todo cuando llueve y las gotas golpean los cristales. "Cuando estaba loca..." así empiezan todas las historias, así es la historia del mundo, delirio tras delirio.

Yo conozco mi locura, ¿conoces tú la tuya?

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